La Calzada de Reina es una de las más cortas de la ciudad, al igual que su vecina Calzada de Galiano. Con el nombre de Camino de San Antonio fue el más antiguo de salida al campo. Partía de la calle Real o de la Muralla, cruzaba en diagonal hasta la actual esquina de Reina y Águila y, continuando su trazado de hoy, llegaba a la Avenida de Carlos III, siguiendo el mismo trazado de lo que es hoy la Calzada de Zapata y, por detrás del Cementerio de Colón, llegaba hasta la orilla derecha del río Almendares, continuando hasta Pueblo Viejo.
A este camino, en el tramo equivalente a la actual calle Reina, se le llamó entonces Camino de San Luis Gonzaga, por la ermita de ese nombre erigida en el cruce con la futura Calzada de Belascoaín.
La calle Reina, denominada así en honor de Isabel II y posteriormente Avenida Simón Bolívar, aunque nadie la señala por ese nombre, se extiende desde la Calzada de Monte hasta la de Belascoaín.
A un lado del espacio abierto que supone el Parque de La Fraternidad, con sus paseos, árboles y bustos de próceres de América, terminando Este, dentro de las calles Amistad, Reina y Estrella, se encuentra el Palacio de Aldama, construido por Domingo de Aldama —según ideas de su yerno Domingo del Monte— en 1840, en estilo neoclásico con sus dos portadas, una por la calle Amistad y la otra por Reina, considerado el mejor exponente del neoclasicismo en La Habana, seguido por el de los marqueses de Villalba en Egido, Monte y Zulueta.
En el Palacio Aldama residieron Domingo del Monte y Miguel de Aldama, el hijo de su propietario, reconocidas figuras cubanas. Ocupado en 1926 por la fábrica de tabacos La Corona, en 1946 pasó a manos de los banqueros Mendoza y Compañía, instalándose en él un banco, una elegante peluquería y una boutique. Hoy se encuentra instalado en él el Departamento de Historia del Partido Comunista de Cuba.
A continuación, en la misma acera, la tienda por departamentos Los Precios Fijos, demolida y convertido el espacio, primero en una feria de artículos industriales, y ahora en un pobre parque vacío y cerrado con una reja. Enfrente, el moderno edificio que construyó la Sears Roebuck Co. para situar su tienda por departamentos de estilo norteamericano, después de intervenida, utilizada la edificación durante un corto tiempo como Palacio de Pioneros y, posteriormente, como un comercio único de venta de productos alimenticios industriales para toda Cuba, con largas colas de ciudadanos de todo el país que, disponiendo de algún dinero por no existir nada que comprar, acudían a él pagando sus altos precios. Finalmente, convertida en un denominado Palacio Nacional de la Computación, en un país donde las computadoras son inaccesibles para la mayoría de los ciudadanos y estos carecen de internet.
Más adelante, otros comercios menores y un bodegón. Al cruzar la calle Águila, el espacio vacío transformado en parqueo donde existió la conocida Plaza del Vapor, lugar de pequeñas tiendas, comercios y muchos puestos de venta de billetes de lotería. Enfrente, en el número 55 se alza lo que queda de Almacenes Inclán, algunos otros comercios y el edificio que ocupa actualmente la Asamblea Municipal del Poder Popular, en la esquina de la calle Ángeles.
Pasando Galiano, en el número 101 está el café El Polo, hoy convertido en un comercio de productos lácteos, la peletería El Mundo, en ruinas, La Casa Sánchez, distribuidora exclusiva de los colchones Windsor, también en ruinas, y en el número 109 los grandes Almacenes Ultra, una importante tienda por departamentos.
Enfrente, en un viejo edificio carcomido por el tiempo, los ripios de la famosa peletería La Defensa y de la peletería El Gallo y, más adelante, en el número 112, en estado calamitoso, el cine Reina, clausurado, sucio y abandonado, entregado últimamente a una compañía de variedades.
Después de la calle Rayo, pueden verse las ruinas de una edificación que existió en la esquina, y en el número 158 el edificio del periódico El País, en estado crítico, con un amplio friso en su salón principal, que muestra el desarrollo del transporte y las comunicaciones, obra del artista Cándido Álvarez Moreno.
A continuación, locales de comercio transformados en precarias viviendas, con adaptaciones y agregados hechos por sus inquilinos con recursos propios, que rompen con la arquitectura del entorno, muchas de ellas verdaderas ciudadelas antihigiénicas, habitadas por decenas de personas, desde que se decidió entregarlas para tratar de paliar en algo la carencia de las mismas.
Enfrente, en el número 161, se halla el local de la Cámara de Comercio de China, que agrupaba a los almacenes importadores y a los dueños de grandes tiendas de víveres de esa nacionalidad. Entre ruinas y destrozos, en el número 301 está lo que queda de El Cetro de Oro, construido en 1901 en estilo Art Nouveau. En el número 359, la casa que fuera de Antonio Bachiller y Morales y, enfrente, en el número 362, la de José Crusellas, el importante empresario jabonero.
En la misma acera, el antiguo local del cine Cuba, Cuba Cose en el número 315 y la ferretería Feito y Cabezón en el número 321, ahora denominada La Cubana, y los locales donde estuvieron la Casa de los Trucos, donde se encontraba todo lo imaginable para gastar bromas, y Au Bon Marché, comercio dedicado exclusivamente a la venta de figuras y materiales religiosos.
Después se alza la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús con convento adjunto, templo construido durante 14 meses por los jesuitas a partir de 1914. De estilo gótico, con tres puertas y tres naves y una torre de 77 metros de alto con una cruz de bronce de cuatro metros coronándola, el templo cuenta con un Sagrado Corazón de mármol en el portal y un Cristo en el altar mayor.
Enfrente de la iglesia estuvo alguna vez la tienda por departamentos Los Tres Kilos, llamada así por lo bajo de sus precios, hoy convertida en una tienda recaudadora de divisas con elevados precios denominada Yumurí.
La calle Reina, desde hace mucho tiempo una reina despojada de su corona, muestra, tal vez como ninguna otra de las arterias comerciales de La Habana, la desidia e ineficiencia del socialismo. Prácticamente sin establecimientos comerciales ni de servicios importantes, si se excluyen los Almacenes Ultra, la antigua ferretería Feito y Cabezón y la que fuera La Casa de los Tres Kilos, se ha convertido en una calle de viviendas inventadas, superpoblada, sucia, con aguas albañales corriendo por los portales y aceras, espacios vacíos producto de los múltiples derrumbes y edificaciones en mal estado a punto de sucumbir.
Transitar por sus portales, antes agradables y frescos, es hoy una aventura nada recomendable, por el peligro de desplome de un techo o de contaminación con la suciedad de pisos y paredes. Para resurgir, lo cual se hace sumamente difícil por la cantidad de personas que la habitan actualmente, la calle Reina necesitaría, en primer lugar, de una limpieza profunda con mangueras de agua caliente, que eliminara la costra de mugre que cubre sus edificaciones. Solo a partir de ahí podría pensarse en demoliciones necesarias, inversiones, remodelaciones y construcciones.