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Crítica

Una novela cubana para la Marvel

La editorial Verde Olivo y la editorial José Martí están empeñadas en visibilizar lo que peor se escribe de la narrativa cubana actual.

La Habana
Heroínas de la Marvel.
Heroínas de la Marvel. Cineverso

A la literatura cubana más reciente le ha nacido una superheroína que muy bien pudiera integrar el amplio diapasón de personajes de la Marvel. Su retrato es una mezcla de languidez decimonona, bastante desfasada ya, del tipo mujeres-ángeles de los primeros relatos de Villaverde, con otra porción de fatalidad dudosa que recuerda los personajes de aquella literatura estercolera que proliferó entre la segunda mitad del periodo colonial y las tres primeras décadas del siglo XX.

Digamos que el retrato de este personaje —"joven angelical, delgada, senos amenazantes, piernas torneadas… Había algo especial en aquellos excepcionales ojos violetas, grandes con expresión de ternura"— tiene mucho del rancio maquillaje del folletín, a medio camino entre la belleza patógena de los personajes femeninos de Miguel de Marcos, en sus Cuentos nefandos, o de las mujeres avispadas de Graziella Garbalosa. Aunque, a decir verdad, las de estos últimos eran más dignos.

Este personaje, para rematar, se llama Angélica Tresol. Y lo que hace de ella una superheroína es su extraordinaria vocación justiciera para vengar el asesinato de los miembros de su familia, a manos de unos delincuentes de pacotilla. Ángelica Tresol es la protagonista de la más reciente novela del escritor Fernando Galindo Castellanos (1936), Justicia angelical (2018), un título que enseguida nos hace sospechar del miserabilismo kistch del despelote que se arma en las 309 páginas de la obra, como si de un filme clase B se tratara, de la peor factura.

Para colmo, esta novela no esconde su cursilería melodramática mientras desnuda su fallida vocación para el thriller. La Casa Editora Verde Olivo estampa el sello de la publicación, lo cual no es extraño, pues esta editorial, junto a la José Martí, parecen empeñadas en visibilizar últimamente lo que peor se escribe en la narrativa cubana de ahora mismo.

Angélica llega a las costas de Cuba en una lancha llamada "La Diabla" repleta de armamentos, con el propósito de tomarse la justicia por sus propias manos. En el pasado, un grupo de hijitos de papá, bandidos de cuello blanco de la peor especie, asesinaron a quemarropa a su familia y la joven, después de ser violada, sobrevive milagrosamente. Un juicio amañado absuelve a los asesinos y Angélica demorará cinco años en tramar meticulosamente la venganza aunque ello implique, además, renunciar al amor de su vida.

Ambientada en la Cuba republicana entre 1948 y 1953, la novela nos introduce en el mundo del hampa, de la mafia comandada por los secuaces de Mayer Lansky y compañía, para quienes trabajan senadores, policías corruptos, señoritos de la alta clase social que oscilan entre La Habana y Miami mientras cometen sus fechorías y se drogan impunemente.

Entre una peripecia y otra, lo mejorcito de esta Justicia angelical, además de su estética neo-pulp que bien vale la pena convertir en novela gráfica, es la naturaleza de sus diálogos con los cuales sus escenas de acción probablemente puedan servir para una franquicia cubana que la Marvel debiera atender. Tomemos por ejemplo, el momento en que Angélica descubre los cuerpos asesinados de sus padres y entonces "un desgarrador grito de dolor y terror brotó desde lo más profundo de su alma: '¡Asesinos… asesinos!'", y cuando llega "detrás de la madre y, presenciando aquella horripilante escena, no pudo contenerse: ¡Noooo! —su voz retumbó en un grito interminable…"

Y luego este otro momento, cuando es el turno de Jeremías, el apasionado novio de la joven, al verla desmayada y estuprada en el suelo "de pronto, sus ojos se detuvieron en unas prendas de vestir, rasgadas y esparcidas por el piso. '¡Noooo!, ¡Angélicaaaaa¡ ¡Malditoooos!', increpó con furia y experimentó una amargura irresistible". Yo añadiría que, junto a él, también el lector, cuando lee estas cosas desde el mismo primero capítulo, además de la sensación de que no demorará muchas páginas en encontrar otras "bellezas angelicales" así, de antología.

Se requiere un esfuerzo extraordinario para continuar la lectura de esta obrita, de la cual recomiendo al lector un experimento: pruebe a leer el capítulo inicial y después el final y verá que nada se habrá perdido de esta novela. Además de ahorrarse un valioso tiempo, se evitará la tomadura de pelo con las páginas saltadas. Pero no seré yo quien prohíba su lectura: si al lector le apetece el entretenimiento light, pues el gozo en un pozo, como dice un viejo refrán español.

A mí me queda la duda respecto al tipo de público al que va dirigida la novela, pero en realidad no me interesa averiguarlo. En mi acercamiento primaba un interés profesional porque —no tengo vergüenza decirlo—, hasta hoy la obra de Galindo me resultaba totalmente desconocida. Según la nota de contraportada, ya tiene un libro anterior, A corazón abierto —novela, poesía, qué sé yo—, que solo deben conocer él y algunos seguidores. Otros libros más de su autoría ya están en proceso de edición, y esta noticia a mí me alegra muchísimo, pues cada cual tiene derecho a la materialización de sus proyectos creativos.

Pero cuando uno lee novelas así no deja de pensar si vale la pena tanto gasto de papel y tinta en una tirada de 2.000 ejemplares, sobre todo en un periodo como este en el que la narrativa cubana, al menos la publicada en la Isla, sufre una crisis por partida doble.


Fernando Galindo Castellanos, Justicia angelical (Casa Editorial Verde Olivo, La Habana, 2018).

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