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Aniversario 11J

11J, represión, boda, amor: la vida de dos jóvenes cubanos en medio de la injusticia del Gobierno

César Adriám Delgado Correa, manifestante el 11J, cumple una sentencia de cinco años en la prisión de máxima seguridad de Agüica donde se ha casado.

Madrid
César y Roxana.
César y Roxana. Roxana García Pedraza/Facebook

El 11 de febrero de 2022 César Adriám Delgado Correa y su pareja Roxana García Pedraza se casaron en la prisión de Agüica, municipio Colón, Matanzas. César lleva casi un año preso por protestar el 11 de julio de 2021 y me ha escrito una carta.

"Alfre, del casamiento qué te cuento, toda una boda presidiaria ja ja. El día conspiró en nuestra contra, todo parecía ir mal, pero sucedió, llegaron a la celda a buscarme y cuando vi a mi musa olvidé las esposas y rejas, me llené de libertad", comienza la carta.

César ya lleva cinco años con Roxana y le pidió matrimonio durante una visita en Agüica. Ella le preguntó varias veces si estaba seguro e incluso lo dejó por unos minutos con sus padres para que lo pensara bien. Luego ella aceptó y no se habló más del tema.

Durante los próximos diez días Roxana se movilizó e hizo todos los trámites correspondientes. El 11 de febrero alquiló un carro, buscó a un notario y se apareció en Agüica vestida de blanco. En la garita le dijeron que para dónde iba. Al parecer a Roxana le autorizaron casarse con César, pero dentro de la prisión no se notificó.

Sobre cómo celebrar bodas el reglamento del sistema penitenciario cubano no establece nada. La Ley del Registro Civil sí regula el procedimiento para que los notarios se trasladen a donde se celebra el matrimonio.

En estos momentos la causa de César está pendiente en el Tribunal Supremo Popular. La familia cambió de abogado y cree que cinco años es mucho para alguien que jamás había cometido un delito. Además, César era un "buen chamaco", graduado de la Universidad. Cumplía el servicio social como profesor de voleibol en el Combinado Deportivo Frank País de Colón cuando fue detenido.

En la sede Camilo Cienfuegos de la Universidad de Matanzas compartí albergue con César durante tres años. Le decía "Lavamanos" por la profunda hendidura que tiene en el pecho. Todos los días entraba a vender dulces a su cuarto y siempre lo veía jugar dota, leer o hacer ejercicio para adelgazar aún más.

César nunca tomó ron con los tomadores de ron, sí fumaba. Cuando se despertaba cogía un cigarro sin levantarse de la cama y lo disfrutaba boca arriba.

Le gustaba porfiar sobre cosas que daba en la carrera. No perdía la oportunidad de poner en valor alguna curiosidad fisiológica.

En un antebrazo César tiene un tatuaje precioso sobre El Principito. Estaba muy bien hecho, pero siempre le dábamos chucho por la cantidad de colores que tenía.

En 2018 yo me fui a terminar la carrera a La Habana y creo que nunca más vi a César. Solo hablamos un par de veces por Messenger. En una de esas conversaciones (septiembre del 2019), me dijo que cuando se graduara vería como irse para "La Yumai Yumai".

Por ese entonces percibí que César ya se oponía abiertamente al Gobierno. Su perfil de Facebook estaba lleno de la realidad cubana que no sale por los medios oficiales.

Hasta este punto César me parecía un joven cualquiera de mi generación. El acceso a internet ha provocado que algunos de nosotros ya no prediquemos a ciegas el credo del poder político en Cuba.

Por desgracia, la actividad de César en redes sociales condicionó su futuro. Cuando salió a las calles de Colón el 11 de julio de 2021 ya llevaba tiempo marcado. Tenía a un oficial de la Seguridad del Estado que lo seguía.

A Roxana no le importaba el lugar o las condiciones, solo quería casarse lo antes posible. La fecha sí la pudo escoger. No debía ser otra que un día 11.

