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Juegos Centroamericanos

Béisbol cubano en Barranquilla: un segundo lugar que no convence

¿Qué más hace falta para que se reconozca públicamente el descenso de nuestro deporte nacional?

La Habana
Pelotero cubano.
Pelotero cubano. Swing Completo

Reacciones tardías, destellos esporádicos, inestabilidad y muestras visibles de fatiga extrema, fue todo lo que pudo exhibir la selección cubana de béisbol que participó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, Colombia.

Un segundo lugar que no convence, frases vacías y la palabra rota de directivos y preparadores físicos, es todo lo que traen en su morral los peloteros de regreso a la patria.

El último título que le quedaba a Cuba en sus vitrinas, cayó y ha dejado a nuestro deporte nacional como líquido inflamable en medio de grandes incendios.

Dos golpes violentos al hígado en menos de un mes recibieron los "novedosos" entrenamientos previos a las competencias internacionales de la selección nacional. Primero fue el equipo dirigido por Víctor Figueroa en el torneo de Haarlem, ahora los muchachos de Carlos Martí en Barranquilla.

Ambos conjuntos, fuera de forma física, jugaron la mayoría de los partidos contra equipos inferiores; sin embargo, se mostraron sin recursos ofensivos, disminuidos y sudando la camiseta para apuntarse unas victorias pírricas, que en nada ayudan a rescatar el prestigio perdido hace varios años ya.

Esta vez tampoco hay medalla de oro, solo un premio de consuelo que nos permite asistir por vía directa a los próximos juegos Panamericanos y miles de dudas sobre la futura presencia en torneos olímpicos, mientras los aficionados corren desesperados a calmar su sed de victorias en el río revuelto donde ganan los pescadores de otros deportes.

¿Qué más hace falta para que se reconozca públicamente el descenso de nuestro deporte nacional? ¿Cuándo alguien tendrá la humildad necesaria para aceptar que el Estado cubano no puede financiar el deporte? ¿De qué manera convencemos a dirigentes y directivos de la imperiosa necesidad de crear una liga profesional o, en su defecto, una liga patrocinada por empresas o firmas, ya sean cubanas o extranjeras? ¿Hasta cuándo vamos a estar a la buena de Dios, apoyándonos en esporádicas actuaciones individuales de atletas para apuntalar las crisis internas?

El nivel del torneo de béisbol de estos juegos ha dejado mucho que desear, lanzadores veteranos que vieron pasar sus mejores días, ofensivas hambrientas y directores de escasas estrategias, fueron algunos elementos que así lo prueban.

Ahora, se impone un análisis serio en el que la voz sabia de los aficionados se tenga en cuenta. Un debate gigante donde se guarden sillas para técnicos prestigiosos de todos los rincones del mundo, para economistas y científicos, y para todos los sobrevivientes que siguen amando a este deporte a pesar de las tormentas violentas que lo atacan. Nos vemos en el estadio.

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