La Dama de Blanco María Cristina Labrada, de 48 años, vive en La Habana y forma parte de la ejecutiva nacional de este movimiento opositor. Desde muy joven sabe lo que supone oponerse al Gobierno cubano y el precio que se debe pagar por ello. "Esto es una dictadura, estés dentro o fuera de la cárcel", afirma.
Su marido, Egberto Escobedo, cayó presó en Camagüey a los 28 años por razones de "propaganda enemiga" y cumplió 16 años de un total de 25 a los que había sido condenado.
Una huelga de hambre de 77 días hizo que la familia se tuviera que trasladar a La Habana. Labrada recuerda que él siempre "se mostró muy rebelde dentro de las cárceles, negándose a vestir el traje de preso".
En la capital cubana fue donde Labrada entró en contacto con las Damas de Blanco a través de la disidente Martha Beatriz Roque. "En 2008 desconocía la existencia del grupo porque en Cuba el Gobierno silencia todos los movimientos opositores".
Su marido salió de la cárcel con 43 años y junto a él un compendio de enfermedades, algunas todavía por determinar ya que los médicos de la Isla no han sabido darle respuesta: "Él salió enfermo y continúa estándolo. La vida de cualquier opositor en Cuba está en peligro cuando enferma, no hay la suficiente confianza como para que los médicos te digan la verdad".
Labrada marcha todos los domingos con sus compañeras de las Damas de Blanco. Y allí sufre los abusos policiales. Recientemente, en una detención, se partió un diente cuando la lanzaron desde un vehículo: "Me tiraron en la calle como una jaba de basura".
La Dama de Blanco prosigue con su relato de "golpizas brutales", situaciones de violencia en las que las mujeres "son arrastradas por el suelo" y resultan heridas. "Hay que estar aquí para ver lo que sucede, pero la prensa acreditada nunca viene a nuestras marchas, no toman vídeos, y así el régimen se fortalece, con el acercamiento a Estados Unidos todavía más".
"La verdad es que dan ganas de llorar cuando se ven todas las injusticias que se cometen en este país", concluye.