"Me dijeron que harían el favor, porque nadie les había hablado de la boda. Me hicieron el requiso y me llevaron para una salita pequeña donde debía esperarlo", recuerda Roxana.

"El momento de unir votos fue lo más alejado a lo imaginado —continúa César en su carta—. Los padrinos fueron oficiales, la tensión erraba mi percepción del tiempo, parecía irreal. La única calma la sentí cuando puse la firma en el papel, la única firma que ha valido la pena en mis 27 años".

Roxana quería darle la sorpresa y lo logró. César no sabía la fecha de la boda. Llegó a la pequeña sala de la ceremonia con las "shakiras" puestas, esposado de pies y manos.

"La fecha la escogió mi señora, nada más acertado que un día 11, además vino vestida de blanco, toda una 'dama de blanco'. Quería hacerlo el 11 de julio, pero además del deseo de prontitud, era obvio que en esa fecha iba a ser imposible, los perros sacarán su camarilla y todo se hermetizará. Ese día la cárcel estará llena de Tropas Especiales como el 15 de noviembre pasado ante la convocatoria de Yunior García", rememora César.

"Luego de ello nada, —continúa la carta— "da unos besos a tu ahora esposa" y cada cual para su lado. Olvidemos para mal esas fantasías de luna de miel y pabellón conyugal que tanto me decían los presos viejos. Eso de que entraban un pastel y participaban los padres de los novios en el acto, NEGATIVO, como me expresó el mayor Pablo, jefe del DTI, cuando me dirigí a él para que me explicara la negativa: '¡Recuerda que tú eres de Operación Dignidad!'. Le respondí con una carcajada y le dije '¿Tanto nos temen?'".

César y Roxana no tienen una foto de la boda.

Desde mucho antes del 11 de julio César tenía a una persona de la Seguridad del Estado que lo seguía ocasionalmente en una moto. Nunca lo llamaron ni le hicieron una citación. Tampoco fue agredido físicamente. Solo en su trabajo le levantaron un acta por quejarse de los altos precios y el escaso salario que percibía.

El 11 de julio de 2021 César salió de su casa rumbo al centro de Colón. En su perfil de Facebook subió un video de 19 segundos donde gritaba: "El pueblo entero en la calle, esto es histórico, ¡esto es histórico mi gente!", mientras hacía una L con su mano derecha.

"¡Abajo el PCC!", gritó otro joven que caminaba a su lado.

César lo secundó: "¡Abajo!".

Este video muestra a César en la primera línea de un grupo de cientos de personas que avanzaba por la calle principal de la ciudad hasta la sede del Gobierno local. Estuvo un rato allí. Cuando vio que tras la dispersión de la masa comenzaron a violentarse tiendas y locales del Estado, decidió regresar a su casa.

Por estos hechos César fue acusado de desacato y desórdenes públicos. Le pedían siete años, pero recibió una condena de cinco años de privación de libertad.

"Con respecto al acontecimiento en general ha sido un antes y un después en la historia de nuestro país lo ocurrido el 11 de julio. Demostró cuanto queda en pie de ese sentimiento de rebeldía nacido desde los criollos ante una injusticia, que de eso ya estamos sobrados", escribe César en su carta desde la prisión de Agüica.

La familia de César supo que sería arrestado gracias a un rumor que lo calificaba como "uno de los que se va a recoger". Decidieron llevarlo para la finca de su padre y así los vecinos de la calle Varona no verían el episodio. El día 15 de julio de 2021 César fue detenido en dicha finca a las afueras de Colón.

"Los tratos esperados —relata César en su carta—, no nos decepcionaron. Declaraciones bajo coacción, torturas psicológicas y físicas como las vividas en la PNR (de Colón) el día 15 (de julio) por mí de manos del jefe de la unidad Yonder, arrestos arbitrarios sin orden alguna, 60 días sin comunicarnos con nuestras familias violando sus mismas leyes, negación de un abogado hasta tanto no entendieran ellos. De hecho, me tomaron cinco declaraciones antes de hablar con mi defensor."

