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Represión

Ocho meses de cárcel 'sangrados': el cubano Ángel Cuza, uno de los manifestantes de Obispo, tras su excarcelación

'Yo estaba en Matanzas con los presos del 11J. A esa gente sí le dieron golpes. Algunos llegaban con disparos en los pies y se metían semanas sin atención', relata.

La Habana
Ángel Cuza en su casa en La Habana.
Ángel Cuza en su casa en La Habana. Diario de Cuba

Ángel Cuza tiene 36 años. Acaba de salir de prisión pelado al rape, pero hasta el 30 de abril del pasado año sus drelocks le llegaban a la cintura. Ese día fue detenido en la calle Obispo, de La Habana, junto a otros cubanos que realizaban una manifestación pacífica para llamar la atención sobre el caso del artista Luis Manuel Otero Alcántara, entonces en huelga de hambre.

Por ese hecho, Cuza estuvo ocho meses en la cárcel sin juicio; más de la mitad del tiempo de condena (de tres meses a un año de cárcel) previsto en el Código Penal cubano para los delitos que se le atribuían: desórdenes públicos y desobediencia.

Fue excarcelado el pasado 4 de enero junto a Inti Soto y Esteban Rodríguez, también detenidos el 30 de abril. Rodríguez, periodista independiente, fue forzado a partir al exilio.

El 30 de abril de 2021 "yo estaba ese día sentado en Obispo y Aguacate y sucedieron las cosas. Cuando vi, eso me sumé a la causa y grité 'abajo la dictadura Castro-comunista, están muriendo niños por negligencia médica'", contó Cuza a DIARIO DE CUBA tras ser excarcelado.

Al formarse ese revuelo en una de las calles más céntricas de La Habana Vieja, las fuerzas represivas se desplegaron para disolver la manifestación y detener a los participantes.

"Yo caminé para la patrulla y nunca hice resistencia a los policías", aseguró Cuza.

Según el artículo 56 de la Constitución vigente, en Cuba hay derecho a manifestarse siempre que su ejercicio sea con fines lícitos y pacíficos. En la práctica, manifestarse en la Isla es solo posible para los partidarios del Gobierno. Quienes se manifiestan contra el régimen se arriesgan a golpizas y a procesos judiciales ejemplarizantes, como ha ocurrido con decenas de participantes en las protestas que sacudieron la Isla el 11 de julio.

Según consideró Ángel Cuza, los oficiales que arrestaron a los manifestantes del 30 de abril aplicaron la fuerza para después acusarlos de resistencia.

"De Obispo nos llevaron para la cuarta estación policial de Infanta y Manglar. Nos hicieron cacheo, nos pidieron los teléfonos y los instructores nos hicieron interrogatorios", dijo.

"Después me mandaron junto a Inti Soto y a Leonardo Romero para una unidad en Santiago de las Vegas donde estuvimos tres o cuatro días plantados sin comer ni tomar agua".

De Santiago de las Vegas, Cuza fue trasladado al Técnico de Picota, en La Habana Vieja. "Allí las condiciones eran pésimas. Mala la alimentación, la higiene, los tratos, todo. El agua había que cogerla de la misma ducha o de una manguerita", recordó.

"Había dos o tres guardias que se relacionaban con nosotros, los presos, pero lo demás era maltrato psicológico. En los interrogatorios me preguntaban por qué me había resistido, cuando eso no era cierto. Me preguntaban por qué, si yo soy del municipio Playa, estaba en La Habana Vieja. Y yo les respondía que surgió lo que surgió y yo me incorporé".

El próximo destino de Cuza fue Villa Marista, el cuartel principal de la Seguridad del Estado, donde coincidió con Inti Soto y Douglas Batista, otros de los detenidos ese día. El 21 de mayo, fue trasladado definitivamente a la prisión Combinado Sur, en Matanzas. En ese momento se despidió de sus drelocks, elementos representativos de la cultura Rastafari que practica.

Cuza no se explica el por qué, si su supuesto delito fue cometido en La Habana y él no poseía antecedentes penales, las autoridades lo trasladaron a Matanzas. "Me llevaron para allá para que mi familia pasara trabajo. Mientras estuve preso, siempre pedí mi traslado, hablé con fiscales y con todo el que pudiera hablar y jamás se pudo resolver nada".

Enviar a los detenidos por motivos políticos a prisiones lejos de sus lugares de residencia es una práctica habitual del régimen cubano. Busca castigar a las familias y aumentar la presión sobre los reclusos, que sin el apoyo de sus allegados sufren condiciones más duras en prisión.

