En su discurso en Miami, el presidente estadounidense Donald Trump dividió acertadamente a la sociedad cubana en dos grupos: militares y pueblo. Su antagonismo con el régimen no se centró en la ideología, en el partido único, ni siquiera en Raúl Castro. Apuntó directamente a la junta militar y en esto radica su mayor diferenciación respecto a la política de Obama.
Tal como reconoció, el objetivo de su nueva política consiste en beneficiar al pueblo de Cuba, negándole toda oportunidad a los militares. Una idea así presupone la corrupción en el ejército y los servicios de inteligencia y seguridad cubanos, capaces de absorber todo el intercambio económico entre Cuba y EEUU con el fin de construirse un monopolio.
Al aludir a la necesidad de democratización de Venezuela, el presidente estadounidense lanzó otro mensaje a los militares de la Isla, ya no solo por la corrupción económica, sino también por su responsabilidad en la represión política en el país suramericano.
Donald Trump declaró su respeto a la soberanía de Cuba, dejó claro que su Administración tiene las cartas en la mano, que la embajada estadounidense continúa abierta, y la mesa de negociaciones está esperando.