Los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en Barranquilla confirmaron la brecha existente entre los deseos de las autoridades cubanas y la realidad.
En el abanderamiento de la delegación nacional, ante el monolito que guarda los restos de Fidel Castro, el presidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), expresó que "el compromiso eterno del deporte revolucionario cubano con el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz se multiplica hoy ante sus restos inmortales". Una semana después, repitió que honraremos el compromiso de refrendar el primer lugar, para lo cual: "Hemos realizado un estudio científico acerca de cuáles pueden ser los resultados de cada disciplina, por lo que debemos obtener al menos 115 medallas de oro".
La confusión entre deseos y realidad no es nueva. En febrero de 1961, cuando se creó el INDER y se prohibió el profesionalismo, el deporte pasó de la sociedad civil al Estado, que asumió la dirección y el costo a cambio de que los atletas compitieran representándolo.
La consigna de regresar "con el escudo o sobre el escudo", exhibir los "más altos per cápita de medallas de oro por habitante" y alardear de que "podemos combinar algo que no pueden hacer los jugadores profesionales" porque nuestros atletas "ni se venden, ni traicionan a su pueblo y a su patria", resultó irrealizable.
La subordinación constituyó una tendencia mundial. Tuvo su momento cumbre en los Juegos Olímpicos de Berlín (1936), cuando Adolfo Hitler los utilizó para promover el nacional socialismo. Mientras, los de Moscú (1980) y Los Ángeles (1984) fueron boicoteados por Estados Unidos y la Unión Soviética respectivamente. En Cuba, en 1936, se creó el puesto de comisionado de Pelota Profesional, que fue asumido por el coronel Ignacio Galíndez. En 1938 se creó la Dirección General Nacional de Deportes, encabezada por el coronel Jaime Mariné, y en 1961 el INDER lo encabezó el capitán Felipe Guerra Matos.
Junto a la subordinación, la economía subvencionada por la Unión Soviética está entre las principales causas del descenso sufrido. En los Juegos Olímpicos de Múnich-72 —año en que Cuba comenzó a recibir una colosal ayuda del CAME— ocupamos el lugar 14 con ocho medallas. De ahí en lo adelante, dedicando un alto por ciento de esa ayuda al deporte, se fue ascendiendo hasta ocupar en Barcelona-92 el quinto lugar con 31 medallas. En ese momento, en paralelo a la pérdida de las subvenciones, comenzó el descenso en el medallero, hasta que en Río de Janeiro-16, ocupamos el lugar 18 con 11 medallas.
La lucha circunscrita a ganar el primer lugar constituye una negación de la concepción del olimpismo moderno, inspirado en las ideas del barón Pierre de Coubertin: educar a la juventud en un espíritu de comprensión y amistad para la construcción de un mundo mejor y más pacífico; realizar competición de atletas individuales, no de países; de amistad, no de enfrentamiento. La obsesión de utilizar el deporte para simular una superioridad inexistente, además de nefasto, genera una ilusión que conduce a confundir deseos y realidad.
En octubre de 1975 el líder de la revolución expresó: "si en otros países de América Latina no existe la revolución social, no se desarrolla la revolución social; por mucha técnica; por muchos entrenadores que contraten; por muchas cosas que inventen, no podrán obtener los éxitos que obtiene Cuba en el deporte".Y en agosto de 2016 el periodista Oscar Sánchez Serra, al referirse a los resultados de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro dijo, que en los encuentros previos entre periodistas y autoridades deportivas cubanas "se llenaron de medallas, que en Río de Janeiro jamás aparecieron". Es decir, la confusión se hizo crónica.
La ausencia de libertades, economía deprimida y salarios insuficientes se reflejó en el desinterés y el éxodo de los atletas. Los atletas René Arocha y Bárbaro Garbey encabezaron una fuga cada vez más nutrida, cuyo último eslabón fue el boxeador Robeisy Ramírez, quien abandonó el equipo cubano apenas unos días antes de la cita en Barranquilla, razón por la que se presentaron siete y no ocho púgiles como estaba programado.
En los recién concluidos Juegos de Barranquilla, Cuba, con 538 deportistas, obtuvo 102 medallas (13 menos de las programadas a partir "del estudio científico realizado"). Perdió la supremacía que había sostenido desde los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1970 y se ubicó detrás de México, que con 672 atletas, con una población once veces mayor y un Producto Interno Bruto casi 20 veces superior a la mayor de las Antillas, alcanzó 132 medallas de oro; mientras Colombia se ubicó tercera por la cantidad de oros, pero superó a Cuba en el total de medallas.
Lo principal, que debe ser la fiesta deportiva, las alegrías, las amistades establecidas, los encuentros y reencuentros de nuestros pueblos han sido soslayados por la obsesión de superioridades, medallas y lugares.
Cualquier análisis de lo ocurrido que ignore esas realidades, como se ha ignorado hasta ahora, resultará inútil. El resultado es reflejo de lo que está ocurriendo en la sociedad cubana desde la economía hasta la espiritualidad. Ignorarlo es seguir confundiendo deseos y realidades.