En el cubículo de César en Agüica hay 11 personas presas. Todos tienen condenas de entre 15 y 30 años por crímenes comunes. "Eso es un delito porque César no tiene por qué estar con esas personas. César no es un preso común, hasta los mismos guardias se dan cuenta cuando lo ven", explica Roxana.

Según el listado hecho por Prisioners Defenders de los 1.236 presos políticos cubanos que existían en mayo de 2022, solo se reconoce a una graduada y a un cursante de estudios universitarios. César es uno de los pocos convictos de conciencia con estudios universitarios que hay en Cuba a raíz de las protestas del 11 de julio.

"Denigraciones por parte de los oficiales de cárcel (nos llaman los tirapiedras), nos negaron las visitas reglamentadas después del traslado a Agüica. De hecho, con cinco años de sanción no debería estar en esta prisión de alto rigor, y de estarlo, no debería estar en un piso con sancionados de hasta 40 años de condena, más bien debería estar en campamento", explica César sobre las violaciones con su proceso.

En la prisión de Agüica César no siempre puede llamar a su familia con la frecuencia que lo deben hacer los primerizos: cada cuatro días como máximo. A veces pasan más de diez días y no logra llamar por roturas o falta de electricidad. A pesar de que el reglamento penitenciario establece el corte de cabello hasta los tres centímetros, a todos los pelan a rape.

"Los fiscales evitan atendernos y la rara vez que alguien se les logra acercar, justifican magistralmente las violaciones que se cometen. Al final es como dicen los reos: 'Son la misma familia'," explica César.

"¿Se da golpes? Sí y bastante, pero reconozco que desde que llegamos los 'Dignidad' se detuvieron, las redes sociales fueron un precedente, negativo para ellos", aclara César sobre la importancia de denunciar en el espacio digital todas las violaciones.

"El servicio de correos de Agüica no funciona, las cartas nunca llegan, las condiciones de vida son inhumanas, la comida es asquerosa, dan un solo huevo en vez de dos", continúa César.

La primera prisión de César fue el Combinado del Sur de la ciudad de Matanzas. Allí solo estuvo cuatro meses y sí le deban dos huevos para comer. Cuando llegó al Combinado del Sur lo recibieron con un acto de repudio en el que no faltaron los maltratos verbales y psicológicos.

En Agüica César cuenta que los baños son turcos, como en la mayoría de las prisiones cubanas, pero no hay cerámica, solo cemento. César describe las filtraciones en paredes y techos como obras de arte.

"El servicio médico es reprochable —continúa César—, los médicos son insuficientes y los oficiales indolentes. No hay agujas nuevas para inyectar. Tengo amigos que llevan cuatro años sin la atención correspondiente, con un hospital a nueve kilómetros y sin los medicamentos que llevan."

"El jefe de unidad, el teniente coronel Emilio, es un sádico prepotente que hace de este lugar cuanto quiere sin consecuencias. Entiendo que esto sea a propósito para que Agüica siga siendo el 'hombre del saco' para el preso en Cuba", concluye César sobre su experiencia carcelaria.

Este personaje, el teniente coronel Emilio Cruz Rodríguez, lleva más de 25 años en la prisión de Agüica y ha sido denunciado muchas veces por sus métodos represivos.

La entrada de esta prisión está a cientos de metros de la Carretera Central. En un punto entre Colón y Los Arabos. La vía que lleva de la Carretera Central a la entrada de la prisión tiene en el andén derecho una fila de enormes columnas coronadas por circunferencias, todas de concreto. En esas circunferencias están inscritos los años en que Agüica obtuvo la condición de Colectivo Vanguardia Nacional. Hay unas diez columnas de "reconocimientos".

"Posiblemente lo que salga de ahí sea un monstruo —explica Roxana sobre el cambio de su esposo—. Un monstruo en el sentido de la causa. César cada día sabe más de política, sabe más de leyes. Él ha cambiado demasiado. Los guardias se limitan mucho con él porque sabe sus derechos. Ha tenido mucho tiempo de pensar y de leer. También ha escrito mucho."

