Perú, antes y después de Castillo

En su discurso de investidura, Pedro Castillo, nuevo presidente del Perú, dijo: "En los últimos 30 años se ha discutido mucho sobre las falencias del modelo económico implementado en los 90. A pesar de ello, ningún gobierno escuchó el malestar de las mayorías, y así se rehusaron a realizar los cambios anhelados por la población".   

¿Cuáles son las falencias del modelo económico peruano? Lo más criticado es su dependencia de la exportación de recursos naturales, que en 2019 representó el 45% del total, lo que se especula, dejaría al país demasiado expuesto a los fluctuantes precios internacionales, que podrían provocarle un agudo retroceso. Sin embargo, el crecimiento económico peruano durante estas tres últimas décadas fue positivo, aun cuando cayeron los precios de los comoditis.

La otra crítica frecuente es el aumento de desigualdad entre regiones. Un estudio de la Universidad de Alcalá de Henares, muestra que en 2013 Lima generaba el 44% de la producción nacional, 61% de la industrial y 54% del comercio. Pero, ¿es achacable esto al modelo surgido en los 90?

La misma investigación analizó el PIB per cápita de Lima y el resto de regiones entre 1970 y 2012, señalando que entre 1975 y 1990, el PIB per cápita del resto de regiones se estancó, mientras el limeño disminuía: el modelo anterior estaba igualando las regiones hacia la pobreza.

Tras las reformas de 1990, tanto Lima como el resto revirtieron la tendencia y el PIB per cápita comenzó a crecer, a diferentes velocidades, pero a crecer.

¿Que sucedía en Perú antes de las reformas del 90? Desde 1960 y hasta 1990, aumentó la participación del Estado en los sectores económicos estratégicos. Se instauró un programa de industrialización por sustitución de importaciones, basado en barreras proteccionistas. Se nacionalizaron recursos naturales, se crearon empresas públicas, se expropiaron empresas privadas y se adquirieron otras casi en quiebra.

Los déficits presupuestarios se monetizaron mientras aumentaba el gasto público. En 1978 la inflación llegó al 50%, en 1988 al 600%, y para 1990, a un máximo de 7.481%. Por su parte, el PIB per cápita promedió -1,9% anual, y la pobreza aumentó del 41% en 1985 al 55% en 1991, además, hubo tres años de fuertes caídas en la economía, una del 10%, otra del 9% y otra del 12% en 1989. De la deuda externa mejor ni hablar. Fue la Década Perdida.

El "milagro" peruano

A partir del 90 se redujo el tamaño del Estado, se buscó mayor disciplina fiscal, se liberalizaron las finanzas y el comercio, se privatizaron empresas, disminuyeron los controles de precios y los subsidios gubernamentales, impulsándose la inversión extranjera y la iniciativa privada.

En 1991 la inflación cayó al 400%, un año más tarde al 73%, y de 1997 a 2020 no superó el 10%; mientras el PIB per cápita, después de haber caído en 1992 a los niveles de 1960, comenzó a recuperarse en 1993. Del 2000 al 2009 el crecimiento promedio del PIB per cápita fue de 4%, situación similar a la de la década 2010-2019, donde el crecimiento del PIB per cápita triplicó al de América Latina.

La pobreza tardó una década para comenzar a disminuir. En 2004 aun alcanzaba un 58% de la población, pero en 2019 había caído al 20%, 38 puntos porcentuales, más de nueve millones de personas.

Perú, no la Bolivia de Evo o el Ecuador de Correa, fue el país latinoamericano que más redujo la pobreza en los últimos 15 años.

Las cifras indican que el modelo de libre mercado ha funcionado satisfactoriamente, y lo haría mejor si Perú no estuviese en el lugar 101 de 398 países del Índice de Percepción de Corrupción, si no tuviese un presidente encarcelado por asesino y corrupto, otro suicidado y varios más envueltos en investigaciones por malversación.

Lo que quiere Pedro Castillo

Basado en un difuso reclamo popular que Pedro Castillo pretende encarnar, este llevará a la economía los problemas de la política, volviéndose a un modelo fracasado y peligroso, pues convertir al Gobierno en propietario de facto del sector más productivo del país —la explotación minera— y hacer de esa riqueza un comodín para el gasto público, puede llevar a la situación que vive Venezuela, que subsidió todo tipo de programas con los ingresos petroleros, arruinando la economía privada, y desplomándose cuando cayó el precio del petróleo.

Está demostrado que el crecimiento económico, no la redistribución, es lo que saca al país de la pobreza. También se conoce —para disgusto de políticos y economistas, personajes con tendencia a la ingeniería social— que toda redistribución disminuye la creación de riquezas.

¿Está Perú en condiciones de primar la redistribución sobre la creación?

Lo más probable, es que junto con la perdida de eficiencia que implica toda estatalización, sobrevenga un aumento de la corrupción, una espantada de los inversores internacionales, un desplome de la moneda nacional y un retroceso en las libertades individuales. Probablemente, una nueva Década Perdida.