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Política

EEUU-China, la guerra fría tecnológica

Autos sin conductor, cirugías a distancia y agricultura robotizada son algunas de las promesas de la tecnología 5G.

Madrid

La 5G, o quinta generación de telefonía móvil, constituirá un salto cuántico en la tecnología inalámbrica y depara un futuro inmediato digno de la ciencia ficción: hogares y autos autónomos, cirugías médicas a distancia, agricultura robotizada, ciudades inteligentes, interconexión digital de todos los objetos cotidianos.

En la próxima década se verán las primeras implementaciones en este campo. De hecho, China, que es el país que encabeza esta carrera delante de Estados Unidos y Corea del Sur, ha tomado las medidas necesarias para el lanzamiento de la red 5G para 2020, con la liberación del espectro de banda necesario.

El impacto previsto en la economía mundial es colosal. Tan solo en EEUU se estima que el desarrollo de esta industria aportará una expansión económica de unos 500.000 millones de dólares y la creación de más de tres millones de empleos.

La tecnología, una cuestión de seguridad nacional

Naturalmente, la lucha por el dominio en la 5G se acompaña de una pugna por la hegemonía en el tablero mundial. El primer país en introducir un modelo 5G comercialmente viable tendrá la capacidad de dictar en cierta medida los estándares de la tecnología, exportando a la vez la infraestructura para su implementación.

No es de sorprender que las principales potencias hayan hecho de este rubro una prioridad, asociándolo a las cuestiones de seguridad nacional. Así, en los últimos años el Gobierno chino ha obrado por una mayor compenetración entre las compañías tecnológicas civiles y militares. Una política que incluso ha sido plasmada en la Constitución, en 2017, lo cual llevó a la creación de una entidad de supervisión de este proceso. 

Por su parte, EEUU ha estado llevando adelante una iniciativa similar, tras poner en pie en 2015 la Unidad de Innovaciones de Defensa, radicada no muy lejos de la sede de Google en Sillicon Valley, con el objetivo de lograr una relación más estrecha entre las empresas tecnológicas y la industria militar.

Además, la rivalidad entre ambas naciones por la primacía tecnológica se ha reflejado en prácticas de vigilancia o de obstaculización de las empresas procedentes del país antagonista.

Los documentos que reveló en 2013 el analista Edward Snowden prueban, por ejemplo, que al menos la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) espió al gigante tecnológico chino, Huawei, y a su fundador durante los mandatos de George W. Bush y de Barack Obama. 

A su vez, como reveló un reportaje de Bloomberg el año pasado, el régimen chino habría espiado a decenas de firmas estadounidenses, entre ellas Apple y Amazon. Estas, sin embargo, desmienten haberse visto afectadas por tales prácticas.

El régimen chino, además, aplica bloqueos comerciales y censura a empresas como Google o Facebook, favoreciendo en el mercado local el desarrollo de las firmas chinas. 

Una dinámica de sanciones y represalias

En este contexto se enmarca la orden ejecutiva que, en mayo pasado, firmó el presidente de EEUU, Donald Trump, para prohibir que las empresas estadounidenses utilicen servicios de firmas de telecomunicaciones extranjeras que pongan en peligro la seguridad del país. 

En la lista negra, que siguió a esta declaración de "emergencia nacional" en las telecomunicaciones, se incluyó a Huawei, el segundo mayor productor de celulares del mundo y el mayor proveedor mundial de redes 5G.

La Casa Blanca alegó que no se puede confiar en los productos de Huawei, porque Pekín puede exigirle su colaboración para obtener acceso a secretos industriales y a todo tipo de informaciones confidenciales.

Ya el año pasado el mandatario estadounidense había promulgado una ley mediante la cual se prohibía a los funcionarios gubernamentales, las agencias federales y sus contratistas obtener los equipos y servicios de la empresa china. Además, el Pentágono denegó a las empresas minoritarias que sirven a las bases militares vender dispositivos tanto de Huawei como de la también empresa china ZTE.

La veda del mercado estadounidense es un duro golpe a la industria tecnológica china en su punto más vulnerable, la producción de semiconductores. Los semiconductores son indispensables para la fabricación de teléfonos inteligentes de alta gama y para el desarrollo de la tecnología 5G. Y en este sector EEUU sigue siendo el líder mundial.

El año pasado, por ejemplo, las importaciones chinas de semiconductores sobrepasaron los 300.000 millones de dólares, siendo más importantes que las de petróleo. 

Los directivos de Huawei insisten en que las alegaciones de espionaje en su contra nunca han sido probadas. Y las autoridades chinas ven las medidas de la Casa Blanca como una manera de obstaculizar la expansión tecnológica del gigante asiático.

De hecho, Pekín dio a conocer a principios de junio que elaborará su propia lista negra de empresas extranjeras poco fiables, es decir, que violen sus obligaciones contractuales hacia contrapartes chinas, que adopten medidas discriminatorias para perjudicar a las empresas chinas –una manera de poner en la mirilla a las compañías que ya han dicho que acatarán las sanciones estadounidenses contra Huawei u otras firmas chinas– o que perjudiquen la seguridad y los intereses del gigante asiático.

El Gobierno chino también ha barajado la posibilidad de limitar sus exportaciones de tierras raras a EEUU. 

Tierras raras es la denominación de un conjunto de minerales cuya extracción presenta múltiples dificultades y que resultan indispensables para la construcción de computadoras, celulares, coches eléctricos, microondas, fibra óptica, láseres, misiles, satélites, etc. 

China es el mayor proveedor de estas materias, pues acapara no solo el 80% del suministro mundial, sino que también procesa el 85% de las tierras raras usadas en la producción global.

Por lo pronto, EEUU ha instado a sus aliados a seguirlo en la veda de Huawei, sin lograr un consenso. Australia, Nueva Zelandia y Japón han vetado a la empresa china en el desarrollo y despliegue de la tecnología 5G, mientras que en Canadá, India o en países europeos como Alemania, Reino Unido o Francia se han iniciado investigaciones sobre el fabricante. 

La Unión Europea, sin embargo, no ha fijado hasta ahora una posición común.

El Gobierno ruso, en cambio, ha abierto recientemente sus puertas a Huawei para el desarrollo de las redes 5G en Rusia.

No es de descartar que EEUU y China alcancen una tregua en la guerra comercial que los enfrenta desde hace un año y que el cese de las hostilidades repercuta en un ablandamiento de las restricciones estadounidenses al gigante chino de la tecnología.

Aun así, la senda ya está trazada para los tiempos venideros en la carrera por la primacía tecnológica. Washington hará todo lo posible por obstaculizar el avance de China, mientras que Pekín continuará reforzando sus colosales programas de desarrollo para reducir su dependencia tecnológica de EEUU.

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