Ojalá no sea víctima de algún prejuicio que me nubla el entendimiento, pero no logro digerir la necesidad que tienen los directivos de Major League Baseball (MLB), de sentarse a negociar a cada rato con los funcionarios que rigen el esclavista monopolio del béisbol en Cuba. ¿No quedamos en que a partir del pasado 16 de marzo, gracias a otra de las medidas anti-embargo del presidente Obama, todos los cubanos residentes en la Isla —peloteros incluidos, claro— podrían ya trabajar en EEUU y cobrar directamente salarios de compañías estadounidenses en caso de que estas los contrataran?
Si es así, no queda nada por discutir. Lo único que tiene que hacer el régimen es conceder al fin la libertad a nuestros peloteros para que puedan ir a jugar en territorio estadounidense y regresar a su país cuantas veces lo deseen y, sobre todo, para que puedan negociar con MLB directamente (ellos solos, o los mediadores que ellos mismos elijan), igual que lo hacen los atletas de cualquier otro país.
Ya teníamos suficiente con leer las cínicas declaraciones de Higinio Vélez, presidente de la Federación Cubana de Béisbol, anunciando que "sus" jugadores están listos para alinear en las Grandes Ligas, con lo cual los puso descaradamente en venta, a cambo de permitirles salir por el aeropuerto "con la frente en alto". Son palabras que rompen los moldes de la desvergüenza, todavía más viniendo de alguien que los aficionados en la Isla señalan como lugarteniente del grupo mafioso que, bajo las órdenes de Antonio Castro, arruinó nuestro deporte nacional y ahora, para colmo, pretende llenarse los bolsillos a su costa.
En cualquier caso, nada debe sorprender cuando proviene del cacicazgo Castro. Ahora bien, que los directivos de las Grandes Ligas se lancen a hacerle el juego a esa mafia, autentificándola al negociar con ella, así como aprobando e incluso repitiendo en público sus mañosos argumentos, a eso sí que no le veo pies ni cabeza.
Rob Manfred, Comisionado de MLB, habló hace muy pocos días sobre la necesidad de que se establezca una vía más segura para que los peloteros cubanos que desean jugar en las Mayores no tengan que abandonar la Isla. Pero ¿es que existe una vía más segura que la propiciada por la reciente medida de Obama?
"Espero que muy pronto —dijo Manfred— se produzca un cambio en la relación entre Estados Unidos y Cuba que permita a los peloteros cubanos venir aquí y regresar a la Isla libremente". Dicho así, su deseo parece ser absolutamente incuestionable. Lo raro sería algo que ahora mismo se presta a ser leído entre líneas, y es la posibilidad de que ese presunto deseo de buscar seguridad para los peloteros cubanos esté siendo viabilizado por MLB mediante negociaciones con la mafia de Antono Castro, y aún más en circunstancias como las existentes a partir del 16 de marzo, cuando la bola ha quedado exclusivamente en manos del régimen.
¿O será que el verdadero interés de los directivos de MLB no es apostar por la seguridad de nuestros peloteros, sino conseguir acceso directo y pleno al potencial de buenos jugadores de la Isla, sin que les importe que el dinero que paguen por sus contratos vaya a parar mayormente a manos de la mafia en cuestión?