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Béisbol

Serie Nacional sub-23: ¿Y cómo les va a nuestras futuras estrellas?

La Serie Nacional sub-23 se desinfla entre la mala organización y las pésimas condiciones alrededor de los jugadores.

La Habana

Terminados los segundos enfrentamientos de cada grupo, la Serie Nacional para menores de 23 años en Cuba continúa generando comentarios negativos.

Los jóvenes atletas tienen que lidiar no solo con el sol abrasador de las dos de la tarde para jugar sus partidos, sino con la ineficiencia de unos dirigentes que siguen sin garantizar un mínimo entorno de comodidad, tropezando una y otra vez con las mismas dificultades.

Hace unos días hablamos de varios inconvenientes surgidos durante la competencia —juegos suspendidos por falta de alojamiento, ausencia de árbitros, retrasos con el transporte, etc.

Ante la avalancha de críticas, la Comisión Nacional no tuvo más remedio que pronunciarse al respecto en una escueta nota oficial donde jugó a hacerse un harakiri que nadie creyó; no se mencionaban culpables ni el tipo de medidas tomadas. En fin, los aficionados se dieron cuenta de que se estaba metiendo la basura debajo de la alfombra.

Este lunes se recibieron informes por parte de familiares de los atletas del equipo de la Isla de la Juventud, acerca del retraso del ómnibus que los transportaría al puerto de Batabanó.

Al momento de redactar esta nota, los jugadores aún permanecían a la intemperie, sin almuerzo, sumidos en la desesperación.

¿Cuántas cosas más tienen que suceder para que se cuestione a los incompetentes? ¿Hasta cuándo esa falta de organización y de interés con nuestras futuras estrellas? ¿De qué manera se les puede exigir a esos muchachos concentración y resultados?

En los terrenos

En comparación con ediciones anteriores, el campeonato ha comenzado arrojando números aceptables. Pero si se revisan a fondo las estadísticas, cada 24 horas, cada nueve entradas, van creciendo las bases por bolas, los errores y, por consiguiente, el carreraje desmedido.

La serie se va descomponiendo como una fruta al sol a medida que crecen las dificultades. Equipos históricos como La Habana, Santiago de Cuba y Villa Clara exhiben un promedio defensivo de .942. Los lanzadores de Mayabeque y del mismo Villa Clara permiten más de ocho carreras limpias cada nueve episodios, y cinco conjuntos dan más bases por bolas que ponches.

¿Cómo podemos valorar la verdadera calidad de nuestros prospectos cuando tienen que levantarse cada día y sortear tantas dificultades? ¿Cómo medimos su motivación? ¿Con qué vergüenza los criticamos?

Se sigue derrochando dinero en topes sin importancia, en entrenamientos de altura para competir en unos Juegos Panamericanos a los que asisten equipos de dudosas calidades; los directivos siguen viajando a costa de los contribuyentes, las categorías infantiles siguen desatendidas…

Luego vendrán las fugas masivas, las involuciones de los prospectos, el abandono y el desinterés. Se repetirá el ciclo que termina en costosas derrotas internacionales y decepciones. ¿Quién tiene la culpa?

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