"Hemos perdido todo el centro moderado y no hemos retenido ni un radical", se lamentaba el domingo por la noche un dirigente del Partido Popular (PP) citado por Eldiario.es, tras el varapalo sufrido por su formación política en las elecciones generales celebradas en España.
El partido histórico de la derecha española ha padecido la peor derrota de su historia. En relación con las legislativas de 2016, el PP ha perdido 3,6 millones de votos y 71 escaños, quedando con tan solo 66 diputados, cuando nunca había caído por debajo de los 100 escaños en el Congreso.
Factores de la debacle
Varios factores explican este fracaso. El primero es la fragmentación inédita del voto de derechas entre el centro ocupado por Ciudadanos (Cs) y el ala extrema representada por Vox. El PP no supo articular un discurso capaz de librarlo de semejante tenaza.
En realidad, y este es otro elemento relevante, el partido dirigido por Pablo Casado operó en los últimos meses una derechización a ultranza de su programa con el fin de emular a Vox. Por lo visto, la estrategia no resultó. Los votantes atraídos por las propuestas de la extrema derecha prefirieron el original a la copia, mientras que el electorado moderado buscó refugio en Cs.
Tampoco hay que descartar la avalancha interminable de casos de corrupción que durante la última década han afectado seriamente la imagen del partido.
Todo esto habría concurrido en cierta medida a la irrupción de Vox en el Congreso con 24 parlamentarios y el 10% de los sufragios. La emergencia de Vox también se enmarca en un contexto europeo caracterizado por la progresión de la extrema derecha. Una dinámica en la que, hasta ayer, España era una excepción.
Pero, sin dudas, el ganador en el bloque de derecha fue Cs. Si bien el partido de Albert Rivera queda a nueve escaños del PP, su notable ascenso (25 escaños suplementarios y 850.000 votos más que en 2016) le permite hacerse con el liderazgo simbólico de la derecha y enfrentar la legislatura con la meta de desplazar definitivamente al PP.
La hegemonía socialista
La fragmentación de la oposición no hizo sino darle más contundencia a la victoria del Partido Socialista (PSOE). La formación encabezada por Pedro Sánchez consiguió el respaldo del 28,7% del electorado, siendo el único partido en rebasar el 20% de los sufragios, para cosechar 123 diputados, sacando casi 60 escaños de ventaja a su seguidor más cercano, el PP.
La victoria socialista se debió en buena medida a la fuerte movilización del electorado de izquierda (la participación fue un 9% superior a la de 2016) para contener el avance de la extrema derecha.
También contribuyó el saldo de la gestión gubernamental socialista durante el breve mandato de Pedro Sánchez. El Gobierno insistió en la aprobación de un paquete de medidas sociales, en sintonía con la tradición progresista de su base electoral, y a la vez, en contraste con los anteriores gobiernos del PP, no tuvo que hacer frente a ningún gran escándalo de corrupción.
En cambio, la coalición de izquierda Unidas Podemos sufrió una caída estrepitosa al perder 30 escaños en el Congreso y cerca de 1,3 millones de votos.
Este descenso se explica, en parte, por la transferencia del voto útil hacia el PSOE. Pero, sobre todo, por las fuertes divisiones internas que han marcado estos dos últimos años a uno de los integrantes de la coalición, Podemos, y que lo han dejado al borde de la implosión.
Los tejemanejes políticos en que la formación se ha involucrado y el verticalismo con que Pablo Iglesias la rige han terminado por sepultar la imagen de renovación que la acompañó en los primeros tiempos.
Aun así, Unidas Podemos podría ser, desde el restablecimiento de la democracia, la primera fuerza a la izquierda del PSOE en formar parte de un gobierno español.
Otro dato importante es la victoria de las fuerzas independentistas en Cataluña. Con la peculiaridad de que fue la formación más pragmática, Izquierda Republicana de Cataluña (ERC, por sus siglas en catalán), la que se impuso claramente ante la más pugnaz, Juntos por Cataluña.
Con semejante panorama, todo apunta a que el PSOE formará Gobierno con el aval de Unidas Podemos, el nacionalismo vasco y probablemente ERC, dado que la dirección de Cs ha rechazado de plano una alianza con los socialistas.
Queda por ver, sin embargo, si los socialistas intentarán gobernar solos o en coalición con Unidas Podemos, y cuánto apoyo lograría recabar el PSOE entre los independentistas para la investidura de su Gobierno.
Lo más probable es que no se logren acuerdos entre las distintas formaciones antes de las elecciones municipales y autonómicas del próximo 26 de mayo, puesto que los partidos estarán todavía en plena contienda electoral, buscando en los distintos escenarios regionales reforzar o revertir las relaciones de fuerza plasmadas por las urnas este domingo.