Un comentario del autor del blog Baracutey Cubano acerca de mi artículo "La caída del Presidente Gerardo Machado y la crisis de hoy" publicado en este diario, brinda una gran oportunidad para debatir y abundar sobre aspectos de la historia urgidos del análisis historiográfico.
Me referiré a tres de los argumentos que apunta en su texto el citado bloguero:
1- Casi todos los militares que gobernaron el país fueron miembros del Ejército Libertador que lograron la independencia luchando contra la metrópoli española y todos renunciaron a su condición de militar para gobernar como presidentes de la República de Cuba.
Es cierto que todos o casi todos lucharon por la independencia de Cuba. Sin embargo, como explica Antonio Annino: "el carácter popular de la guerra generó una nueva forma de legitimidad relacionada con el prestigio alcanzado por los cargos militares... Esos generales buscaron en el Estado el medio para consolidar la legitimidad adquirida en la guerra y mantener así sus redes de clientelas. Los neocaudillos, al no contar con el control patrimonial para la redistribución de beneficios, identificaron el presupuesto del Estado como el instrumento para la creación de sus redes de clientelas". (Citado en Vanni Pettinà, Cuba y Estados Unidos, 1933-1959, del compromiso al conflicto, Editorial Catarata, Madrid, 2011, p. 24).
Es decir, la política se convirtió en fuente de ingresos. Ello explica la magnitud alcanzada por la corrupción en la primera mitad del siglo XX, sin la cual no se pueden explicar hechos posteriores y encadenados como el suicidio de Eduardo Chibás, el golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952, la revolución que tomó el poder con Fidel Castro en 1959, el estado de estancamiento económico y la corrupción generalizada de hoy.
También es cierto quetodos renunciaron a su condición de militares para gobernar como presidentes de la República de Cuba. Ellos no ejercieron sus mandatos vestidos de uniforme. Esa anomalía solo ha ocurrido después de 1959. El problema está en que la renuncia a la condición de militar no basta para erradicar o neutralizar los hábitos adquiridos mandando campamentos y dando órdenes de obligatorio cumplimiento, donde la pluralidad y el debate están excluidos por la naturaleza y funciones de los ejércitos.
Precisamente esa fue una de las grandes preocupaciones de José Martí en su proyecto para edificar una república moderna. Tres citas bastan para demostrarlo:
- Su negativa a participar en el Plan Gómez-Maceo en 1884, de lo cual dejó constancia en carta al Generalísimo: "Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que usted pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente: y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta…".
- En el discurso "Con todos y para el bien de todos", Martí expresó: "cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos".
- El 10 de abril de 1892, en el acto de fundación del Partido Revolucionario Cubano, Martí reiteró que el partido se crea "de modo que en la conquista de la independencia de hoy vayan los gérmenes de la independencia definitiva de mañana".
2- Lo que realmente "tumbó" a Machado fue una crisis económica mundial que afectó a Cuba y que los militares no quisieron esperar más para dejar de apoyar a Machado.
La complejidad de los fenómenos sociales impide explicar los hechos a partir de una causa única.
Gerardo Machado enfrentó el siguiente escenario: la desnacionalización sufrida por la economía azucarera, que había alcanzado su máxima en los años 20 cuando las empresas estadounidenses controlaban dos tercios de la misma; el reclamo de mayor protagonismo dentro del sistema político, realizado por sectores emergentes del país; y la inconformidad generada por la prórroga de poderes, que comenzó en 1927 por el estudiantado hasta extenderse a casi todos los sectores sociales.
En ese contexto, durante su primer mandato presidencial (1925-1929, Machado utilizó al Estado como regulador de la economía, dictó la Ley de Obras Públicas, desarrolló un vasto plan de construcciones, aplicó una política arancelaria moderna para estimular la producción nacional e inició el desarrollo de la industria transformadora. Con esas y otras medidas logró atenuar los efectos heredados de las crisis de 1920.
Durante el segundo período presidencial de Machado, Cuba sufrió el impacto de la crisis mundial de 1929, la cual provocó una brusca caída del precio del azúcar de 1,23 centavos por libra en 1930 hasta 0,57 en 1932; la imposibilidad de acceder a préstamos internacionales; la rebaja hasta el 60% de los sueldos de empleados y funcionarios públicos, que conformaban una clase media urbana; mientras la amplia clase media rural, particularmente los colonos, sufría un drástico descenso de las condiciones de vida.
Tal resultado se produjo en un momento en que el sindicalismo —desde la fundación de la Confederación Nacional Obrera en 1925— había adquirido mayor capacidad organizativa y el Partido Comunista enarbolaba la lucha de clases. Ese escenario, exacerbado por la ilegitimidad de la prórroga de poderes tomo cuerpo en las huelgas, rebeliones, desembarcos y alzamientos y en la respuesta represiva de Machado.
3- Los militares de manera espontánea se opusieron a seguir apoyando a Machado; esa oposición empezó primero en la fortaleza de La Cabaña, posteriormente en el Castillo de la Fuerza y después en el Campamento de Columbia.
El descontento generalizado alcanzó a las fuerzas armadas y fue generando divisiones. La pérdida del apoyo de los militares a Machado no fue espontánea, sino un proceso. La alta oficialidad compuesta en su gran mayoría por veteranos del Ejército Libertador, respondía a las altas esferas del poder político. No así los capitanes y tenientes graduados sin vínculos con esas esferas. Mucho menos el estamento más bajo, el de las clases y soldados.
En agosto de 1931 el general Mario García Menocal y el coronel Carlos Mendieta organizaron un levantamiento contra Machado y un desembarco por Gibara. Desde 1932 los coroneles Julio Sanguily y Horacio Ferrer, el teniente coronel Erasmo Delgado y el capitán de aviación Torres Menier, entre otros, comenzaron a conspirar. Y en 1933, la presión de las huelgas y la mediación de Sumner Welles, embajador de EEUU, generaron fracturas dentro del ejército.
El 11 de agosto de 1933 los oficiales del primer batallón de artillería tomaron militarmente al Estado Mayor del Ejército. A ellos se sumaron la aviación, varios distritos militares, la fortaleza de La Cabaña y la marina en el Castillo de la Punta, mientras el coronel Sanguily lanzaba al aire la noticia de la sublevación por la radio.
La decisión de Machado fue dirigirse a Columbia para detener la insurrección. A la vez el coronel Sanguily y el capitán Torres Menier también se dirigieron a Columbia, discutieron con Machado su negativa a participar en la represión contra huelguistas e insubordinados, lo cual decidió la situación. Se acordó disolver el Gobierno y se entregó el poder al general Alberto Herrera,jefe del Estado Mayor del Ejército. Unas horas después Herrera fue sustituido por Carlos Manuel de Céspedes como presidente provisional de Cuba.
Al mes siguiente, el 3 y 4 de septiembre, la "conspiración de los sargentos", encabezada por Pablo Rodríguez Silveiro, Fulgencio Batista, José Eleuterio Pedraza, Manuel López Migoya, Juan Estévez Maynir, un cabo y dos soldados, conformaron la Unión Militar Revolucionaria, conocida como Junta de los Ocho, hicieron contacto con Antonio Guiteras, con el periodista Sergio Carbó y con el Directorio Estudiantil Universitario (DEU), del cual tomaron su programa, lo que le imprimió carácter revolucionario a la caída de Machado.
Como podemos ver, la oposición de los militares a Machado no fue espontánea, fue resultado de múltiples factores que conformaron el proceso conocido como Revolución del 30, cuya relación con la situación actual de Cuba exige de nuevos análisis y debates.