Back to top
Opinión

El 'gobierno' de Raúl Castro

Un país debe ser dirigido de acuerdo a valores y principios universales, entre ellos el de la responsabilidad individual del gobernante.

La Habana

Un país debe ser dirigido de acuerdo a ciertos valores y principios universales, entre ellos el de l responsabilidad individual del gobernante. Como gobernante de todos los cubanos, Raúl Castro debería mostrarse más responsable; digo esto no solo porque se le pague un salario al que debe responder, sino porque él no fue designado para dirigir a unos cuantos miles de militantes del Partido Comunista, ni siquiera a la mayor parte del pueblo cubano si así fuera; el dictador fue designado para dirigir a la totalidad de la población del país, comunistas y no comunistas, castristas y anticastristas, socialistas y liberales.

Para cumplir esa encomienda, el General y sus lugartenientes deberían dejar de perseguir y encarcelar a las personas que no les son afines y, de paso, no utilizar los improperios, acusaciones y descalificaciones que conforman su discurso cuando se refieren a opositores, disidentes, y a quienes aun sin declararse en contra, alguna que otra vez dejan oír su desacuerdo con la política oficial.

Un Gobierno que practica una política de exclusión no es un buen gobierno. Si los microempresarios o cuentapropistas son acosados con impuestos y prohibiciones al ser considerados pichones de capitalistas que aspiran a cambiar el sistema económico, si las personas que visitan la Sección de Intereses de los Estados Unidos para acceder al servicio de internet o recibir cursos de computación o inglés son mercenarios, quiere esto decir que el Gobierno no está seguro de sus propias fuerzas, que no confía en el pueblo y por esa razón no le permite expresarse.

Sin embargo, la experiencia demuestra que los que más daño han hecho al país han sido precisamente los fieles acatadores de las orientaciones venidas de arriba, la gente de confianza del régimen, los revolucionarios a carta cabal, antiimperialistas y fidelistas hasta la muerte que nunca ponen objeción a una tarea del Partido, por absurda que sea.

Cada vez que uno de esos "revolucionarios" participa en un mitin de repudio, está votando por los maestros que venden los exámenes, por el mal estado de los hospitales, por los mercados vacíos, por el transporte público colapsado, la basura sin recoger y las adolescentes que ejercen la prostitución. Cada marcha, desfile, concentración, movilización, acto de reafirmación y otras actividades político-culturales, son una negación al desarrollo del país, al bienestar de sus hijos y a la seguridad de los ancianos. Cada voto unánime de los Diputados de la Asamblea Nacional no es un voto por un sistema social enigmático y utópico, es un voto por la doble moral, la corrupción y el inmovilismo.

Si al gobernante cubano le interesara, debería entender que los que más lo aplauden hoy pueden ser los traidores de mañana. Pero mantener el poder parece ser el objetivo único de Raúl Castro. Si es así, entonces se justifica su total renuencia a reconocer y sostener conversaciones serias con los opositores políticos y la sociedad civil independiente. Que prefiera conversar con el Gobierno  norteamericano como si se tratara del salvavidas del socialismo en Cuba, es una muestra de oportunismo político.

El pueblo cubano, todo, tiene derecho a ser oído, y así como el régimen despótico reclama ser admitido por la comunidad internacional, en lo interno a los cubanos de tendencias políticas diversas les corresponde igual derecho, lo que implica su reconocimiento por las autoridades.

La exclusión de los diferentes es discriminatoria, humillante y constituye una práctica genocida al condenarlos al aislamiento y la demonización sin tener oportunidad de exponer sus razones como ciudadanos.

El comunismo, al igual que el nazi-fascismo, crea enemigos que les sirven como justificación para reprimir y dominar, lo mismo da que sean judíos o eslavos, demócratas o capitalistas, intelectuales u homosexuales, el sistema los odia tanto como los necesita, la sociedad comunista debe estar uniformada, unida alrededor de un líder y su Partido, todos deben pensar igual, sentir igual y actuar como autómatas obedientes a un centro de mando único.

Si lo anterior es el modelo de país que Raúl Castro quiere perpetuar, no creo que dure mucho más. A estas alturas, el capítulo final de "la revolución" no será siquiera un estallido social; más bien parecerá un globo que se desinfla con una bochornosa trompetilla.

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.