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Opinión

Rapear en negro: Situación social y racismo

¿Por qué el empeño del Gobierno en controlar o reprimir el activismo hip hop? Es simple: los raperos no cantan mentiras.

La Habana
Hombre negro sentado en una calle de Cuba.
Hombre negro sentado en una calle de Cuba. DDC

La comedia silente (como opening)

Todo discurso ciudadano que se articula en contra del racismo en Cuba, está condenado al silencio público o al ninguneo. En el más triste de los casos —que suele ser casi una regla—, al abucheo, también público, que indistintamente fabrican los blancos y los negros musulungos* que integran la élite política e ideológica del Gobierno, junto a  "los suaves latifundios" que componen sus estamentos culturales.

Para no ir demasiado lejos en el tiempo, bien podría servir como ejemplo el simulacro de foro que, desde La Jiribilla, se edificara contra Roberto Zurbano y su artículo "For Blacks in Cuba, the Revolution Hasn't Begun", publicado en The New York Times el 23 de marzo de 2013.

Más allá de la retractación de Zurbano —en la creencia equívoca de que su "fusilamiento" civil estaba sustentado en que los editores de The New York Times habían trastrocado el título de su artículo— y del urgente alistamiento del "pelotón", quedaba en evidencia la verdad a rajatablas: el Gobierno no se permitirá, mientras dure su concepción del mundo, ceder un ápice de su monopolio sobre los espacios públicos. Mucho menos para ventilar temas que pongan en jaque las prefiguradas "conquistas de la revolución": salud pública y enseñanza gratuita; igualdad social y de derechos; medios de producción en manos del pueblo. No importa si para salvaguardar estas "conquistas" tiene que recurrir a su poder mediático, político y policial en función de amordazar, reprimir o desacreditar la más mínima independencia de criterio y, por consiguiente, violar cuanto derecho humano exista.

Justo un año antes del "caso Zurbano", el Departamento de Cultura del Comité Central del Partido Comunista —existe una frase muy popular que reza: "si Dios quiere y el Partido aprueba"– consentiría en dedicar una jornada anual al centenario de la masacre de los Independientes de Color. Para ello se calendarizaron un sinnúmero de acciones —todas y cada una moderadas por, y desde, la gendarmería gubernamental—, cuyas únicas trascendencias, a modo general, serían ratificar la subordinación ideológica del parnaso de los intelectuales y denunciar, con cierta tibieza, las imposturas racistas de varias instituciones, donde el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) se llevaría la peor parte del tiro al blanco.

Pero, en honor a la verdad, habría que reconocer que el carácter coercitivo de la Constitución, respecto a las libertades ciudadanas, apenas permite espacio a la práctica real de las libertades civiles. En su artículo 53, la Constitución dicta que:"Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista. Las condiciones materiales para su ejercicio están dadas por el hecho de que la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masiva son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad".

No es este un ensayo ni un estudio antropológico o historiográfico sobre el racismo. Es simplemente otra de las muchas voces ciudadanas —en tanto el silencio no es condición humana, sino usufructo de nuestros miedos— en su intento de cuestionar, a sabiendas de todos los riesgos y limitaciones, las premisas que se han prestado a esa confusión (convertida en verdad oficial) que resuelve que, la situación social del negro a partir del triunfo revolucionario y la igualdad social ratificada en la Constitución de 1979, extinguieron o aliviaron el racismo.

Posterior a enero de 1959, es evidente que la situación social del negro cambiaría en términos significativos. De igual modo que la situación de los campesinos, con la Ley de Reforma Agraria; aunque, años después, la misma revolución coartara la prosperidad de estos con la eliminación del Mercado Libre Campesino.

Ahora bien, ninguno de esos cambios en la situación social (referidos al negro) deben ser percibidos e interpretados a la ligera. Es conveniente comprender antes "la tragicidad de la negritud", como irónicamente algunos colegas le llaman, en franca burla a los negros musulungos que intentan dotar de cientificidad y bellos eufemismos al racismo que sufren cotidianamente y en carne propia.

Cuando hablamos de que el acceso a la educación superior —por ende a los oficios socialmente prestigiados, mejor remunerados y con posibilidades de superación— es igual para todos los cubanos, se deja fuera un elemento crucial: que la abrumadora mayoría de los cubanos negros continúan viviendo en los barrios marginados, y dentro de estos, en las peores condiciones de vida.

