La Madre Teresa de Calcuta estuvo en 1988 en Managua. El cardenal Obando le organizó una cena y la autora de este libro y su hijita de seis años fueron invitadas. De pronto la santa —que entonces no lo era de derecho, pero sí de hecho— le dijo a la niña: "Cuida mucho a tu madre porque ella tiene una misión en esta vida".
Ella, la autora, sonrió amablemente y no le creyó. Pensó que se lo decía por pura cortesía.
Su libro ha sido leído con deleite durante tres días. Deleite y horror, como esas películas tremendas en las que el placer se deriva del miedo que pasamos. Está escrito en una prosa directa, sin pretensiones ni trampas estilísticas. El libro, sencillo y bien editado, con numerosas fotografías, casi todas a color, incluso las que son desagradables. invita al lector. Se titula Convirtiendo lágrimas en sonrisas.
La autora viajaba en el vuelo 414, en un Boeing 727, junto con su marido, un prominente hombre de negocios nicaragüense. Ella estaba inquieta. Era el 21 de octubre de 1989. Su país de adopción, Nicaragua, se preparaba para las elecciones en que saldría electa Violeta Chamorro en febrero de 1990. Se despedirían, pensaban que para siempre, del malvado sandinismo tras más una década de pesadilla.
Se trataba de un vuelo regular de la línea hondureña TAN SAHSA. Llevaba 138 pasajeros y ocho tripulantes. Solamente sobrevivieron 11 personas. Fue un accidente provocado por el error humano de los pilotos. El peor de la aviación centroamericana. El avión se desintegró contra un cerro cercano a la capital hondureña. Los restos se incendiaron tras el impacto. Escrito así parece un parte dado a una compañía de seguro, pero fue un increíble pandemonio en el que el humo negro destrozó los pulmones de los damnificados.
La autora fue salvada por su marido. Con el rostro y los brazos quemados (perdió varios dedos de la mano izquierda) logró desatar a su mujer y cargarla. Todos los huesos de su esposa se habían quebrado. Todos: los de la cabeza, el tronco y las extremidades. Fue entonces que ella comenzó a pensar que, si salía con vida, se dedicaría a evitar que otras personas quedaran desfiguradas por el fuego. Nadie, especialmente los niños, merecía una vida como esa. Tras las primeras curas en Tegucigalpa, marido y mujer fueron trasladados a Miami. Le hicieron decenas de operaciones en el rostro, la mayor parte a través de la boca, e innumerables trasplantes de hueso e injertos de piel.
El mago de la cirugía plástica, Dr. Anthony Wolfe, desarrolló procedimientos nuevos para intervenir a su muy estropeada paciente. Estuvo meses, años, en cirugía, sin poder hablar, muerta de dolor, comunicándose por medio de gemidos que la madre lograba descifrar. Se aficionó a la morfina. Costó Dios y ayuda sacarse del cuerpo esa droga terrible. Afortunadamente, la familia le respondió muy bien. Sin ella acaso habría muerto de soledad y tristeza en medio de un mar de batas blancas.
Se llama Vivian Fernández de Pellas y el marido es Carlos Pellas Chamorro, uno de los empresarios más diversificados de Nicaragua, Estados Unidos y América Latina: azúcar, ron, hoteles, bancos, automóviles, construcciones y un largo etcétera.
Carlos Pella Chamorro desciende de un italiano genovés, notable aventurero —como los Vicini de República Dominicana—, que llegó a Managua en el siglo XIX, atraído por el paso de las caravanas estadounidenses que transitaban de una costa a la otra. Entonces, atravesar los Estados Unidos era más peligroso y lento. Se quedó enamorado del país y de sus gentes. Ahí comenzó la saga.
Vivian es cubana. Llegó a Nicaragua siendo una niña. La familia, sin un centavo, se trasladó al país en agosto de 1961, tras una redada masiva que hubo en Cuba, donde su padre estuvo detenido en un teatro durante muchos días. Las cárceles no daban abasto para tantos presos políticos. Otra vez se cumplía la regla del furor trabajador de los emigrantes. A poco de llegar la familia al exilio, ya estaban encaminados.
La riqueza está en la gente, en los emprendedores. En ese 20% que persigue sus sueños y arrastra al 80% restante como si fuera un torbellino. Unos son como Jeff Bezos, el fundador de Amazon, otros crean un modesto restaurant o una barbería. Sobre ellos se construyen, las sociedades.
La Madre Teresa de Calcuta tuvo razón. Vivian y Carlos Pellas han fundado APROQUEN en Managua. Tienen una unidad de quemados que es la mejor de América Latina. La corporación corre con todos los gastos. Eso se llama tener conciencia social. ¿De qué vale ser una persona económicamente exitosa si estás rodeado de una pobreza infinita y no haces nada por evitarlo? Vivian Pellas tiene una misión: convertir las lágrimas en sonrisas. Con frecuencia, lo logra.
Vivian Pellas, Convirtiendo lágrimas en sonrisas (Ediciones y Distribuciones Dipon Ltda., 2020).
No leo ningún articulo de este traidor senil. Hijo de mala hierva.
T R U M P - P R E S I D E N T E gustele o no al sr montaner
Qué buena acción. Muy emprendedores. Pero no puedo leer el libro. Hay que comprarlo.
Hermosa labor.