No abundan entre los libros del presente y que cada año se nos anuncian conteniendo las revelaciones del siglo, aquellos que sean ciertamente anticipadores del contorno que va tomando nuestra época, luego de la pasada centuria. Una excepción es el caso de The New Leviathans: Thoughts After Liberalism, de John Gray.
El tema, como su nombre indica, es el liberalismo, esa ideología que conformó el pensamiento político moderno desde Hobbes —cuyas citas Gray usa como exordio en cada capítulo de su libro— y que, tras el fin del comunismo en 1989, fue proclamada como la única posible destinada a triunfar. Este mismo acontecimiento, considera Gray, marca el fin de la ideología liberal.
Comenzando por un extenso análisis sobre Rusia, precedido por el de las consecuencias de la guerra de Ucrania y como esta nos ha retrotraído a una situación similar a la de 1914, Gray entra a definir la estructura del régimen de Putin. No es como se ha dicho, un nuevo zar: la presencia de la religión ortodoxa ha sustituido el papel que antes tenía el marxismo-leninismo, pero esto se fundamenta en una estructura de control político basada en el órgano sustituto de la otrora KGB.
Acudiendo al método anunciado por Hegel de que los cambios cuantitativos redundan en cualitativos, Gray expone el salto que dio el número de esbirros empleados por el último zar que tuvo la Cheka, luego llamada KGB, bajo Lenin. Aquella estructura sobrevive en la Rusia de Putin, mostrando los límites del liberalismo en su expansión. Sobre su futuro, ve más bien posible que tras una derrota en Ucrania, el país entre en una guerra civil que lo fragmente, en términos de Hobbes que retorne a un "estado de naturaleza".
Y es Rusia también un ejemplo de cómo una nación dio lugar a una refinada clase intelectual, intelligentsia, que en el siglo XIX y principios del XX se decidió a minar las bases del Estado ruso, algo que Gray encuentra también en la clase intelectual norteamericana. A través de la ideología woke y la insistencia en los derechos de las diferentes identidades se va minando el contrato social que constituyen los Estados Unidos.
Aquí es donde Gray llega al que quizás sea el análisis más importante del libro: que la ideología woke es resultado del liberalismo y no del marxismo, como se repite una y otra vez desde la derecha. Se trata de un liberalismo extremo que, en palabras de Gray poco tiene que ver con las ideas de Marx: "Contrary to its right wing critics, woke thinking is not a variant of Marxism. No woke ideology comes anywhere closer to Karl Marx in rigour, breadth and depth of thought. One function of woke movements is to deflect attention from the destructive impact of market capitalism. Once questions of identity becomes central in politics, conflict of economic interests can be disregarded…" ("Contrario a lo que sostienen sus críticos de derecha, la ideología woke no es una variante del marxismo. Ninguna ideología woke se le acerca a Karl Marx en rigor, amplitud y profundidad de pensamiento. Una de las funciones de los movimientos woke es desviar la atención del impacto destructivo de la economía de libre mercado. Una vez que las cuestiones de identidad se convierten en fundamentales, el conflicto de intereses económicos se puede desestimar...").
En efecto, para Marx lo relevante en la sociedad no eran los derechos de las minorías, sino los conflictos de clase. De ahí que diera la razón al colonialismo inglés en la India como potencia que estaba introduciendo allí el capitalismo. Se ignora muchas veces que, si bien Marx es el padre del comunismo moderno, era también un entusiasta del capitalismo como generador del primero.
Aunque el filósofo marxista Herbert Marcuse planteó que las reivindicaciones de lo que hoy se llaman colectivos conducirían a una revolución anticapitalista, más bien vemos a las grandes corporaciones asimilando la ideología woke. Esos colectivos no parecen interesados en ser conducidos por una vanguardia de clase, como se definían los partidos comunistas, y ni siquiera por la clase obrera, cada día más reducida en una sociedad posindustrial.
Gray muestra como esta ideología, ultraliberal pues pretende que nos definamos a nosotros mismos, se aparta de la esperanza que tenía Herbert Marcuse de que los colectivos con dichas identidades realizaran la revolución que la clase obrera de los países occidentales se negaba ya en su tiempo a hacer. En el nuestro, mucho del apoyo de los habitantes del cinturón industrial de los Grandes Lagos a Trump proviene de la idea de que los políticos tradicionales los han relegado en favor de la globalización y la ideología woke, en esto último de la manera explicada por Gray.