Ser obrero calificado, o a lo sumo técnico medio —en oficios y labores que apenas tienen desarrollo, porque las desacertadas políticas económicas han conllevado a la ruina de la infraestructura industrial del país— es la expectativa promedio trazada para los negros.

Esto se explica en el círculo vicioso que impera en las familias negras y que se vuelve, por generaciones, en destino. En busca de una mejoría y condicionados por su mala calidad de vida —personal, social y económica—, los jóvenes negros optan por abandonar los estudios para empezar a trabajar y contribuir al sustento familiar. Otros llegan a los estudios universitarios por el camino más largo: eligen especialidades técnicas —de dos a tres años— para llevar, conjuntamente, trabajo y estudio. El esfuerzo de estos últimos jamás ha sido incluido en el relato blanqueado del Gobierno y sus instituciones.

Aunque en ocasiones esta "ruleta cubana" se debe a las decisiones familiares e incluso personales, sería inmoral desestimar que más de cincuenta años de mal gobierno no tienen incidencia determinante en la perpetuación de estas situaciones. La educación y la salud "es gratuita… pero cuesta". La crisis económica y de valores, de la década de los noventa, finalmente develaría que la igualdad social, más que un espejismo para incautos, fue una mentira colosal, de la cual el Gobierno es responsable único. También se evidenciarían los costos reales de estas "conquistas revolucionarias".

Si no sabes, no te metas

En el prólogo a Delirium Tremens —antología de teatro del absurdo en la obra de Eugenio Hernández Espinosa—, el dramaturgo y ensayista Alberto Curbelo advierte lo que gran parte de los exégetas sobre temas de racialidad y de género han olvidado a sabiendas: "La identidad nace de la toma de conciencia de la diferencia; y únicamente con la asunción de estas diferencias se llega a ser ineluctablemente libres".

En el caso cubano, el relato de la igualdad —que históricamente no ha sido otra cosa que la pugna por centralizar el poder y atomizar las diferencias— alcanza su obra maestra con el triunfo revolucionario de 1959. La historiografía de Cuba, que reseña su lucha por la independencia y la soberanía como nación, es una fuente que ratifica que la revolución cubana no traería nada nuevo ni auténtico en términos de igualdad. Que se haya tardado en revelarse cinco décadas, no desmiente que la naturaleza del poder es convertir a los ciudadanos en clientes. Eso en el mejor de los casos.

Es la cultura hip hop, que cristaliza a inicios de la década de los noventas, la que por vez primera asume a la comunidad como espacio público para replantear "el problema negro desde el negro". Y fue en esas comunidades donde sus activistas hallaron la complicidad —abierta o encubierta— para que ese espacio público no fuese blanqueado ni penetrado por las doctrinas del Estado, representadas en programas socioculturales para masas. Es decir, con las primeras acciones del hip hop se inician a su vez los primeros pasos hacia una conciencia de la diferencia y hacia el civismo.

En principio, a esas políticas culturales que según el Estado "están encaminadas a elevar la calidad del pueblo", se opusieron las tesis que Krs One había enunciado en su texto The gospel of hip hop —comúnmente conocida como El evangelio del hip hop— e hicieron de una de sus frases un grito de conciencia y asunción: "hip hop es la voz de una generación que se rehusó a ser silenciada por la pobreza urbana".

Anteriormente a la consolidación de la cultura hip hop (junto a la ráfaga de incómodos temas sobre los cuales había imperado un silencio absoluto), ninguna otra figura —ni artística, ni cultural, ni social, ni religiosa ni política— fue paradigma ni representación para los negros de las comunidades. Su representatividad estaba dictada en lo que el Gobierno había establecido e institucionalizado para todos los cubanos por igual: "los héroes de la tradición heroica de lucha", siempre que sean ratificados por los cancerberos de la historia oficial del PCC. Negar que únicamente en esto la revolución ha cumplido algún término de igualdad es simplemente mentir.

Fue a través del discurso rapero que los negros de las comunidades —llamadas por el Gobierno en su eternidad eufemística "barrios desfavorecidos"— se vieron realmente representados. Tanto ellos como sus realidades históricas y presentes.

