El general Raúl Castro ha dicho que cuando en 2018 termine su segundo mandato como presidente de Cuba se retirará, e incluso ha adelantado que para entretenerse un poco piensa ir a México a veranear.
Claro, eso de que va a pasear allende los mares se le fue, pues con ello revela que, o bien ha robado cuantiosas divisas del erario público o el Estado va a pagar las vacaciones en el extranjero de él, sus familiares y guardaespaldas. Igual que ocurriera con las de su sobrino Antonio Castro en un gran yate por el Mediterráneo. Porque en Cuba un jubilado, por alta que sea la pensión, no puede vacacionar ni en la ciudad en que vive.
En todo el mundo los gobernantes, líderes políticos y medios de comunicación dan por hecho que en 2018 el mandato de los Castro llegará a su fin. Y muchos consideran que ese será el inicio de cambios profundos hacia la democratización del sistema político.
Todo eso suena muy bonito, pero se pasa por alto un detalle. El general Castro no ha dicho si en el VII Congreso del Partido Comunista (PCC), a celebrarse en abril próximo, él va a cesar como Primer Secretario del Partido Comunista (PCC), cargo al que tiene "derecho" a continuar por otros cinco años más, según las reglas aprobadas en el congreso partidista de 2011.
O sea, no está claro si su anunciado retiro en 2018 será solamente como Jefe de Estado y Gobierno, y no como jefe del PCC. Y esto es clave, pues a Castro II la condición de dictador no le viene dada por ser presidente de la nación, sino porque es el jefe del PCC, la máxima instancia de poder político según la Constitución, y porque es el Comandante en Jefe de las fuerzas de aire, mar y tierra.
No es nada probable que el General ceda su trono faraónico dentro de tres meses. Y menos con su hermano vivo, quien le ha exigido que mientras tenga salud debe seguir en el cargo para continuar el legado del Moncada y de la Sierra Maestra, etc. Y si por un milagro declinase ahora el cargo sería de jure y no de facto.
Obviamente, el dictador maneja dos posibilidades: 1) continuar como "número uno" del régimen más allá de 2018, o 2) seguir al frente del PCC durante otros dos años y renunciar cuando entregue la presidencia del país.
Si se mantiene como líder del PCC "hasta que lo muerte lo separe", el nuevo presidente de Cuba en 2018 será una marioneta suya, como lo fue Osvaldo Dorticós de Fidel Castro, quien anuló la Constitución de 1940 en febrero de 1959 y convirtió al Presidente de la República en un subordinado del Primer Ministro.
Y si Castro II deja la jefatura del PCC en 2018 será para seguir siendo tras bambalinas el "guía" político-militar del régimen, como en China lo fue Deng Xiaoping, quien al retirarse siguió de hecho dirigiendo el país hasta su muerte, a los 93 años.
La cuestión es que, de entregar solo la presidencia en 2018, y no su cargo partidista, por primera vez el Primer Secretario del PCC no sería ya el Comandante en Jefe de las FAR, ya que la Constitución socialista establece que al Presidente del Consejo de Estado le corresponde "desempeñar la Jefatura Suprema de todas las instituciones armadas y determinar su organización general".
Ello sería inadmisible en un régimen castrense que se militariza cada vez más. Hoy cuatro de los seis vicepresidentes del Consejo de Ministros son militares, y también lo son nueve de los 14 miembros del Buró Político. En Cuba manda en verdad una Junta Militar de 15 miembros encabezada por un Comandante en Jefe, que además ha sido siempre el Primer Secretario del PCC.
Es decir, habría que enmendar la Constitución para despojar al Jefe de Estado de su condición de comandante supremo de las fuerzas armadas, o sería muy obvia su condición de títere del dictador. El líder del PCC nunca va a dejar de ser el jefe militar del país. Y punto.
Pero si Raúl, ya con 87 años en 2018, decidiese entregar también la jefatura del PCC y que su relevo sea a la vez el Jefe de Estado, la cuestión sería diferente, porque de enfermarse o morir el dictador, ese relevo sería quien garantizara la instalación del modelo militar neocastrista de capitalismo de Estado que se cocina desde hace varios años.
Por otra parte, aún con el general Castro vivo existiría la posibilidad de que el nuevo jefe, con todos los poderes del Estado en la mano, no hiciese caso de las "orientaciones" de Raúl. Por eso el sucesor del dictador será un elegido suyo de lealtad a toda prueba.
No será Díaz-Canel
¿Quién podría ser ese relevo? Nadie lo sabe, pero sí se puede adelantar que no será Miguel Díaz-Canel, quien no forma parte de la elite político-militar que ostenta el poder. La misión del actual Primer Vicepresidente es de marketing: vender la falsa idea de que en Cuba hay una renovación de la cúspide dirigente. Díaz-Canel solo podría ser Presidente de Cuba si muriese Raúl, y solo hasta 2018.
La respuesta a la pregunta anterior dependerá mucho de quién será el nuevo Segundo Secretario del PCC, pues ya se sabe que José R. Machado Ventura, próximo a cumplir 86 años, no será ratificado. Un fuerte candidato, incluso para "número uno" oficial si Raúl no continuase como jefe del PCC, es el general Alvaro López Miera, quien con 72 años es el menos viejo y el más capaz de los generales "históricos", y a quien el dictador protege como un hijo desde que a los 14 años de edad subió a la Sierra Cristal a combatir contra el ejército batistiano.
López Miera es el Viceministro Primero del MINFAR, jefe de su Estado Mayor y quien en la práctica dirige ese ministerio, pues su titular, el general Leopoldo Cintra Frías, no tiene mucho talento que digamos y fue colocado en esa responsabilidad para complacer a su protector Fidel Castro. "Polito" estuvo todo el tiempo en la Sierra Maestra al mando directo de Fidel.
Los generales más poderosos son comandantes históricos de la Sierra Maestra que se acercan a los 80 años, o sobrepasan esa edad. Pero hay otros más jóvenes igualmente muy poderosos, muchos con mando de tropas y todos miembros del Comité Central del Partido —casi todos se destacaron como oficiales invasores en Africa—, que califican para ser el relevo del dictador.
¿Y Alejandro Castro Espín?
Por supuesto está también el coronel Alejandro Castro Espín, el benjamín de la Junta Militar. Pero hay algunos detalles que deben cumplirse antes. En este próximo congreso, además de ser promovido al Comité Central del Partido, tendría que ser elevado al Buró Político. Si se produce tan espectacular salto, y si antes o después del VII Congreso Alejandro fuese ascendido a general, estaríamos ante el nuevo príncipe heredero de la Casa Castro en 2018.
Sin embargo, tan meteórico encumbramiento podría producir desavenencias en la cúspide político-militar del régimen. No parece probable que el "curtido" generalato acepte quedar bajo el mando de un joven incapaz, sin experiencia como militar y con serios problemas para comunicarse y relacionarse con los demás, solo porque es hijo de papá. Aunque tratándose del castrismo nada se puede descartar.
En fin, cualquiera que sea la decisión que tome el dictador y su Junta Militar en el VII Congreso, al menos en el corto plazo desgraciadamente no se atisban muchas sorpresas agradables en el horizonte político cubano. Ojalá sí las haya y el castrismo no logre mutar a neocastrismo en 2018.