Si Luis Cruz Azaceta fue el primero en pintar un balsero, un hombrecito remando en medio de un cascarón vacío; Néstor Díaz de Villegas ha sido el primero que ha visto en esas balsas, ese artefacto, la cámara de gas posmoderna, el horror por otros medios.
Y no solo lo digo por “Kcho Degas”, uno de sus textos, sin dudas, más conocidos antes de que apareciera Cubano, demasiado cubano, el libro que recoge la mayoría de los ensayos que ha escrito en los últimos 15 años.
Su lectura de Batista, su lectura de Castro, su lectura de Miami (ese "Dachau rentable y duradero"), su lectura de Cabrera Infante, su lectura de Pablo Milanés y de las novelas de Chago, su lectura de Pérez Monzón y Pedro Álvarez, su lectura de Martí… así lo atestiguan.
Tema, el del horror, donde Che Guevara compite con Toni Montana (y no solo en cuanto a camisetas y posters), y los batistianos, inventados por el castrismo según NDDV, aparecen de alguna manera simbolizados en la extraordinaria foto que le hiciera Delio Regueral a Luis Posada Carriles, con pectorales de cómic y nariz de matón de barrio.
"Posada Carriles representa al último hombre que enfrentó al castrismo 'cuerpo a cuerpo', en sus campos de batalla reales, no ideales. Es una especie en extinción, el postrer espécimen de la Cuba perdida y sus posibilidades. Se insiste en 'idealizarlo' atribuyéndole los más horrendos crímenes, pero esto solo consigue acercar su imago a la de Fidel Castro."
Imago que, no olvidemos, ha sido una de las más nefastas del último siglo aunque por esto mismo la más fascinante, el último flirt entre el diablo barbudo y su fausto.
¿No vendría a ser esta imago precisamente la que construye, reproduce, sublima el Miami que observa Cubano, demasiado cubano, la que le da el cuerpo que el ensayista reclama para ese par a la vez asesino y seudoheroico que nombrábamos antes?
"Miami es el estómago del castrismo: gracias a Miami es posible desglosar, digerir y defecar sus partes constitutivas, apurar sus microfacciones y absorber su nutritiva ponzoña por intermedio de un retículo de instituciones mayores y menores (desde los menudos Municipios Cubanos en el Exilio, hasta la aparatosa Fundación Nacional Cubano Americana)."
Pienso que si algo va a ser pensado una y otra vez en este libro (y plagiado y negado y vuelto a pensar) es precisamente ese Miami pharmakon de NDDV.
Ese Miami gástrico, gritón y uróboro que dialoga con el de García Vega: la playa albina conduce a la Nada y la Nada es nada, y le da sentido a la que describía Guillermo Rosales, quien estaba tan loco que en los tiempos de la revista Mella había tirado una máquina de escribir por la ventana, en Boarding Home, una de las novelas más duras que ha producido el mundo Cuba.
NDDV, quien a la vez que gran sofista (en el mismo sentido que lo decía Platón: practicar la trampita dialéctica), es uno de los que mejor ha leído el castrismo ("Nuevas aportaciones al estudio del batistato" y "Veinticinco y una tesis sobre el Moncada" deberían estudiarse en todas las escuelas del exilio), muestra en Cubano…, una vez más, que las desgracias que hemos vivido en los últimos 59 años no solo son infinitas —y Néstor sabe de qué habla ya que sufrió cárcel en la isla del Dr. Castro―, sino que aún queda mucho por dónde pensarlas, por dónde maquetar y a la vez borrar ese Dachau perruno y alevosamente patriótico.
Néstor Díaz de Villegas, Cubano, demasiado cubano (Bokeh, Leiden, 2015).