Los negros, y esta es otra de las grandes verdades que el Gobierno se ha empeñado en borrar (auxiliados por las élites blancas y por los negros musulungos), no necesitan de héroes. Necesitan ser representados y no discriminados. Necesitan que sus realidades inmediatas sean contempladas, pero más allá de una estadística económica nacional que absorbe sus entornos. Necesitan alzar la voz para expresar que la igualdad social no ha funcionado para la redención del negro; y que la situación social, resultado de las erróneas políticas del gobierno, no ha hecho más que condicionar y robustecer el racismo. Pero necesitan mucho más trabajar enfocados en una premisa vital: restaurar la memoria histórica y devolver a las comunidades su protagonismo en la conducción de sus procesos sociales, culturales, económicos, religiosos, artísticos, políticos.

A falta de "héroes", que en su interpretación representaran para ellos un paradigma, al menos racialmente hablando, eligieron a personalidades que apenas eran abordadas en ninguno de los niveles de enseñanza. Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias, Aponte, Plácido, Ivonet… fueron los primeros nombres en aparecer en la lírica rapera. A ellos le sumaron, por los mismos razonamientos, figuras negras universales tales como Malcom X, Martin Luther King, Leroi Jones, James Baldwin, Amilcar Cabral, Patricio Lumumba.

El tema "Igual que tú", de Primera Base, más que un ejemplo es un homenaje cabal a Malcom X; y también demuestra que la lectura sobre su quehacer no era superficial ni respondía al simple cliché de erigirse un símbolo de rebeldía a la altura de las circunstancias:

/no sé si habrá justicia en este mundo / mucha malicia y una tendencia egoísta / por eso te recuerdo con el corazón Malcom / tú estás siempre con nosotros / y con razón bien alto / este es mi homenaje a ti / ministro / no será un simple pasaje será algo distinto / algo que te dé tu verdadero lugar / algo que de fuerzas para luchar / tú siempre estás ahí / influyendo sobre mí / transmitiendo tus ideas desde el más allá hasta aquí / estás vigente, ahora y siempre / y aquel que intente decir que tú no fuiste / ese no siente / quisiera ser un negro igual que tú / con esa gran virtud que todo exige / gran líder / ser grande /

La indagación y el estudio sobre las tradiciones negras, desde el teatro hasta la música, desde las artes visuales hasta la literatura, se convirtieron en lógica de vida. Revisitar la historia de Cuba y objetar la participación o no de los negros dentro de sus gestas fue caldo de cultivo y apertura hacia la independencia de criterio. Fue un hecho conmovedor que muchos jóvenes negros (sus padres y sus abuelos) conocieran, finalmente, que existió un intento de rescatar a los estudiantes de medicina fusilados por los colonialistas españoles. Los autores, negros y ñáñigos, fueron masacrados en el intento la noche anterior al fusilamiento. Suceso que fue silenciado por la colonia en aquel entonces, y que la revolución jamás se interesó en rescatar de los archivos ocultos.

Ciertamente no fueron los raperos o los activistas de la cultura hip hop quienes develaron hechos como estos a la luz pública; pero sí contribuyeron con cada acción comunitaria a trasmitir el conocimiento de estos legados.

Dijeron negro, pero a mí no me contaron

Cuando a principios de la década de los noventa el grupo de rap Amenaza "candeleaba" los barrios habaneros con el tema "Achavón Cruza'o", es muy posible que en ese momento no hayan imaginado siquiera que se daba inicio a una toma de conciencia entre los jóvenes negros de los barrios. Toma de conciencia que evolucionaría hacia un activismo que todavía late en el presente, a pesar de la dispersión y del arbitraje institucional que favorece, con un cinismo de vértigo, a quienes representan un discurso lírico "políticamente correcto".

