Dijo José Martí que ellos nacieron para ser felices, que son los que saben querer y también la esperanza del mundo. Lo cierto es que la inmensa desidia y depauperación humana y material en la que se encuentra sumida la Isla, ha condicionado que desde edades muy tempranas los niños, los príncipes enanos de Martí, comiencen a sufrir los desmanes del sistema en los llamados círculos infantiles o jardines de la infancia.
El pasado 10 de abril celebraron su 54 aniversario estos centros. Según reza un viejo proverbio la educación comienza en la cuna, en Cuba sigue en el círculo infantil y luego de pasar por los cada vez más deteriorados eslabones del cada vez más caduco y deprimente sistema de enseñanza, culmina en la tumba.
Pero, desgraciadamente, el reto de educar no lo cumplen esos círculos infantiles inventados por Vilma Espín, y hoy día no se trata solamente de las carencias económicas ni de los ínfimos recursos que el Estado dedica a la educación y cuidado de los más pequeños. El problema va más allá de lo material, es de los estratos del alma, de la llamada miseria humana y de las pocas ganas que los cubanos tienen ya de hacer las cosas bien.
Desde su creación en 1961, con la finalidad de dar respuesta a la necesidad del cuidado de los menores de cinco años favoreciendo así la integración plena de la mujer a la sociedad, los círculos infantiles garantizaban el bienestar de los pequeños y la tranquilidad de sus padres. Hoy nada de eso se cumple.
Lo que debería ser una noble tarea en la cual las educadoras desempeñan una importante labor al dotar a los pequeños de conocimientos en áreas del desarrollo como la Lengua Materna, Nociones Elementales de las Matemáticas, Educación Física, Música, Artes Plásticas, Análisis Fónicos, además de facilitar el desarrollo de habilidades y capacidades para enfrentarse al escenario escolar futuro, se ha convertido en una especie de cárcel para pequeños, donde permanecen hacinados y aburridos hasta que los padres los recogen. Ya ni les cantan canciones, ni los enseñan porque el personal no está calificado ni para educar, ni mucho menos para enseñar y transmitir conocimientos con el amor necesario para que llegue a los infantes.
Y para qué hablar de la alimentación, si no es un secreto para nadie el hambre que los niños allí pasan. Muchos almacenes de los círculos infantiles abastecen a cafeterías y paladares, debido a la falta de escrúpulos de los cocineros, administradores y directores que venden los insumos destinados a los pequeños, que son ya escasos de por sí.
De un litro de leche, rebautizada con agua del grifo, beben hasta 20; y de una compota de 200 ml toman hasta cinco niños a la hora de merienda. La carne y el pollo, que no deberían faltar en la dieta de estas edades en que la proteína es tan importante, aparece en dosis microscópicas y tan mal cocinadas que ni siquiera la consumen. El huevo es el más habitual de todos los platos, siempre dividido entre tres comensales.
La cantidad de educadoras no se corresponden con la de los niños que deberían cuidar, sobrepasan los límites, y por eso están todos con las narices sucias, orinados y con frecuencia se lastiman entre ellos debido al descuido de estas mujeres que a veces están lidiando con los niños sin desayunar, sin ganas, sin energía y sin la ternura que deberían dedicarle a esta profesión.
Casi nadie quiere hacer ya este trabajo, remunerado con un salario tan bajo: 340 CUP mensuales (unos 13 CUC). Por tanto, estas plazas son ocupadas por exreclusas y mujeres que se encuentran cumpliendo libertad condicional o están sancionadas por algún delito menor. Por eso se pierden las toallitas, la ropa y hasta los zapatos que llevan los niños y nadie sabe nada, nadie dice nada. Nadie quiere buscarse problemas por miedo a represalias con los indefensos niños que están al cuidado de estas mujeres.
Esa es la explicación a los maltratos, gritos y otras agresiones psicológicas que reciben los infantes en estos centros. Muchos padres ignoran esto y otros, para resolver el problema, hacen de la vista gorda y sufren callados lo terrible de estas cárceles para menores que son los círculos estatales. En eso se han convertido, como muchos de los otros "logros de la Revolución".
