El diario Global Times, cercano al Partido Comunista Chino, lanzó una amenaza directa de boicot contra los productos del gigante de la moda español Zara por, supuestamente, apoyar las protestas en Hong Kong.
En una nota muy crítica, la publicación en inglés y dirigida sobre todo a diplomáticos, multinacionales, extranjeros residentes en China y a quienes desean conocer la posición oficial del Gobierno, aseguró que existe indignación entre numerosos ciudadanos chinos al descubrir que durante la jornada de huelgas y paros que sacudió la excolonia británica este lunes, todos los establecimientos de la firma excepto uno permanecieron cerrados.
"Ya no voy a comprar más su ropa, de todos modos la calidad no es muy buena", dijo un anónimo internauta llamando al boicot, según Global Times. "Los chinos no son un cajero automático, creo que Zara piensa que ya ha hecho suficiente dinero en China", señaló otro, de acuerdo con el resumen del diario español El Confidencial.
La amenaza de boicot podría poner en peligro las ventas de la multinacional en China, que para Inditex supone el segundo mercado a nivel global después de España, y donde tiene más de 620 tiendas en 68 ciudades.
Aunque aún no está claro por qué los establecimientos de la marca estaban cerrados, aparentemente la decisión tuvo solo alcance local en Hong Kong para evitar complicaciones ante unos posibles disturbios que, con una frecuencia cada vez mayor, se vienen produciendo en estas protestas.
Por su lado, Inditex reaccionó con rapidez, publicando un mensaje en Weibo, la red social más extendida en China, en la que se desmarcó del movimiento contestatario. "Zara apoya la integridad de la soberanía territorial de la República Popular de China y siempre ha apoyado el modelo de 'un país, dos sistemas'", además de que la firma "nunca ha expresado ninguna opinión o adoptado acción alguna" en apoyo de estas protestas, aseguró.
Este tipo de presiones no es nueva y ha sido denominada diplomacia de la "porcelana rota" o "pengci", en chino, que califica el uso de pretextos para lanzar campañas de supuesta indignación que obliguen al adversario a modificar su comportamiento. Bajo ese mecanismo, China lleva años expulsando a la competencia extranjera con cualquier excusa.
Para los analistas, la campaña contra Zara es solo un mensaje a las empresas extranjeras para que se acomoden a las líneas rojas de Pekín. En las últimas semanas, empresas como Cathay Pacific, o Taipan Bread and Cake, han sido presionadas por las autoridades chinas por su presunto respaldo a las movilizaciones.
Zara es la primera gran firma extranjera en encontrarse ante esta situación. Con este movimiento, Pekín subraya que está dispuesto a subir la apuesta implicando a empresas internacionales, dejando claro que no tolerará ninguna injerencia política por su parte.
El Gobierno de China lleva meses culpando a "la interferencia extranjera" de las movilizaciones en Hong Kong, especialmente a EEUU y el Reino Unido. En junio, cuando quedó claro que las protestas iban a continuar pese a la retirada del proyecto de Ley de Extradición que las había motivado, los medios chinos empezaron a difundir una serie de rumores, como que los manifestantes habían recibido al menos 500 dólares hongkoneses de manos de agentes estadounidenses o que muchos de sus líderes habían viajado a Washington.
Se presentaron como evidencias las imágenes de manifestantes marchando con banderas del Reino Unido o EEUU, y fotografías de occidentales mezclados entre la multitud. Muchos de estos resultaron ser simplemente periodistas o estudiantes residentes en la colonia, que rápidamente aclararon el malentendido.
"La verdad es que esto es el 'modus operandi' estándar de Pekín. En cada ocasión en que se enfrenta a discordias regionales o étnicas, le echa la culpa a la injerencia extranjera", explicó Michael C. Davis, académico con base en Hong Kong y experto del Centro Wilson de Washington, en una entrevista con The Wall Street Journal.
Pero hay indicios de que entre los cuadros del Partido Comunista de China el temor a la injerencia extranjera es genuino. Desde hace tiempo, China sospecha que EEUU podría orquestar una 'revolución de colores' para desestabilizar el país.
"Culpar de lo que es claramente un movimiento popular con un gran apoyo social a oscuras fuerzas extranjeras refleja la falta de disposición a reconocer que la oposición de Hong Kong al proyecto de ley se debe a una arraigada desconfianza sobre China. Pero es también un signo de advertencia sobre la profundidad de la paranoia sobre el mundo exterior entre el liderazgo chino de hoy", afirmó Hilton Yip en un artículo en la publicación Foreign Policy.
China lleva años preparándose para un escenario de este tipo: hace dos años, anunció la creación de un 'think tank' chino-camboyano en Phnom Penh para investigar e intercambiar información sobre la prevención de revoluciones de colores, después de que el presidente de Camboya, Hun Sen, hubiese denunciado haber sido objeto de un intento de derrocamiento de este tipo por parte de EEUU.
En enero de este año, el ministro de Seguridad Pública, Zhao Kezhi, declaró que la Policía china tiene entre sus deberes "fomentar la prevención y la resistencia ante 'revoluciones de colores' y luchar firmemente para proteger la seguridad política de China" y "responder contra todo tipo de infiltración y actividades subversivas por parte de fuerzas extranjeras hostiles".
A la paranoia ha contribuido también un tuit de Donald Trump asegurando que no puede imaginarse "por qué algunos culpan a EEUU de las protestas". En el análisis de Pekín pesa la situación de guerra comercial cada vez más abierta con Washington. Muchos concluyen que, al azuzar las protestas, Estados Unidos quiere desestabilizar China para obtener ventajas en las negociaciones.
Pero según The Wall Street Journal, el propio Trump dio instrucciones a sus negociadores para que no presionen al lado chino con el tema de Hong Kong para no dañar el diálogo, y su reacción, hasta ahora, ha sido la contraria: señalarle a Xi Jinping que no se opondrá a una respuesta firme ante los disturbios.
A EEUU, de hecho, las protestas no le convienen. "La estabilidad y el 'statu quo' en Hong Kong sirven bien y de forma lucrativa a los intereses estadounidenses", señaló un artículo de The Economist sobre la cuestión. "Algunas de las mayores corporaciones de EEUU confían en los mercados abiertos, el sistema legal transparente, el internet sin censura, los enlaces de transporte modernos y la gobernanza pronegocios de la ciudad para acceder a los vastos mercados chinos", indicó.