En una de las esquinas de la Medan Merdeka (Plaza de la Independencia) confluyen decenas de marchas desde numerosos puntos de Yakarta, la caótica capital de Indonesia. Ataviadas con kufiyas, miles de personas protestan por la situación en Gaza, a solo unos metros de la embajada de Estados Unidos y de la Nunciatura Apostólica del Vaticano.
La manifestación política no resulta rara al espectador occidental, habida cuenta del drama de la población civil gazatí tras el ataque terrorista de Hamás a Israel y de la respuesta de Benjamín Netanyahu. Que los palestinos y sus defensores reclamen paz y vida no debería preocupar a nadie, pero —¡ay! — la alarma democrática se enciende al quedar expuesto el motivo.
Una gigantografía de Ismail Haniyeh preside el acto. Se trata del líder político del grupo terrorista Hamás, eliminado por Israel días antes. Si se reivindica a Haniyeh, cualquiera cae en cuenta de que ¡la protesta no es por la paz, sino a favor de la guerra!
El traffic jam capitalino, incluso en sábado, dificulta los movimientos del río humano en torno a la cabecera. Según la ONU, hay casi seis millones de refugiados palestinos en Indonesia, que es el mayor país musulmán del mundo. Alrededor de la Merdeka radican las instituciones gubernamentales, a falta de la terminación de Nusantara, la nueva capital, en la isla de Borneo. No hay demasiada presencia policial en la zona. Ni en ninguna otra parte de la Indonesia recorrida.
El Gobierno de Joko Widodo, cuyo mandato finaliza en unas semanas, condenó "enérgicamente" la eliminación del jefe terrorista, y su embajador en Qatar asistió al funeral. No está clara la postura del presidente electo, el polémico exgeneral Prabowo Subianto, de viaje en Moscú para buscar la bendición de Vladimir Putin. Igualmente concernidos se sintieron los líderes musulmanes locales, a quienes no parece importarles la catadura del personaje, siempre que haya sido "fiel" al Islam.
Los actos de un jefe terrorista, cualquiera que fuese su religión, tendrían que funcionar como revulsivo. Pero la democracia, en general, no vive sus mejores tiempos, mucho menos en Oriente Medio y el sudeste asiático. El panorama resulta desolador.
Sobre Prabowo, actual ministro de Defensa y próximo gobernante de Indonesia, pesan serias acusaciones de violaciones de derechos humanos. Sus años como jefe militar en la dictadura del general Suharto —y su discurso populista— se observan con preocupación. Ganó con el 58%, y las ONG se preparan para lo que se avecina.
La crisis israelo-palestina es una granada sin espoleta en la palma de la mano. Las irracionales adhesiones de unos y otros impiden soluciones a medio y largo plazo. Que la amenazada Israel sea la única democracia real de la región, no es salvoconducto para la aniquilación total del contrario. Que Hamás sea visto como solución por una cantidad nada despreciable de musulmanes, es la constatación de que no hay luz al final del túnel. Ambas partes se atrincheran.
Israel continúa ocupando territorios, autorizando nuevos asentamientos y matando a miles de civiles en su necesaria pero errática respuesta. El Estado hebreo tiene derecho a defenderse, a responder con fuerza el ataque de sus enemigos; pero no a la destrucción de Palestina. Cualquiera sabe cómo terminaron experiencias similares en otras partes del mundo.
Hamás, una parte de la población palestina e Irán niegan a Israel el derecho a existir. Son enemigos retroalimentados.
Aunque en modo alguno resultan comparables, habría que recordar a Israel sus ineludibles responsabilidades democráticas: no permitir violaciones de derechos humanos, cumplir las resoluciones internacionales y respetar las leyes de la guerra.
La solución pasa por la existencia de dos Estados con fronteras seguras, la reprobación internacional (de verdad) de Hamás y Hezbolá y el entendimiento regional. Lo contrario es muerte y barbarie, en Gaza o en la Plaza de la Merdeka.
No se trata de " todos los musulmanes apoyan a Hamás " se trata de los Jeques y Sultanes que viven del negocio antisionista y del terrorismo. Hay que hacer y apreciar la diferencia que existe, entre Hamás y el pueblo palestino Hamas no es Palestina ni es su pueblo, lo que la prensa une las dos causas, si los palestinos en lugar de vivir de las donaciones de miles de millones anualmente se hubieran dedicado a construir un país y no a tratar de destruir otro. Entonces el que tiene que preocuparse es Israel. Pero la ausencia de sentido común es más proverbial que la inteligencia colectiva.
A un milímetro de ponerse una kufiya y gritar ; Debout ! les damnés de la terre ! Debout ! les forçats de la faim ! ...
La higiene también escasea en DDC ...