Sin embargo, a pesar de los pesares, de todos los horrores aquí descritos y los que no cabrían en este comentario que son archiconocidos por la sociedad, muchos padres añoran que les concedan la matrícula para estos centros, pues no tienen otra alternativa y hacen con grandes esperanzas los trámites de otorgamiento que duran entre 9 y 16 meses, en el mejor de los casos.
Hay testimonios de padres que han esperado más de tres años y les han otorgado la matrícula cuando el niño ya va para la enseñanza primaria. La explicación o la excusa: que no hay capacidad. Es lógico: han cerrado muchos círculos o jardines de la infancia porque no hay quien trabaje en ellos, ni quien los mantenga en pie.
Es triste, pero a los cubanos y a las cubanas de a pie no les queda otra opción para poder salir día a día a ganarse el sustento, a inventar, a luchar, como afirman. No queda otra opción que irse dejando con el corazón apretado y sin mirar atrás a sus hijitos en estos sitios, llorando porque nunca se acaban de adaptar a los malos momentos que allí pasan.
El trabajo en los círculos infantiles, durante todos estos años, ha marcado la vida de generaciones de niños que pasan diariamente por sus salones. Algunos más fuertes y llenos de anticuerpos que otros, resisten, otros desertan camino a la libertad, a la calidez de sus hogares, o a un lugar mejor que el sacrificio de sus padres pueda pagar.
Guarderías privadas, la otra cara de la moneda
Debido a la deficiencia de los recursos materiales, alimentarios y hasta espirituales, las reiteradas peticiones a los padres que incluyen desde frazadas de piso a bombillos en los círculos estatales, muchos de estos progenitores han optado por enviar a sus pequeños a guarderías privadas.
En la capital habanera existen muchísimas, de distintos precios y características. No todas garantizan programas educativos con la metodología necesaria correspondiente a cada edad, aunque tampoco los estatales lo hacen ya. Algunas se reducen a la cuidadora y a dos o tres niños en un apartamento con varios juguetes y a la higiene que en los del Estado brilla por su ausencia. Otras incluyen juegos didácticos, almuerzo, merienda, clases de arte, entre otras actividades. Todo varía según el importe a pagar por estos servicios, que cuentan con licencia de cuentapropistas.
Desgraciadamente los bolsillos de todos no permiten esos lujos que van desde los 40 hasta los 120 CUC al mes. En La Habana existen dos de la misma dueña, muy famosos sobre todo en la elite citadina. Son muy populares entre los diplomáticos, nuevos ricos, artistas, dirigentes y toda clase de ladrones estatales que viven a sus anchas. Estos lugares de gran confort y capacidad responden al nombre de "Dulces Sueños", uno en el reparto Kolhy y otro en Miramar, y pertenecen nada más y nada menos que a Zulema, la hija del general Ulises Rosales del Toro.
"Estos círculos tienen de todo", cuentan orgullosas las madres que pueden poner allí a sus retoños. Incluyen desde uniformes y una dieta balanceada, hasta salones climatizados con juguetes de última generación. Allí sí se encuentran varias cuidadoras calificadas, siempre alegres debido a sus buenos salarios y a los regalos que reciben de los ostentosos padres que presumen de nivel de vida elevado.
Como en cualquier país primermundista, en estos distinguidos parvularios se dan clases de diversas manifestaciones artísticas, idiomas, habilidades y manualidades impartidas por educadoras de verdad. Allí los niños ni se enferman ni se quieren ir a sus casas porque están en verdaderos castillos para príncipes, con las comodidades que todos quisieran para sus hijos. Las guarderías de la heredera del Héroe de la República cuestan 80 CUC al mes con transporte incluido y las clases por especialidades se cobran aparte. Se suele pagar de 100 a 120 CUC al mes. Es una pena que sean tan costosos y, por tanto, tan inaccesibles estos lugares que deberían ser con todos y para el bien de todos.
Alrededor de 200 chicos y sus padres reciben estos privilegios de manos de la hija del General exministro del Azúcar y la Agricultura en las más sofisticadas de las guarderías cubanas. Estas constituyen, sin dudas, el vehículo idóneo para que desde bien pequeños los niños empiecen a conocer las clases sociales que cada vez son más evidentes y contrastantes en la patria de todos los cubanos.