"Esos ocho meses en Matanzas fueron sangrados, fajado con la Policía por mis beneficios y derechos", dijo Cuza.

"A través de teléfono es que tuve asesoría legal de los abogados (…) Después que me trasladaron a Matanzas no pude verlos más, solo por teléfono nos comunicamos", relató.
 
La detención de Ángel ocurrió en los meses más duros de la pandemia de Covid-19 en Cuba, cuando el Gobierno cerró las provincias y los familiares tenían que enviar comida a los reclusos a través de las mismas autoridades, que recibían las bolsas de comida y productos de aseo y las llevaban hasta la prisión.

"Recibir sacos es el mayor beneficio que tiene un preso. Sin eso el preso no es nadie. Yo estuve tres meses sin recibirlos y teniéndolo aquí mi mujer para mandármelo. No los mandaba porque ellos nunca me dieron la fecha para que mi mujer pudiera ir y lo enviara", dijo Cuza.

"Yo les preguntaba a los demás si recibían sacos y me decían que sí. Tuve que llegar a plantarme allá adentro para poder conseguir mis cosas. Y plantándome logré llamar a mi mujer y decirle que fuera a 15 y K, en el Vedado, para que me enviara el saco".

La prisión en Cuba es dura por las pésimas condiciones en que se encuentran los centros penitenciarios y los malos tratos a los que son sometidos los reos. Para quienes van a la cárcel por motivos políticos, se hace más tortuosa. "En la prisión, para no buscarte problemas, tienes que jugar con los códigos de allí y ser tú mismo. Tratar de que nadie te desvíe de tu centro. Si te están buscando problemas, lo mejor es no hacer caso, siempre que no te toquen. De todos modos, yo siempre me llevé bien con todos los presos", dijo Cuza.

Dos meses y medio después de la manifestación de Obispo ocurrieron las protestas antigubernamentales del 11J, que se extendieron por todo el país y son las mayores que ha vivido Cuba en seis décadas.

"Yo estaba ahí con los presos del 11J. A esa gente en Matanzas sí le dieron golpes con los bastones. Algunos llegaban con disparos en los pies y se metían semanas sin atención con las balas incrustadas. Ahí tú te plantas y, si no logras comunicar con alguien afuera para que reporte en las redes, te dejan morirte prácticamente", contó Cuza.

"Gracias a Sándor, Ras Sandino, miembro del (Movimiento) San Isidro y alguien visible en la comunidad Rastafari de Cuba es que mi caso pudo tener visibilidad. Él llamó a mi mujer y le indicó cómo tenía que hacer para que no me dejaran en el olvido y también se pidiera por mí y me ayudaran con visibilidad", expresó Cuza. Consideró que, de no haber sido por eso, quizás su nombre no hubiese figurado entre los detenidos pues antes de estos sucesos no era un activista visible.

Durante todo el tiempo de cárcel, Dailene Romero, la esposa de Ángel Cuza, con quien tiene una niña de 11 años, es quien ha estado a su lado dándole apoyo. Estos ocho meses "han sido de dolor y sufrimiento", lamentó.

"Mucho trabajo para ver a Ángel en la prisión por la lejanía. Cada viaje en carro eran 2.000 pesos, más el saco y todo lo que cuesta en estos momentos y la situación cruda del país. Haces una cola y coges lo que te toca, pero te lo dejas de comer con tu familia para podérselo llevar a él y, si quieres un poco más, tienes que comprarlo a precios más caros", dijo Romero.

Según Cuza, fue el encargado de disciplina de la cárcel, que es otro preso, quien le comunicó el 4 de enero su excarcelación.

"Él me dice: 'Rasta, quítense la ropa que van a hacer una revisión'; pero veo que me lo dice a mi nada más, y todo el mundo se quedó parado sin hacer nada mientras yo me empecé a quitar las medias", relató Cuza.
 
"Entonces, me dice que era broma: 'recógelo todo que ya te están esperando para que firmes tu carta de libertad'", añadió.

"Cuando me dieron la libertad no me trajeron para La Habana. Tuve que venir como pude. Llegué pidiendo botella hasta mi casa en el barrio de Jesús María, en La Habana Vieja".

Ahora en libertad, Ángel Cuza percibe que todo está peor que como lo dejó ocho meses atrás. Como ciudadano piensa seguir apoyando y denunciando lo que sienta que está mal.

"Voy a seguir ayudando hasta un cierto límite, porque hay que tener cuidado. Entre nosotros mismos hay gente que están infiltrados que de momento te dicen 'vamos hasta afuera y son informantes de la Policía'", opina.

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