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El país que desapareció

Entre Toyo y la Virgen del Camino

Un viaje al detalle por una Habana desaparecida. Un texto no recomendado para nostálgicos.

La Habana
La esquina de Toyo actualmente.
La esquina de Toyo actualmente.

La Esquina de Toyo, en la Calzada de Jesús del Monte, donde nace el ramal que es la Calzada de Luyanó, se hizo célebre por el bodegón, la panadería y la dulcería, todos con el mismo nombre y alta calidad en sus ofertas. En el lugar también existían el cine Moderno, la Oncena Estación de Policía y algunas pequeñas tiendas, de las llamadas de "polacos".

La Calzada de Luyanó comienza precisamente en Toyo y termina en el Puente Alcoy.  Donde comienza, era estrecha y de dos vías, con el café El Cuchillo como primer inmueble, en los altos del cual residía el sargento Fulgencio Batista cuando los sucesos del 4 de septiembre de 1933. También había otros comercios y los cines Dora y Atlas, hasta llegar a la calle Fábrica, su punto más elevado, donde se ensanchaba y comenzaba a descender con parterres y árboles a ambos lados, que en los años cincuenta fueron eliminados, al reconstruirse totalmente y ampliarse a cuatro vías.

Entonces, a la derecha se encontraba el bodegón Hijas de Galicia, con venta de frutas frescas en estantes piramidales de madera en sus portales, y detrás el gran centro hospitalario mutualista del mismo nombre, entre las calles Regla y Remedios.

Después, en la curva, la Casa de Socorros, y más allá, en la acera opuesta, el cine Luyanó, con su techo de tejas metálicas curvas, semejando una gran concha alargada.

Ya en la intersección de Concha y Luyanó, los cuatro bodegones, uno en cada esquina, y el cine Norma. A continuación venía el crucero del ferrocarril, justo al comienzo de la Avenida de Porvenir, con sus barreras y luces rojas intermitentes, que detenían el tráfico y obligaban a una larga espera, mientras pasaban interminables vagones arrastrados por las locomotoras.

Más allá se alzaba la maderera Antonio Pérez, con el intermitente ruido de sus sierras y su peculiar olor a resina, los talleres del ferrocarril y, en la acera opuesta, el bar de alargado mostrador y banquetas tapizadas en vinyl rojo, la agencia de automóviles y la moderna Fundición Luyanó. Todo terminaba en el Puente Alcoy, ensanchado con estribos y barandas sobre el puente colonial original.

En esos años, la Calzada de Luyanó se encontraba totalmente iluminada con luces de mercurio, y la mayoría de sus edificaciones eran de mampostería con techos de placa fundida. Hoy ya no existe ningún cine: uno desaparecido, dos convertidos en viviendas múltiples, y el otro, sin techo, en una sala de judo. Muchas viviendas se han resentido ante el paso del tiempo sin mantenimientos y, algunas de las que no han desaparecido totalmente, han sufrido adaptaciones improvisadas, para adecuarse al crecimiento familiar. Los bodegones, la mayoría transformados en verdaderos tugurios gastronómicos estatales, no son ni la sombra de lo que un día fueron, y la mayoría de las tiendas cerraron sus puertas, para convertirse también en improvisados alojamientos, así como desparecieron las fábricas y talleres que la caracterizaban, pues Luyanó era un barrio mayoritariamente obrero. La Calzada ha compartido el mismo triste destino de su vecina Calzada de Jesús del Monte, acumulando males y tristezas, pues las causas son idénticas, al igual que sus responsables.

La Virgen del Camino

Más allá del puente Alcoy, la Virgen del Camino, un conjunto de parques, plazoletas y comercios, recibió su nombre de un bodegón español que se encontraba en la esquina de la Calzada de Güines y Noriega, propiedad de un asturiano que tenía un cuadro con la imagen de la virgen sentada, colocado en lo alto de la estantería de la barra, donde se servían bebidas y licores. El negocio comprendía restaurante, barra, dulcería y víveres, además de, en sus portales, una vidriera de productos varios de aseo personal, revelado e impresión de fotografías y venta de billetes de la Lotería Nacional, y un estanquillo de periódicos y revistas con sillón de limpiabotas, propiedad de un negro grande y afectuoso a quien todos llamaban Cayuco, por la forma alargada de su calva cabeza.

La escultura que se colocó en el estanque del parque, obra de Rita Longa, es una virgen tropicalizada, ajena a la original, aunque mucho más hermosa y sensual.

En la calle Noriega, frente al bodegón, se encontraba la Ferretería de Sobrino y, por la Calzada de Güines, a partir del puente, La Estrella, un comercio que incluía ferretería, restaurante, cafetería y agencia de viajes interprovinciales por ómnibus, algunas tiendas de "polacos" (en realidad emigrantes sirios, libaneses y palestinos), otras agencias, el cabaret Las Catacumbas, con una ambientación y efectos terroríficos que hacían honor a su nombre, y una panadería antigua que fabricaba un magnífico pan.

Cruzando la calle, a continuación de la Ferretería de Sobrino, el tren de lavado de los chinos, más agencias (Santiago-Habana, La Ranchuelera, Ómnibus Menéndez, La Flecha de Oro, etcétera), la farmacia de la Dra. Socorrito, el garaje y bar de Chely y el Edificio Alvarado, con su taller de vidrios y espejos en los bajos.

En la acera de enfrente, el colegio público y sus terrenos deportivos en forma de triángulo, a través de cuyas cercas rotas cruzaba desde su casa una célebre prostituta, joven y hermosa, para hacer sus faenas diarias, en viaje de ida y vuelta, en la cabina de alguna de las muchas rastras que transitaban por la Calzada de Güines, camino de la Carretera Central.

Esta era la Virgen del Camino de los años cincuenta. Su importancia había crecido por ser cruce de caminos hacia Guanabacoa, Regla, San Francisco de Paula y otros pueblos situados al este de la ciudad, y constituir su salida hacia la Carretera Central, motivo por el cual en ella convergían tanto ómnibus locales como municipales e interprovinciales, con su flujo constante de viajeros saliendo y llegando.

Al instalarse la escultura de la nueva virgen en el centro de un estanque, los pasantes adoptaron la costumbre de dejar caer unas monedas en el agua que la rodeaba, con el objetivo de asegurarse su protección. El dinero recogido se utilizaba en el mantenimiento de los parques y plazoletas del lugar y en el de sus áreas verdes, con espacios sembrados de flores.

Hoy, con excepción de la virgen y el estanque donde se encuentra situada, todo ha cambiado, habiendo desaparecido la mayoría de los comercios que le daban vida, después de cierres y múltiples y absurdas transformaciones, y perdido el ambiente característico de punto de tránsito de viajeros, al no existir tampoco ninguna de las agencias que la caracterizaban.

Al igual que la Esquina de Toyo, la Calzada de Luyanó y la Virgen del Camino han visto pasar sus mejores años, principalmente a causa de la desidia acumulada de las autoridades, capaces en un momento de euforia de apropiarse de todo para después, con el paso del tiempo, dejarlo destruir. Sin embargo, la tenacidad y la iniciativa de los cubanos, convencidos del fracaso de la gestión estatal, lentamente se abren paso, a pesar de los inconvenientes, persecuciones, prohibiciones y absurdos aún vigentes, apostando por la gestión privada en sus múltiples formas, única manera de devolverlas a la vida.

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