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Cine

El alegato de Roman Polanski

Los prejuicios y mentiras que rodearon al escándalo Dreyfus pretenden servir de analogía a las dificultades biográficas del director de este filme.

Madrid
Fotograma de 'El oficial y el espía' de Roman Polanski.
Fotograma de 'El oficial y el espía' de Roman Polanski. sensacine

El escándalo Dreyfus, revivido por Roman Polanski en su última película El oficial y el espía (J’Accuse, en su título original) narra la injusticia cometida contra el capitán de artillería francés de origen judío Alfred Dreyfus, condenado por alta traición en una corte marcial y sentenciado a cadena perpetua en la isla del Diablo, un islote solitario en la Guyana Francesa.
 
Para muchos, Francia es considerada la cuna de la libertad, y de su lema "Libertad, Igualdad, Fraternidad" son los valores que el escritor Émile Zola defiende cuando publica el alegato de defensa en favor de Dreyfus. Su carta abierta, "J’Accuse", publicada en el periódico L'Aurore el 13 de enero de 1898, sirve de pretexto y también de título para que Polanski conciba su alegato fílmico.

Polanski se lanza de lleno a esta jauría de prejuicios, corrupción y mentiras para hacer resonar aquel episodio con sus analogías del presente, y es inevitable no relacionarlo con su propia vida. Hablamos de un director que ha sido acusado en más de una ocasión de abuso sexual. Regresar al caso Dreyfus es alertar al mundo de esos prejuicios que pueden convertirse en el germen de un cáncer social.
 
Polanski comienza su película con un plano generalísimo. El ejército francés aparece desplegado en el interior de una plaza. Desde la distancia, como los cómplices de la injusticia, observamos al supuesto traidor Alfred Dreyfus, interpretado por un irreconocible Louis Garrel, a quien están a punto de degradar frente a la masa uniformada.

Polanski no tiene prisa, los cortes entre plano y plano son cerebrales, no corresponden a ese momento justo en que uno siente que la información del plano se agotó. Tampoco se extiende mucho más, no le interesa detenerse solamente en las emociones. El corte cae cuando el espectador dejó de pensar, el análisis que puede hacer el espectador es lo que determina la duración del corte en esta secuencia.

La última imagen de esta escena inicial muestra los grados de Dreyfus en el suelo, recién arrancados, los botones esparcidos, la empuñadura y el sable partido por la mitad. La masa enardecida apoya el acto de repudio, se escuchan los alaridos del pueblo clamando por la muerte de Dreyfus.

La imagen del sable partido sobre sus grados se convertirá en el plano más largo de la película. Un plano así me recuerda vagamente el plano detalle de unos espejuelos, en su obra maestra Chinatown. Polanski sugiere que Dreyfus no tiene ni tendrá armas para defenderse. Para muchos es un judío traidor, un tipo al que de la noche a la mañana se le ha venido abajo su vida. Para Polanski, sin embargo, el sable aún tiene filo, su inocencia.
 
A El oficial y el espía le critico la excesiva focalización de Polanski entre el bien y el mal. Esa línea imaginaria que traza entre sus personajes no debería ser tan nítida y poco compleja, al punto de sesgar los matices de muchos de sus personajes —especialmente los oficiales del bando negativo—, que si no tuviesen esos rostros tan especiales llegarían a confundirse entre sí.
 
A pesar de esa definición 8K entre el bien y el mal, El oficial y el espía hechiza desde su inicio. La aparente simpleza narrativa es una de sus mayores virtudes. Polanski narra como un gran maestro del siglo pasado, se preocupa por la claridad de su puesta en escena  y por esculpir sus ideas en la mente del espectador como un escultor que prefiere el mármol. Si su película fuese una escultura, pertenecería al período clásico de la antigua Grecia, es simétrica y balanceada. Salvo un momento hacia el final de la trama en que el personaje encarnado por Emmanuelle Seigner actúa de manera inesperada ante la propuesta de matrimonio de su amante, el resto de los acontecimientos responden a lo que se espera de un cine clásico concebido con regla y cartabón.
 
El protagónico de esta historia es el oficial Georges Picquart, que se vuelve defensor a ultranza del capitán Alfred Dreyfus. Jean Dujardin es un actor fiero, su elocuencia e inteligencia de interpretación permiten comprender al personaje, que pese a ser un conocido antisemita, corre todos los riesgos por defender a un judío.

Hay una escena muy corta en la que el oficial Picquart se encuentra con un detective. La escena transcurre en una sala del Museo del Louvre donde se exhiben esculturas. Ambos personajes dialogan mientras observan una copia romana de un original griego. Al concluir el encuentro, el detective comenta que la escultura romana es falsa. Sin embargo, para el oficial Picquart, mientras la escultura romana no pretenda ser más que una copia nunca será falsa, y es precisamente en esa conciencia donde radica la autenticidad, la honestidad. Polanski subraya así uno de los rasgos más importantes de su personaje y adelanta una idea que luego desarrollará: lo falso para Picquart es la construcción, no la escultura en sí. Y es precisamente cuando esa falsedad se convierte en un recurso del Estado que un país comienza a perder el rumbo.
 
Al final del alegato en favor del capitán Alfred Dreyfus, el escritor Émile Zola expresó: "Solo un sentimiento me mueve, solo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma". Roman Polanski, director de 86 años de edad y uno de los cineastas más importantes de la historia del cine contemporáneo, se coloca con esta película en el papel de la víctima. Tendrá que ver ahora si esa luz que pedía a gritos Zola, ilumina la sombra que desde hace más de 40 años le acompaña.

4 comentarios

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Profile picture for user Ana J. Faya

Le agradezco a Quintela esta reseña tan bien escrita sobre la película de Polanski. No sé si lleva razón o no sobre lo que dice, porque lamentablemente no la he visto. Pero, lo más importante, invita a verla y a sacar nuestras conclusiones propias. Del caso Dreyfus recuerdo una película muy vieja que ponían en Cuba en el Cine del Ayer, o un programa de esos, con Paul Muni en el protagónico sobre la vida de Zola. Estoy segura de que esta otra de Polanski es mucho mejor.

Profile picture for user Weston

Polanski representa lo mas preciado del cine contemporaneo. Su vida personal puede relacionarse de alguna forma con su obra, pero ya era un director excepcional de cine cuando lo acusaron de asalto sexual en los Estados Unidos. Ese tema tan socorrido por los liberales se ha convertido en una pantomima, pero Polanski cometio un error en aquella ocasion por lo cual ha pagado lo suficiente y ha pedido perdon. Su victima lo ha perdonado; pero la hipocresia de nuestro pais no lo perdonara jamas. Afortunadamente, su obra ha florecido. El Pianista es una pelicula para no olvidar jamas. Supongo que los liberales, fervientes seguidores del llamado MeToo y las feministas sin remedio, no podran disfrutar de la obra de Polanski, de igual manera que los heroicos combatientes del exiguo exilio cubano no pueden disfrutar las poesias de Guillen, las novelas de Carpentier o las peliculas de Gutierrez Alea. Pobres espiritus. Lo siento por ellos.

Profile picture for user László

estas pal chucho weston, jajaj oye no entiendo porque no disfrutar a carpentier si sus dos mejores son El siglo.. y el reino.. ahi hay que buscar el contenido comuñanga con un microscopio, GA es muy bueno, Guillen es un poco mas dificil ya que te tiene que gustar la poesia y olvidar los sonetos abiertamente ñangas como Stalin, Capitán... jajaja

Profile picture for user Weston

@ László: De acuerdo, yo tampoco lo entiendo.