"César era muy tranquilo —continúa Roxana—, siempre andaba con sus videojuegos. Le gusta mucho la tecnología. Nosotros le dábamos chucho y le decíamos que yo era la querida, porque su mujer era la computadora. Consumía mucho el Paquete, ahí me buscaba cosas relacionadas con el maquillaje y trucos de belleza que a mí me gustan. Hacía de todo para complacerme."

Roxana dice que su esposo es una persona muy correcta. Nunca tomaba y cuando lo hacía "apenas se mojaba los labios, prácticamente por compromiso". Solo después de dos años de noviazgo César la llevó a su casa. Allí pasaba la mayor parte del tiempo.

"Se sienta en la terraza, vacilando el día con su café y su cigarro en la mano. Escucha música en inglés. Lo único malo es el cigarro, pero cuando yo ando con él a veces me fumo uno también", recuerda Roxana.

Ella habla de su esposo como si estuviera libre, utiliza el tiempo presente para referirse a cosas que César ya no puede hacer.

Roxana extraña poder arreglarle las cejas a su ahora esposo, cortarle las uñas y darle masajes por la noche. Extraña hacerle cosquillas en la barba y que él se las devuelva en el pelo.

En todas las visitas ella se encarga de que él coma lo que más le gusta. "Le encanta el arroz amarillo o frito, eso es un puntillazo para él", aclara la muchacha entre risas.

Roxana trabajaba como maestra en la escuela primaria Josefa Álvarez de Colón. A raíz de la detención de César algunos colegas la evitaban sutilmente y sus superiores trataron de que "insertara más temas políticos en las clases".

La incomodidad que le produjo esa situación hizo que dejara el trabajo.

Ahora se levanta todos los días a las 6:00AM y va a trabajar para la finca de su suegro, el mismo sitio donde detuvieron a César. Allí comienza a revisar todas las puercas madres y les prepara la comida. A veces algunos de sus audios tienen de fondo el chillido de los cerdos hambrientos.

Ella inyecta a los animales cuando están enfermos, los baña, y a veces les hace guardia para evitar un robo. Si alguno de los custodios le falla tiene que dormir cerca de los cerdos. Esos animales son devorados exclusivamente por los turistas en los hoteles de Varadero, deben estar seguros.

Violeta, la madre de César, cumplió varias misiones médicas en el extranjero y siempre fue una doctora elogiada en la Salud Pública de Colón. El padre de César participó en la guerra de Angola, se graduó de ingeniero mecánico, fue funcionario de la UJC, dirigió empresas importantes del municipio y fue un cuadro de prestigio dentro del oficialismo local. Uno de los abuelos de César participó en la clandestinidad durante los años 50, en la "lucha contra bandidos" y fue jefe de la Policía en el municipio Limonar.

Desde el pasado 15 de julio en esa familia no se duerme bien. El juicio de apelación fue un verdadero calvario. En ese momento perdieron toda la esperanza que el silencio ante la injusticia les había hecho mantener. La Seguridad del Estado les repetía siempre que no denunciaran nada por redes sociales si querían ayudar a César.

"¿Por qué César está preso? —reflexiona Roxana—. Porque él quiere tener libertad en este país. Todos los sentidos que pueda tener la palabra libertad, en este país se violan. Siempre estaba muy informado de todo lo que pasaba a través de las redes. El anhelo más grande de César es que Cuba sea libre, que haya libertad de expresión, que esto cambie un poco, que las personas del sistema no estén jodiendo tanto y paren la represión con el pueblo."

César concluye su carta de esta manera:

"Cuba no es solo el paraíso de sol y playa que promocionan. Es algo oscuro y triste para la sociedad que la habita. La maquinaria del miedo se ha reforzado, pero también como contraparte la valentía de muchos cubanos. Te quiero y siempre seremos de Patria y Vida. Sí existen presos políticos en Cuba, yo soy uno de ellos."

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1 comentario

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Impactante historia. Les deseo suerte a esos jóvenes.