Ya en "Achavón Cruza'o" se registraban los primeros indicios de orgullo, de responsabilidad histórica y de dignidad por ser negro; de autovaloración, determinación y exigencia ante una retórica nacional donde apenas se visibiliza a lo negro y lo mestizo:

/ sé bien que también formo parte de aquel manantial de sangre/ mira mi pinta / así nací / no me arrepiento ni sintiendo tu mirada de desprecio / también soy congo / también fui esclavo / también mis esperanzas sufren para aquellos que el racismo no ha acabado / soy rumba / yoruba andabo / y no acabo hasta ver lo mío multiplicado / no ves que soy pinto / achavón cruza'o / negro como el danzón / el son cubano / negro como esta mano / negro como mi hermano / dijeron negro pero a mí no me contaron / dijeron blanco pero en ese clan no me aceptaron / dijeron tantas cosas / soy el ser que nadie quiso /

Sin embargo, sería Grupo Uno, la primera acción concreta, en 1995, de activismo sociocultural desde el hip hop en conciencia de sí mismo como movimiento. La extinción de los Festivales de Rap en Alamar y la disolución de Grupo Uno —más allá de los desaciertos que cometieron sus gestores— es un símbolo paradigmático de la manipulación, tremendamente eficaz, que conjugaron la Asociación Hermanos Saíz (AHS)  y el Ministerio de Cultura, para asimilar y desarticular a un conjunto de activistas negros que comenzaron a pensar con cabeza propia.

"Jóvenes rebeldes", un tema casi olvidado de Grandes Ligas, advertía de las emboscadas que sutilmente conjugaban estas instituciones, determinadas a corromper las esencias de la cultura hip hop y del movimiento rapero. Los Festivales de Rap, con acta de defunción firmada en 2004, no fueron simplemente un evento comunitario, sino un hervidero donde la verdad de las calles y de su gente dinamitaba los escenarios. Los Mcs de Grandes Ligas, sin importar la desmemoria, fueron profetas en su propia tierra:

/somos cabecillas de gente que hablan realidades en estos tiempos / por ejemplo / sangre afrocubana derramada, coagulada por Somalia, por Angola, por Etiopía / montones de años anteriores de látigo / cepo / caña cortada a machete por los ancestros de estos jóvenes / héroes jóvenes rebeldes luchando por un final incierto / error de mente / error de esfuerzo / tergiversación de la idea central de lucha/ sin conocer el futuro oscuro / se está viendo / que se está viviendo /

La desarticulación de la plataforma programática que representaban las gestiones de Grupo Uno, no es en absoluto la única reacción gubernamental contra el activismo negro, nucleado en torno al hip hop y al rap. Aun cuando el discurso rapero incluye aristas como la crisis de valores morales, el desencanto de los jóvenes ante un presente y un futuro precario, la violencia doméstica contra la mujer y en los barrios, el machismo; no cabe dudas de que la discriminación racial y de género son el denominador común y el que con más recurrencia y profundidad se aborda. Es decir, la realidad de los negros dentro de las comunidades es, en esencia (siempre lo fue, desde sus inicios en el gueto norteamericano), la naturaleza intrínseca y razón de ser de la cultura hip hop. Por ende, aunque pueda parecer reduccionista, atacar o desvencijar a este movimiento implica apagar la voz del negro.

No importa, incluso, que la situación social de los negros sea pésima, moderada o buena. Sencillamente, y he aquí el equívoco primero, el racismo no termina donde mejora la situación social. La situación social condiciona las gradaciones del racismo, eso no admite discusión, pero no lo extingue. Los raperos viven y discursan desde esa convicción.

A pesar de cuánto se pueda coincidir o discrepar, hasta la séptima edición del Simposio Internacional de Hip Hop —organizados y convocados por La Fabrik y auspiciados por la Agencia Cubana de Rap (ACR)— se rendía tributo a los objetivos que se suscribieron desde su primer capítulo: "validar zonas temáticas silenciadas por el burocratismo gubernamental; fortalecer y promover elementos del movimiento que estaban a la zaga respecto al rap (sin dudas el elemento que logra más movilización); fomentar el conocimiento, la superación, la integración, la identidad y la identificación con la comunidad".

No es un secreto que el simposio ostentaba una presencia y participación internacional de altísimo nivel y jerarquía, llegando a convertirse en un evento catedrático por excelencia para Latinoamérica, y de referencia para Europa. Asimilado totalmente por la Agencia Cubana de Rap, a partir de su octava edición en 2012, se decretaría también su acta de defunción.

