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Vivienda

Llegan los extranjeros y construyen sus mansiones

Con el levantamiento de la prohibición de ventas de viviendas, una oleada de construcciones de nuevo tipo aparece en muchos barrios de Cuba.

La Habana

Con el levantamiento de la prohibición de ventas de viviendas, una oleada de construcciones de nuevo tipo aparece en muchos barrios de Cuba, principalmente en La Habana. Se distinguen sobre el resto de las viviendas por su esplendor y majestuosidad, que nada tienen que ver con los agónicos esfuerzos de la población cubana por construir o reparar sus hogares.

Son de extranjeros que han escogido esta isla del Caribe para vivir y realizar inversiones, amparados por la protección y facilidades que les brinda el Estado sobre los nacionales. Casi todos estos extranjeros han contraído matrimonios con jóvenes cubanas, para legalizar sus propiedades. Las maneras en que se han apropiado de los terrenos yermos o de las viejas casas que antes se levantaban allí varían desde la propuesta de dinero a los inquilinos hasta el soborno a las instituciones del Estado y funcionarios públicos.

La Iglesia Evangélica de Jaimanitas fue cerrada hace algunos años bajo la justificación de quejas de los vecinos por la música alta que acompañaba a las alabanzas y adoraciones, y porque en el Registro de la Propiedad ese lugar aparecía como vivienda y no como iglesia.

Los cristianos de Jaimanitas  debían viajar hasta la Liga Evangélica de Cuba, situada en Marianao, para realizar sus ayunos, vigilias y  cultos, y edificaron su iglesia en una vieja casona de madera en la calle Tercera. Eligieron al  pastor, a sus ministros, y levantaron su refugio de esperanza. Los misioneros comenzaron a predicar por todo el pueblo "la palabra del Señor" y en poco  tiempo fueron convirtiendo a su fe a muchos borrachos, locos, delincuentes y jineteras, que encontraron alivio en aquel recinto, algo muy difícil de conseguir en estos tiempos.

La iglesia comenzó a crecer y a expandirse y ya resultaba pequeña para tantos cristianos que acudían. La Liga Evangélica les donó un moderno equipo de audio y la potente voz del pastor en su prédica se escuchaba a muchas cuadras de distancia. Pero llegaron los inspectores de Vivienda y los borrachos regresaron a sus botellas, los locos a tirar piedras por las calles, las jineteras a la Quinta Avenida y los delincuentes a sus delitos. En el lugar se levanta hoy la mansión más grande y ostentosa del pueblo, propiedad de  un extranjero.

Otra construcción majestuosa, distinguida por sobre las casuchas de maderas y techo de zinc del barrio, está situada en la calle Primera, a la orilla del mar, con una preciosa vista sobre la ensenada de Jaimanitas. Era la antigua casucha de "El Yety", un individuo que se tiró a la bebida tras resultar vanguardia nacional y ganarse un viaje a Europa por sus resultados laborales, pero que fue esquilmado de tal premio y marginado por  quejarse a las instancias superiores del Gobierno y el Partido por tal injusticia.

"El Yety" vivía con su hermano, que era también alcohólico y falleció producto de cirrosis. Estaba casi enloqueciendo en su cuartucho, que además de la vista al mar contaba con un terreno yermo que lo circundaba. "Llegó este extranjero salvador", comenta él, "y me puso en la mano seis mil faos que me metieron en la pelea. Me compré un cuarto en Buena Vista, nada del otro mundo, pero tengo asegurada la curda por lo menos todo este 2017".

En su antigua propiedad se levanta hoy una mansión de tres pisos, dos terrazas, siete habitaciones, tres garajes, aire acondicionado central y un mirador. La brigada que trabajó allí a ritmo de contingente mantuvo una absoluta discreción sobre la titularidad del enclave. Los vecinos solo conocieron  al ejecutor de la obra, que venía en un Peugeot diariamente a dar  instrucciones y entregar el dinero necesario para el pago de materiales y los trabajadores.

"Han eliminado el basurero que había al lado de la casa, destupieron la zanja del desagüe que va hasta el mar, construyeron un parquecito, un malecón y arreglaron la acera", comenta "Guisaso", un vecino del lugar. "Es verdad que con el edificio el barrio está  más bonito, pero el resto de las casas se ven más pobres,  más raquíticas. Llevo 11 años arreglando mi bajareque y todavía me falta un mundo, en cambio ese 'don', que nadie conoce, en seis meses mira la clase de casona que hizo".

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