Los familiares de los deportistas José Miguel Fernández y de Lázaro Herrera, recientemente escapados de Cuba, han sido desalojados de sus casas. La respuesta de las autoridades de la Isla es escueta: sus casas eran "medios básicos" del INDER.
La entidad deportiva gubernamental funciona, como todas las entidades del gobierno de Cuba, esencialmente como un instrumento de extorsión. En este caso a los atletas. Les concedieron la casa como "premio" a sus excelencias deportivas, en tanto en cuanto fueran herramientas útiles en el entramado "deportivo" del Gobierno.
Pero decidieron escapar y buscar su futuro en alguna otra parte. Y el instrumento de extorsión ejerció su poder: les quitaron la casa a sus ocupantes, a sus familiares.
Esta es la forma sencilla, locuaz, con que el Gobierno manipula a sus piezas en el tablero social.
Funciona así: eres un medio básico del Gobierno, que te puede desalojar en cuanto dejas de ser útil, en cuanto te conviertes en ciudadano, ejerces tu independencia y decides tu destino. Si sigues siendo la clavija automática, mantienes el pedacito de techo.
Pura extorsión.
A ellos, como tantos otros, les otorgan estas casas en este estatus de control, para extenderlos a sus vidas, sus opiniones, sus movimientos dentro del país y fuera, y su futuro.
Es uno de los tantos mecanismos que la dictadura utiliza, no solo en el deporte, en cualquier segmento de la sociedad, para controlar al ciudadano.
Mientras, a los generales, sus hijos y parientes, ministros y doctores ideológicos del Gobierno se les reparten casas cada vez que se divorcian, cambian de pareja o sencillamente necesitan alguna para su sostenida de conveniencia. Para ellos no hay "llega y pon".
Este último plan es para el cubano común, que llega a La Habana, quizás de Oriente, escala algún rincón desocupado, abandonado y construye esos "bajareques" de madera que se dispersan en muchos rincones de la capital. Los nombres de esos "lunares oscuros del malvivir" son tan surrealistas como la convivencia en ellos.
Curiosamente, los gobernantes cubanos son también "palestinos". Vinieron de Oriente, pero no son repatriados de las oficinas del Gobierno.
El desalojo en Cuba nunca se terminó, aunque la historia que se enseña a los pioneros "por el comunismo" en la Isla los "detuvo" en 1958, con la huida de Batista. Para la prensa internacional, tampoco existen.
Están sometidos al embargo del Gobierno de Cuba… sobre la información, la verdad y la vida cotidiana del ciudadano normal del país.
Víctimas de un bloqueo del que nadie quiere hablar. Ni el The New York Times.
Sin embargo, ¿son esos los únicos desalojos conocidos?
Pensemos, ¿cuántas víctimas de desalojo cultural ha tenido nuestro país? ¿Cuántos escritores se les ha negado su voz, su palabra, sus versos? ¿A cuántos intelectuales les callaron sus pensamientos, se les prohibió sus libros, les condenaron al silencio?
Ponga nombres. Hay cientos. Eso es desalojo.
¿A cuántos estudiantes universitarios se les tronchó su carrera por llevar pelo largo, unos jeans de "diversionismo ideológico" o una oreja perforada con un arete en aquellos años grises de Armando Hart como ministro de "Educación"?
A Hart le premiaron con una casa, construida con especial celo durante el peor momento del "periodo especial", con piscina climatizada.
O pensemos en los hijos de opositores, disidentes, religiosos que no quisieron ser "pioneros por ningún comunismo" y no quisieron oír el nombre de aquel sinvergüenza argentino. Sufrieron desalojo de lo más esencial que debe garantizar un gobierno: tolerancia en la educación, diversidad en el pensamiento, respeto a la integridad física de la niñez y la juventud.
Eso también es desalojo.
¿Cuántos cubanos han sido echados de su trabajo por informaciones del CDR, de ese órgano de chismería desvergonzada, vigilancia del desparpajo y la inmoralidad? ¿Cuántos maestros fueron echados del sistema de educación? ¿A cuántos profesionales de la salud les han impedido ejercer? ¿Cuántas personas han sido vilipendiadas públicamente, sin derecho y posibilidad a la justa defensa de sus opiniones y criterios, para después quedarse en la calle, condenados al ostracismo?
Su "delito": ser opositor, o siquiera tener una opinión diferente del Gobierno, del que ejerce descaradamente la función de gobierno, y del que se presta al chisme político, a la chivatería ideológica, al desparpajo de Estado.
Eso también es desalojo.
¿Cuántos supuestos militantes de la UJC y de ese partido único fueron desalojados de su militancia porque no quisieron embarcarse hacia Angola, Etiopía u otros lugares?
Ellos también fueron víctimas de un desalojo ideológico, doblemente vergonzoso porque, supuestamente, ejercían el mismo pensamiento único. ¿O no?
Fueron también desalojados de su pertenencia.
¿Cuántos jóvenes, cubanos de cualquiera edad, que nadie conoce pero existen, han sido multados, llevados a la fuerza a una movilización militar, o a la cárcel por negarse a ir, o por pertenecer a eso que llaman FAR y es obligatorio?
La voluntad de pertenecer, defender un país o incluso vivir en él y sentirse parte de él es personal. Nadie tiene derecho a la coacción, a la influencia ideológica, y a la presión física contra los miembros de una sociedad que no quieren o deseen ser parte de esa comunidad.
Es también desalojo de la libertad de elección.
Para los que vivimos lejos de Cuba, que emigramos o nos exiliamos, la absurda exigencia a un permiso de entrada es un desalojo de nuestro derecho a visitar a nuestro país. Las naciones no son pertenencias ideológicas de ningún partido, filosofía o grupo de poder.
Eso es también desalojo.
La imagen que encabeza este artículo pertenece a un fotógrafo y periodista independiente cubano, William Cácer Díaz, que desde su cuenta en Twitter (@willysincensura) mostró algunas de las imágenes del desalojo de una familia en La Habana, por varios agentes de la Seguridad del Estado, en mayo de este mismo año.
En ese desalojo el padre de familia fue arrestado y conducido a un lugar desconocido. Estas son imágenes que ocurren muy cotidianamente en Cuba. No aparecen en la prensa del Gobierno, tampoco en la prensa internacional. No ocupa una línea en ningún editorial del The New York Times.
Son los desalojos escolásticos que todos conocemos. Los que ocurren en los "llega y pon" de la Ciudad Deportiva, o por algún rincón de Centro Habana y el Vedado. O los que existen en ciudadelas como "El Palenque", al lado del hospital ortopédico Frank País.
¿Han visto sus imágenes alguna vez en la prensa cubana, o en la internacional?
Nunca.
Los desalojos cubanos no interesan a los periodistas. No son noticias. Son parte de la hipocresía silenciosa de la prensa alrededor del apellido mediático de Castro.
¡Cómplices!
Este artículo apareció en el blog Open Cuba. Se reproduce con autorización del autor.