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Política

López Obrador, ¿autoritario o pragmático?

En un país asolado por la violencia y la corrupción, las promesas de cambio han encontrado un eco favorable.

Madrid

No hubo sorpresa de última hora en México. Tal como lo venían anunciando las encuestas, Andrés Manuel López Obrador consiguió una amplia victoria en las elecciones de este domingo, superando por más de 30 puntos a sus seguidores. Y la coalición que lidera su partido, Movimiento Regeneración Nacional (Morena), roza la mayoría absoluta en el Congreso.

Este resultado viene a consagrar una campaña manejada con suma eficacia. En primer lugar, López Obrador supo tejer una alianza, Juntos Haremos Historia, capaz de aglutinar un amplio espectro del electorado al aunar formaciones de izquierda, Morena y el Partido del Trabajo (PT), con otra de perfil conservador, el Partido Encuentro Social (PES), sin que las diferencias propias de un conjunto tan heterogéneo se tradujeran en encontronazos estridentes durante el proceso electoral.

De igual modo, el líder de Morena logró sellar un acercamiento de última hora con el empresariado mexicano, después de meses de ataques cruzados entre ambas partes.

Sin embargo, en ningún momento López Obrador dejó de insistir en los temas que ha enarbolado a lo largo de su carrera política: la lucha contra la pobreza y la búsqueda de justicia social. 

Todo esto le ha permitido ir perfilando estos meses la imagen de un político moderado pero consecuente.

Adversarios inconsistentes

No obstante, otros factores confluyen en la victoria arrolladora de López Obrador, empezando por la estrategia fallida de sus rivales. Al oficialismo, por ejemplo, no le salió bien la elección como candidato de un tecnócrata, José Antonio Meade, que no es miembro del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y fue ministro en el gabinete de Felipe Calderón. Algo que sentó mal en no pocos sectores del priismo, cuyos votos terminaron favoreciendo a López Obrador. 

Por su parte, la coalición entre el derechista Partido Acción Nacional (PAN) y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), Por México al Frente, encabezada por Ricardo Anaya, se caracterizó por sus desavenencias internas, dando la imagen de una alianza poco viable. Además, las sospechas de financiación ilegal ensombrecieron su campaña.

Por si fuera poco, hubo un cruce de fuego constante entre Ricardo Anaya, de un lado, y, del otro, José Antonio Meade y Enrique Peña Nieto, que terminó a la postre en una guerra de desgaste entre el PAN y el PRI.

De todos modos, estos partidos, al haber acaparado sucesivamente el poder en lo que va de siglo, partían con desventaja para responder a la exigencia de cambio que se ha apoderado de la ciudadanía. No en balde, con el 53% de los votos, López Obrador es el presidente con mayor número de sufragios en la historia reciente de México.  

Panorama sombrío

El candidato de la izquierda ha sabido pues canalizar el hartazgo de la población ante la situación que vive el país, donde la violencia, la corrupción y la desigualdad se han agudizado desde principios de siglo.

Así, desde que se iniciara la guerra contra la droga en diciembre de 2006, en la nación azteca ha habido aproximadamente 200.000 homicidios y 30.000 desapariciones. Y el año en curso está registrando un recrudecimiento de la criminalidad con un promedio de 90 asesinatos diarios.

Un contexto en el que las carencias del sistema judicial quedan al desnudo. El país cuenta con un promedio de jueces y magistrados (3,9 por 100.000 habitantes) cuatro veces inferior al promedio mundial (16 por 100.000). Además, los cuerpos de policía estatales sufren un déficit de 120.000 agentes. 

Por tanto, no es de sorprender que la tasa de impunidad sea asombrosamente elevada. Solo se resuelven 0,7% de los delitos cometidos.

Por otra parte, la corrupción es un mal que golpea cotidianamente a los ciudadanos. Se estima que anualmente engulle el 2% del PIB. De modo más concreto, los hogares de clase media tienen que desembolsar por año, en promedio, el 14% de sus ingresos en sobornos, mientras que para los hogares más desfavorecidos estos gastos representan la tercera parte del salario.

La desigualdad es otro de los lastres del país. En 2015, un informe de Oxfam estima que al 1% más rico de la población le corresponde el 21% de los ingresos totales y que el 10% más rico concentra el 64% de toda la riqueza del país, mientras que más de la mitad de los mexicanos viven en situación de pobreza.

En este panorama las promesas de profundo cambio social, formuladas por López Obrador, han encontrado un terreno propicio.

En lo adelante, con la fuerte irrupción de Morena y sus aliados en el Congreso, se inicia una nueva etapa en la política mexicana. El sistema de partidos que ha marcado las tres últimas décadas, girando en torno al PRI, al PAN y al PRD, ha saltado por los aires.

Queda por ver, en los próximos días, la configuración definitiva del Poder Legislativo. Si Juntos Haremos Historia logra la mayoría absoluta, López Obrador contará con el aval necesario para implementar su programa de reformas. Aun así tendrá que velar por las contradicciones latentes en la coalición que lidera.

De no concretarse la mayoría absoluta, el nuevo mandatario tendrá que negociar con el resto de las fuerzas políticas.

En cualquier caso, a partir de ahora podrá verse cuál será el tenor de su presidencia. Sus defensores apelan al pragmatismo. Sus detractores lo tachan de mesiánico y autoritario. 

Por lo pronto, en su discurso de victoria, López Obrador ha intentado calmar los ánimos: "los cambios serán profundos, pero se darán con apego al orden legal establecido. Habrá libertad empresarial, libertad de expresión, de asociación y de creencias". El tiempo dirá. 

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