Entender a La Fabrik solo como la unión de tres agrupaciones de rap —Obsesión, Doble Filo y Hermanazos— es quedarse con la mitad del cake. Desde ese proyecto, que tenía fuertes alianzas institucionales, en tanto el repertorio de las agrupaciones que lo integraban era interpretado como "políticamente correcto", se gestaron las primeras presentaciones de raperos en las cárceles. Muchísimo antes de que a Silvio Rodríguez y al Comité Central del PCC se les ocurriera "blanquear y después vender" un acontecimiento que, se sabe, no tiene nada de altruismo ni de solidario, ni pretende cambiar las mentalidades y los destinos a cuanto ciudadano se le ha privado de su libertad.

La insistencia de La Fabrik —para ser justo, en este caso, de Obsesión— en conectarse con la historia negra de los negros, con aquellos intelectuales negros que no militaban entre los musulungos y con los intelectuales blancos que no le habían vendido su alma al diablo, tenía un objetivo ambicioso. Ambición que desafortunadamente quisieron obviar y no compartir no pocas agrupaciones raperas y activistas del hip hop. Es imposible conocerse a sí mismo si antes desconoces de dónde procedes. Nunca podrá saberse cuándo tenemos viento en contra o a favor, si no tenemos definido hacia dónde vamos.

Conocer, por vías no blanqueadas, los aportes del negro en la historia de Cuba, es saber (eso sí) el tamaño descomunal de la estafa que la revolución ha cometido, en tanto sus dos gobernantes únicos, los hermanos Castro, han negado haber traicionado la historia del negro. Aun cuando el tema de Obsesión, "Calle G", insista en culpar al historiador Eusebio Leal de canonizar a José Miguel Gómez, la gran verdad continúa ausente en sus textos: 

/ y no me digan que es por patrimonio / que no se puede tumbar porque es de Eusebio / esta no es una solicitud para escritorio / es una exigencia del pueblo / no entiendo qué es lo que hace ese tipo ahí / después de una revolución que se hizo aquí / qué fue lo que pasó con la memoria de este país / no sé a ti / pero a nosotros no nos representa / túmbenlo urgente / por Los Independientes / además en la misma calle están Salvador Allende / Benito Juárez / Eloy Alfaro / no sé si tú me entiendes / la firma quién la da / vamos, de quién depende /

Las comparaciones, al igual que las soledades, son malas consejeras. Cuando llevar las "pasas" sin peinar y vestir atuendos más acordes al "aire afro"; cuando tener la piel negra se volvería un motivo de orgullo (y para ser justos una razón de negocio); cuando estas conciencias dejaron de ser una moda para representar una especie de resistencia (un grito desde los barrios marginales), inmediatamente se empezó hablar del racismo de los negros.

"Los negros son peores racistas que los blancos", sigue siendo la expresión común que los blancos y negros musulungos edificaron, a falta de un argumento más decente, para describir el despertar de la conciencia que los negros visualizaron desde su diferencia. Es un modo burdo y cínico de desacreditar el hartazgo del negro ante un cepo disfrazado de consignas y paredes de mampostería. La comparación, aun cuando es cierto que existe un racismo negro, es aberrante. Nada, excepto la mordaza de una dictadura totalitaria maquillada de antiimperialista, sería capaz de propiciar la afirmación de que "el racismo de los negros es peor que el racimo que sufren los negros".

Un tema que supo tomarle el pulso a esta aberración fue "Lo negro", del extinto grupo Los Paisanos:

/con cinismo se comenta que el racismo empieza por nosotros mismos / te dicen que eres negro y tú dices que eres mestizo / enfatizan los típicos desertores de la raza / que se casan con un blanco pues no quieren peinar pasas / tanto en la calle como en la casa / da pena vivir esta farsa / negro es mi pensamiento / negro son mis movimientos / negro es como me siento / por fuera y por dentro / negro fue Jesús Menéndez / Bob Marley con su prende / color que no se vende / puño arriba si me entiendes /

Pocos años después, Raudel, a quien todos conocen como Eskuadrón Patriota, pondría en entredicho las realidades en su tema antológico "No más discriminación":