El análisis de Gray me hace recordar un ensayo casi olvidado, Jacobinismo y liberalismo, de Jose Enrique Rodó quien mostraba cuán importante era la tolerancia para el liberalismo y cómo la insistencia en asegurar la igualdad puede afectarla. Gray cita a Dostoievski cuando este afirma que la libertad absoluta conduce al despotismo absoluto.
El autor de The New Leviathans ve en el liberalismo notas al pie de página del cristianismo. Es el cristinianismo —según explica— el que hizo posible introducir la idea de igualdad al ser todos los hombres creados por Dios, mientras que la universalidad del liberalismo refleja la idea de que todos han sido creados a su imagen. Por otra parte: "the belief that human institutions are definitely improvable replicates the theistic faith that history is a moral narrative of sin followed by redemption" ("la creencia de que las instituciones humanas son definitivamente mejorables replica la fe teísta de que la historia es una narración moral de pecado seguido por la redención"). Esta dependencia del liberalismo de sus raíces cristianas es un elemento más para mostrar su contingencia
No ve Gray esperanza para el liberalismo mirando a Europa, a la que vaticina un destino similar al Sacro Imperio Romano-Germánico, que era un conglomerado de principados y reinos autónomos y tenia de imperio solamente el nombre. Podemos añadir que, por la falta de un verdadero Estado en lo que hoy constituye la Unión Europea, esta ha sido incapaz de darse una estructura estatal. Estados Unidos, por otro lado, puede terminar siendo un Estado híbrido que combine fundamentalismo, ideología woke y dominio de tecno-oligarcas, aunque Gray no nos aclara cómo ambas visiones del mundo puedan coexistir entre sí, quizas porque para él ambas se hermanarían en el rechazo a la tolerancia que es para este filósofo el más valioso legado del liberalismo.
Por otro lado, China, otra de las potencias que debería mostrar el triunfo del liberalismo, más bien presenta una sociedad que el filósofo británico compara con el panóptico de Jeremy Bentham: un capitalismo de vigilancia y no un socialismo de mercado. Sobre el capitalismo chino Gray aclara que tanto EEUU como China son capitalismos de Estado, solo que el primero hace de este un instrumento de las grandes corporaciones y el otro hace del mercado un instrumento del Estado chino.
Para decirlo sucintamente, Gray rechaza la universalidad del liberalismo que como advertíamos había entrado en declive justo después del fin del comunismo en Europa Oriental. La "Primavera Árabe" no significó la llegada de la democracia y los principios del liberalismo político para las sociedades del Medio Oriente donde ocurrieron, salvo quizás la excepción de Túnez. La intervención en Afganistán terminó con el regreso de los talibanes y el fin de un experimento político semiliberal. Iraq, aunque mantiene una democracia, se ve amenazado por el terrorismo y la posibilidad de una guerra civil. En América Latina, se vivió el retroceso en términos democráticos en Venezuela, Bolivia, El Salvador y Nicaragua.
Dicho sea de paso, Gray no dedica una línea a América Latina, quizás porque la vea como parte de Occidente y no inmune a esta crisis del liberalismo que observa en Europa y en EEUU. Y aquí se encuentra la clave de este libro, a ratos un poco enjundioso en la abundancia de autores, muchos de ellos recién rescatados, como sucede con las obras inéditas de Bujarin, el comunista heterodoxo condenado a muerte por Stalin, publicadas hace menos de veinte años: Gray ve en Hobbes el único liberal que merece ser leído. Y es curioso, porque siempre se ha señalado su vocación absolutista, pero al menos Hobbes entendía la importancia de la paz como valor social y del contrato social para lograrla, es decir de renunciar a nuestra libertad natural y absoluta en aras de lograrla.
Aunque Gray cree que el Hobbes relevante para el momento actual es aquel nominalista que desconfiaba de las ideas generales o abstractas (entre las que incluye Gray a la de "naturaleza humana" o "humanidad"), este libro puede ser leído como un llamado a la tolerancia en una era del despotismo de estas ideas generales en el mundo occidental.
John Gray, The New Leviathans: Thoughts After Liberalism (Farrar, Straus and Giroux, New York, 2023).