Desde el mismo minuto que se dio a conocer a la prensa especializada la preselección del equipo cubano de béisbol que comienza este lunes su preparación para los importantes eventos internacionales de este año, se desató la polémica en las redes sociales y en cada rincón del planeta donde vive un cubano que siente por este deporte.
La conformación del conjunto cubano, que retomará los entrenamientos en la altura mexicana a partir del mes de abril, participará en la Liga Canadiense-Americana (CAN-AM) en junio, topará con una selección de universitarios estadounidenses un mes más tarde, tendrá la difícil tarea de recuperar el cetro en los Juegos Panamericanos de Lima y buscar un boleto olímpico en el Premier 12 en el mes de noviembre, ha vuelto a despertar las pasiones provinciales y el chovinismo que dejó en el aire la última Serie Nacional.
La historia se remite a un par de meses atrás, cuando el ya clasificado para la post-temporada equipo de Las Tunas, bajo las órdenes de su timonel Pablo Civil, a todas luces se dejó vencer en el terreno por los Gallos espirituanos (un equipo en franco descenso), eliminando con su estrategia a los peligrosos Leones de Industriales, que venían de ganar 14 partidos de sus últimos 18 y solo necesitaban una victoria tunera para colarse contra todo pronósticos en la fiesta de los Play Off.
El mentor tunero, después de ganar el campeonato y el boleto para la Serie del Caribe, solo convocó a dos industrialistas para el equipo de esa cita regional y a nadie de su cuerpo de dirección, dejando fuera al líder jonronero del campeonato, Stayler Hernández, para sorpresa de muchos.
A pesar de lograr en la cita caribeña el segundo lugar gracias al injusto sistema de competencia, la conformación disfuncional del equipo, con varios hombres de similares características, y graves errores de dirección que despertaron las críticas de los aficionados, le pasaron factura al dirigente, y la Comisión Nacional de Béisbol lo dejó fuera de sus planes de dirección para las competencias internacionales de esta temporada.
La elección del mentor de los Leones capitalinos, Rey Vicente Anglada, para llevar las riendas del equipo nacional, así como los peloteros incluidos en la nómina de la escuadra, han vuelto a crear las condiciones para acaloradas discusiones, disgustos, y hasta ofensas personales.
Es cierto que la preselección de 63 miembros exhibe peloteros de todas las provincias del país (excepto del municipio especial Isla de la Juventud), pero la presencia de más atletas de la capital (nueve) que del equipo campeón y el mejor equipo de la década juntos (Las Tunas, cuatro; Ciego de Ávila, tres), la elección de casi el 50% de profesores habaneros para integrar el cuerpo de dirección, y la ausencia de Pablo Civil, son combustible para las controversias.
¿Se trata de una venganza capitalina? ¿Es una justicia y un ataque al sentido común?
Fuera de fanatismos, ¿podemos afirmar que se han antepuesto compromisos y pasiones provinciales a intereses nacionales? No lo creo.
Por encima de definiciones complejas, el béisbol no deja de ser un juego donde el objetivo principal de cada conjunto es llevarse la victoria. Pienso que si Pablo Civil en su momento movió sus piezas con ese fin y construyó estrategias para lograr el primer campeonato en la historia de su provincia, y luego escogió a los hombres que consideró indispensables para el logro de sus metas (si realmente tuvo esa autonomía), es muy válido y comprensible.
Ahora, por las razones que sean, es el turno de Rey Vicente Anglada. Los directivos de este deporte le han dado el mando por su prestigio, experiencia y personalidad. Debemos respetar y aplaudir su derecho a escoger las piezas que crea fundamentales para que funcione el mecanismo que genera victorias en el terreno.
Un equipo de pelota —lo recordamos una vez más— no es una selección de estrellas ni un espacio para reconocimientos personales. Tiene que ser un engranaje perfecto movido por la armonía y el ritmo entre atletas y entrenadores, un escenario donde prime el criterio de un director y queden fuera las miserias humanas y los estériles delirios regionales. No se trata de venganzas personales, es la lucha por un bien común, solo eso.