/racismo, segregación, discriminación / poder blanco absoluto controlando la nación / la gente negra es subyugada, sufrida, reprimida / un presidente blanco con una blanca ideología / las escuelas son centros de retención / de asimilación / de conocimiento pero de poca información / a los negros no le enseñan su historia ni su tradición / pero sí le educan de que el blanco ha sido la salvación / cómo se va a identificar mi hija / en una sociedad que le habla de igualdad, pero practica la supremacía / los blancos van con privilegios / en exclusiva / y la comunidad negra es ignorada y absorbida / solo un seis por ciento en posiciones elitista / y la televisión cubana sin fachada es ultra racista /

La ignorancia mata a un pueblo

La creación de la ACR —16 de septiembre de 2002— como respuesta a la proposición de los propios raperos en las sesiones del primer congreso de la AHS, en el verano de 2001, fue una obra maestra del Gobierno.

Ese mismo año, creadores, promotores y activistas del movimiento hip hop y del movimiento pro-negro en Estados Unidos —entre ellos Danny Glover y su esposa—sostuvieron un encuentro con Fidel Castro. Los temas de ese encuentro eran sumamente importantes; pero solo un punto resultaba atractivo para Castro: la importancia de la consolidación y la unidad del movimiento progresista hip hop en Latinoamérica y el Caribe, como bloque y resistencia frente a la hegemonía imperialista y sus transnacionales del mercado artístico cultural.

En cambio, la urgencia en la búsqueda de estrategias y alternativas de promoción para la creación artística y la acción cívica, y el imprescindible papel de la comunidad en el replanteamiento de las luchas antiimperialistas, no estaban entre sus planes. El interés de Castro, como bien se sabe, no estaba determinado por altruismo ni solidaridad con los negros. Las causas de su interés al respecto deben buscarse en sus conspiraciones con Stokely Carmichael, activista al que no pocos consideran como fundador de las bases de los Black Panters.

No fue un hecho gratuito que Castro haya acudido a ese congreso de la AHS donde, por supuesto, estuvo a cargo de las palabras de clausura. Su visto bueno hizo posible la creación de la ACR.

Los raperos tenían voz, se escuchaba allende los mares y los barrios eran su espacio público, además de contar con la complicidad de la gente de a pie. Por primera vez los negros se sentían representados, y por primera vez se hablaban de sus problemas… sin tapujos, sin panfletismo. Por tanto, había que hacer algo urgente ante esta oleada negra, y si hay algo que distingue a Castro, es no subestimar a nada ni a nadie. Lo que pocos saben es que necesitaba quedar bien con Dios y con el diablo. Y una vez más le saldría bien con la creación de la Agencia.

Los activistas norteamericanos quedaron complacidos por el gesto benefactor del patriarca, mientras que, simplemente y para los adentros, se creaba otra herramienta de control que, sin dudas, ha rendido sus frutos. Es lamentable, pero cierto: los autores intelectuales de la ACR no fueron los raperos, ni siquiera la AHS; sino Fidel Castro.

En febrero de 2014 fue cancelada Movimiento —la revista cubana de hip hop que auspiciaba la ACR—. Ésta representaba el único espacio que intentaba trazar y legitimar una cartografía literaria sobre la cultura hip hop en Cuba. Catalogada como "revista de música" por unos y como "revista sociocultural" por otros (convengamos que ambas son dos argumentos válidos), Movimiento era en realidad, después de once ediciones en su prontuario, la "única revista para negros" que reflejaba el problema negro.

¿Por qué ese empeño del Gobierno, a través de las instituciones culturales, de asimilar —si es preciso, reprimir— el discurso rapero, al activismo hip hop y todo lo que este vincula? Es simple. Casi una operación de aritmética. Los raperos no cantan mentiras; los activistas no promueven mentiras… y los negros de los barrios —como todo cubano, al fin y al cabo— están hartos de mentiras. Quieren verdades y es evidente que el Gobierno no está interesado en ofrecerlas. Todo ello conlleva a que las comunidades sean el espacio público ciudadano; esencialmente aquellas donde el cuento de la igualdad, las conquistas y las gratuidades no funciona siquiera como maquillaje.

