Si un cargabates merece entrar en el salón de la fama del béisbol cubano —cuando este exista en libertad— ese debiera ser "El Misi", excargabates del equipo Villa Clara. En cambio, la vida, la vejez, y las actitudes de algunos jefes lo relegaron al olvido.
En béisbol, la posición de cargabates es más importante de lo que comúnmente se cree. Es el undécimo jugador en el terreno (contando con que el bateador designado es el décimo). La misión de un cargabates no es solo recoger y alcanzar los maderos a los bateadores; en un juego tan sicológico como el béisbol, un cargabates debe sacar del juego la concentración del adversario. Eso es permitido.
"El Misi" fue un cargabates estelar. Vivo, dinámico, entusiasta, emblema, reliquia del equipo más estable de la pelota cubana. Roberto Jiménez Abreu, desconocido por sus generales, pero a quien todo el Sandino llaman "El Misi", es un hombre sencillo que más allá de cargabates, fue un gran pelotero, bailador y pregonero.
De todo hizo este hombre mestizo, de baja estatura y sin miedo al trabajo. Se batió duro en las calles donde, con diez años, vendía de todo.
Escoba de fibra, palo de balleta, manteles de nylon, plumero de pita, escobillones, trapeadores, guisopos para pomo y melcochas, fueron muchos de los productos que pregonaba así: "Llora mucha-cho llora que si tú llora yo estoy aquí, con la rica melcocha de Santa Clara, limón, canela y ajonjolí".
Luego llegó el terreno, los entrenamientos, equipos como el del MICONS y el del periódico Hoy. Jugando tercera base, terminó la última serie provincial con 333 de promedio.
El expelotero "Macho Colas" lo recuerda explosivo en el terreno, alguien comparable a Víctor Mesa. "Como Víctor fue en sus tiempos, así era 'El Misi', un pelotero natural", comenta Colá. Además, gran bailador, gustador de la música del Benny Moré y de la Orquesta Aragón.
Luego de su paso por el diamante, ya a los treinta y picos, el cienfueguero Barata lo llevó de cargabates con Eduardo Martín, coach con el que el equipo naranja llegó a la cima.
Un carácter hiperquinético y un pito de voz que ya envidiaría el cantante Cándido Fabré, y que sacaba de paso tanto a lanzadores como a bateadores, definieron al "Misi", apodo que se ganó por ser rápido y entusiasta.
Llamó la atención de Omar Linares, además del respeto de todo contrario que jugara contra el equipo villaclareño, porque en sus 32 series nacionales era, digamos... insoportable en el juego. "Más bien yo trataba de no hacerle caso. Ese era su trabajo, tratar de desconcentrar a los jugadores y él hacia bien su trabajo", comentó "El Niño" Linares.
Además "El Misi" era un tipo insolente y protestón, porque como él mismo dice hay que protestar, "porque si no hay protesta en la pelota, no hay pelota".
Siete veces lo sacaron de distintos juegos por su carácter explosivo, lo cual lejos de traerle problemas le trajo el apoyo de todo entrenador, jugador o aficionado que estuviera en contra de la toma de decisión del árbitro. Porque cuando el equipo perdía él se ponía como loco.
De "El Misi" se ha dicho mucho y se ha escrito poco, pero concuerdo con Luis Jova cuando dijo que habrá que hacerle una estatua en el Estadio Sandino porque el pueblo, el equipo, no lo ve como un cargabates sino como un jugador más, un entrenador, un compadre. A decir de Amado Zamora, cuando falta "El Misi", ningún pelotero se siente contento.
Él mismo afirmó que se iba a retirar "cuando el manco eche dedos (…), yo muero en un terreno de pelota", dijo mientras alegaba que su salida del equipo había sido algo injusto, pero que él va a volver antes que se acabe el año. Vuelta que todos esperamos pero que nunca llegó. Y es que una sola presentación sería un escándalo de público en pleno Sandino.
Si este hombre se postulara para alcalde del pueblo ganaría solo con los votos de la mitad de la gente que lo saluda a diario, que lo quiere y le profesa su respeto mientras carga en su bicicleta de 54 años las cajas y cartones para dulces que vende en su nueva posición: los alrededores de la dulcería El Suizo.
Allí, un exatleta como él se gana la vida vendiendo trozos de cartón que recorta de las cajas sobrantes recogidas en las tiendas recaudadoras de divisas. La gente llega a la dulcería a comprar un pastel, y luego compra un recorte de cartón para llevarlo.
"El Misi" vive en una vetusta casa en el barrio viejo de la ciudad. Todos los días atraviesa el centro con su bicicleta llena de cajas, saludando a la gente y pensando en conseguir el menudeo cotidiano.
"El Misi" fue campeón nacional con el equipo tres veces, y una resolución "de arriba" lo sacó del terreno y olvidó sus medallas. Este hombre al que el Sandino vitoreaba cada vez que salía a recoger un bate, desconcentraba al contrario o molestaba a un árbitro, y a quien toda la afición naranja respeta y ovaciona, recuerda cada día sus glorias pasadas mientras recoge cajas de cartón para venderlas hechas trozos. Todo eso en un país que dice no olvidar a sus atletas.