A solo unas horas del comienzo del torneo regional del Caribe, el equipo de béisbol cubano, con el nombre de Las Tunas, partió hacia tierras canaleras con el objetivo de llevarse el título y limpiar el polvo que lleva encima por el derrumbe de su supremacía en todas las categorías.
Los antillanos presentan el mejor porciento histórico de títulos ganados en estas lides, coronándose un total de ocho veces en solo 17 apariciones. Sin embargo, desde su reincorporación, en 2014, a pesar de haber logrado subir a lo más alto del podio una vez, con los Vegueros de Pinar del Rio, solo ha podido lograr once victorias en 25 presentaciones, quedando a la saga de sus rivales.
La Serie estrena esta vez un nuevo formato de competencia en dos grupos de tres equipos cada uno, con enfrentamiento final entre los mejores de cada apartado. Los cubanos fueron ubicados por sorteo junto a los Charros de Jalisco (México) y los Cardenales de Lara (Venezuela), a todas luces el grupo más fuerte del evento, teniendo en cuenta que ambos países han sido, por mucho, los de más victorias acumuladas en el último lustro.
En la Isla existe un malestar general desde que la Comisión Nacional de Béisbol desmembró el equipo campeón de la Serie Nacional (los Leñadores de Las Tunas) y engordó su nómina con jugadores de la selección nacional, algunos de ellos sin participar en el campeonato local al haber estado contratados en Japón, además de imponer en la dirección a uno de sus hombres de confianza (Leonardo Goire), disfrazado en el cargo de "preparador físico", en un acto que atenta contra la ética y la motivación de los jugadores.
Estas acciones desesperadas, unidas a la incertidumbre que dejan los llamados "japoneses" —fuera de su forma física habitual—, al tiempo transcurrido desde la culminación de la Serie Nacional, a las pesadas cargas físicas a que han sido sometidos los jugadores en estos días, y a la ruptura total del llamado team work de los verdaderos Leñadores, han llenado de pesimismo una vez más a los aficionados al deporte nacional.
Abanderamientos, arengas "motivadoras" salpicadas de intereses políticos, presiones por parte de los dirigentes deportivos y olvido de los fundamentos principales del juego de pelota, volverán a convertirse en corrientes adversas que frenarán la carrera hacia el objetivo final.
Coronarse en la Serie del Caribe será para los peloteros cubanos un acto casi heroico. Vencer en tal escenario bajo las actuales circunstancias, corriendo a la desbandada, sin planes ni estrategias efectivas, desconociendo al contrario y recibiendo órdenes confusas desde una oficina lejana al terreno de juego, es más que improbable.
Los atletas cubanos, por idiosincrasia, han encontrado muchas veces soluciones dentro de sacos rotos; se han crecido y han bebido de la estirpe de sus antepasados y, contra toda lógica deportiva, se han sentado en el trono. Ahora solo queda esperar. Bienvenida la Serie del Caribe.