Otra pregunta esencial es: ¿por qué a los intelectuales les resulta harto difícil conectar con el ciudadano y establecer en las comunidades su espacio público? Fallan por una razón sencilla, que Rafael Rojas explica, implacable, en su ensayo El arte de la espera

"[…] La ausencia en la isla de un espacio público, donde se confronten discursos culturales y políticos, donde los poderes sean interrogados y donde el mercado de las ideas construya una nueva moral cívica, hace que los intelectuales no se comuniquen con la sociedad. El intelectual cubano habla para sí, para sus colegas del gremio o para el poder. Su mensaje está entrampado en una jerga corporativa. Por eso las pocas expresiones de libertad y disidencia que alcanza este grupo dentro de Cuba se resuelven en foros marginales. Allí el hombre de ideas ha dejado de ser un resorte de la opinión pública para convertirse en una voz que calla. Algunos hablan luego de recibir un mandato, como una caja de resonancia de las estrategias centrales del Estado. Pero los que se atreven a cuestionar o disentir tienen en su contra todo un mecanismo de descalificación y aislamiento. Es indudable que la mayoría de los intelectuales cubanos ha optado por el silencio y tan solo esta elección revela el grado de disolvencia que afecta a la cultura insular. […] Como el Estado ocupa y domina, en forma absoluta, la sociedad, cualquier reacción contra él se vuelve una reacción contra Cuba, el orden revolucionario y sus símbolos. En los últimos 40 años el pueblo cubano y su cultura han cedido sus propios significados al nombre de Revolución […]".

En fin que, de algún modo, las condiciones de marginalidad hacia donde la revolución ha conducido (o mantenido en otros casos) a gran parte del cubano negro, han funcionado como ventajas para que la cultura hip hop, y sus propuestas de reconfigurar el civismo, fortalezcan los nexos con las comunidades, incluso más allá del tema de discriminación racial.

No es desacertado afirmar, incluso, que no pocas de las "reformas" experimentadas desde 2008 fueron establecidas desde las puntualidades que el discurso rapero rimaba a cuenta y riesgo. Sobre esto queda rezar para que la historia en lo adelante no olvide cuánto le debe la sociedad cubana (fundamentalmente los negros) a lo poco o a lo mucho de sus aportes por una Cuba verdaderamente democrática y libre de elegir sus destinos.

Aunque raperos como Soandry AKA Hermanos de Causa, desde la aspereza de su lógica poética, no permiten que olvidemos jamás que el silencio y la desmemoria son los enemigos a derrotar. Su tema "El negro cubano" nos recuerda que:

/ el negro cubano es la escoria de su isla / pues no conoce su historia / y así vuelve a vivirla / y se conforma con las migas que le da un señor / que le dice: "no te quejes, antes estabas peor" / por culpa del imperialismo / el mismo invasor que hoy tiene visa de turismo, mastercard y más valor / que el que lucha por este socialismo / que solo te habla del racismo que hay en el exterior / cuando aquí no se nos quiere detrás de un mostrador /. La escuela no habla de Los independientes de color / y los del ICRT te trasmiten lo que son: instituto cubano de racismo en televisión / Entonces por qué ir más lejos para hablar de discriminación/

Lamentablemente, el discurso rapero actual, en alguna medida, ha abandonado no pocas focalizaciones temáticas que distinguían la aspereza de su lógica poética y de vida. Quizás ante el hastío de bregar durante años a contracorriente; quizás ante las nuevas posibilidades abiertas a raíz de la extinción del permiso de salida —condicionando otra ola masiva de migración—; quizás por razones personales, lo cierto es que el movimiento rapero ha ido cediendo espacios que había ganado en buena lid.

Ante la cancelación de la revista Movimiento; la inclusión, por segunda vez, de una oleada reguetonera en la ACR y el arrecio de prohibiciones a no pocos eventos, los raperos se han escudado en el más fatal de los silencios. El racismo ya no es una punta de lanza, como tampoco la violencia de género, en las premisas del movimiento. Apenas algún que otro tema aislado asoma en las actuales producciones discográficas. Lo negro y el negro, sin dudas, se ha diluido en el azogue de un discurso que un día, no tan lejano, significaron la razón de ser de una generación que, en verdad, se negó a ser silenciada por la pobreza urbana. Solo queda la añoranza.

* Musulungo: Término que se refiere al individuo negro con vocación servil ante los intereses de los blancos. Es el resultado del blanqueamiento de la historia.

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