Primer e-mail
Querida Nora,
Escribir un libro de poemas es como jugar en las máquinas del bingo o a la ruleta rusa en un casino.
Tú no solo sabes a la perfección la primera máxima del juego, sino que también dominas la segunda: si ganas mucho dinero en un solo día, nunca debes repetir el mismo salón al menos que haya pasado una semana. Después de escribir un buen poema (o unos versos aceptables), disfruta, descansa. Busca otro salón de juego o de lo contrario no das tiempo a que el dueño del negocio recupere su dinero perdido (tu 33% formará parte de los otros 66% que él buscará una y otra vez, sin detenerse) y mientras lo recupera, si regresas al lugar donde ganaste, tendrás que devolverle, por estadística y probabilidad, el dinero ganado o una gran parte de él.
Igual pasa con la escritura de un poema. Aunque vivas en un palacio de cristal, no todo en la vida es literatura. No seas ingenua como las mariposas de Viel Temperley con la luz de los aparatos en un pabellón de cirugía. La realidad es una cabeza con muchos cabellos y la literatura es un simple pelo sobre esa cabeza. Además, es tan fina la textura de la poesía que parece invisible, no por su poder, sino por su fragilidad. Ahí afuera de tu palacio brilla el mundo con sus jardines sin podar. Destroza las flores de una patada. Vomita sobre sus pétalos. Haz como aquella película que viste en un cine de California conmigo: Carpe diem.
Tuyo desde el aire,
Jack
Segundo e-mail
Mi adorable Nora,
Los verdaderos jugadores saben que no se va a un casino a jugar, sino a ganar. Los verdaderos poetas saben que se escribe para imitar a Dios, para intentar abolir la muerte, para trascender, de lo contrario no se debe ni siquiera asomarse con admiración al abismo blanco de una página. Esa es la diferencia entre un novato y un profesional del juego. Los maestros de los salones huelen el día en que deben jugar y después de matar a su presa (el dinero o un buen poema) se toman unos días de descanso. Los noveles se obsesionan por recuperar el dinero perdido y entran en un círculo vicioso donde ya no dominan su voluntad, sino que el ansia de no perder o de recuperar lo perdido los destroza al final de la partida. Esa es la primera máxima de todo profesional del juego: No se juega, nunca se juega. Se gana. El verdadero jugador gana siempre, aunque solo sea recuperando el dinero que apostó porque lo que no puede nunca es perder. Si pierdes eres una mala jugadora. Algo has hecho mal. Alguna palabra colocaste fuera de sitio y se derrumbó todo el edificio del poema. Alguna ley del azar incumpliste (porque el azar también tiene sus leyes). Si vas a ser una mala poeta lo mejor es suicidarte antes de publicar el primer libro bajo el efecto de cualquier método, aunque debes saber que nadie ha escrito el poema perfecto (lo dijo Borges, lo dije también yo, tu Spicer).
Para terminar mi carta de hoy, recuerda que existen los jugadores cobardes al final de la partida: el gran error de Leopoldo María Panero fue no acabar con su propia vida. Sus días fueron de una maravillosa locura, pero su muerte fue un desastre.
No dejes de leer mis mensajes,
Jack
Tercer e-mail
Nora mía,
Debido a los estudios de las probabilidades y a las estadísticas en los salones de juego los dueños del establecimiento ganan siempre el 66% del dinero que apuestan en sus salones. Lo mismo sucede con los editores, los distribuidores y los libreros (aunque la proporción numérica es distinta). Pero el poeta no escribe contra nadie. No compite. Su único rival es Dios. El diezmo de su ganancia se la regala a las playas del cielo. El jugador profesional lo sabe y por eso cuando estima que ganó el 33% que le corresponde, se levanta en silencio de su sitio y se marcha como el viento, en su bote de Caronte, a su cueva de ermitaño. Un jugador profesional tampoco habla con los demás jugadores. Se debe escribir mucho para no perder el tiempo (Zeit ist Geld) con los amigos. Al poeta no le interesa relacionarse con nadie en el casino porque nadie le va a dar dinero para jugar ni le va a enseñar el futuro en cada jugada. No existen los adivinos, sino los hombres o las mujeres que hablan demás, que escriben demás. El jugador profesional huye de los jugadores que hablan porque lo desconcentran. Entretienen su mente que debe estar centrada en el único objetivo que lo hace entrar a un salón de juego: ganar. El maestro de los juegos de azar tampoco juega nunca con poco dinero. No porque le guste demostrar que posee una fortuna. A él en el fondo le da igual lo que piensen los demás sobre su obra. Su meta es el dinero, el arte, no las personas. Su meta es escribir el poema perfecto, aunque sepa que nunca lo escribirá. Ésa es su misión y su mérito como artista. No hay sinónimos para la palabra "perfume", ni Flaubert volverá a nacer, y él lo sabe. Lo que sucede es que las apuestas se deben doblar hasta que ganes en la máquina del bingo o a la ruleta. Si no puedes doblar hasta el infinito entonces lo mejor es que no entres nunca a un salón de juego. Si no vas a superarte a ti misma, lo mejor será que no escribas nunca una línea.
Enamorado de tu hermano Dolan,
Jack
Cuarto e-mail
Nora,
Otra de las máximas que domina un maestro del juego es que nunca se debe jugar el dinero que ganaste. Siempre se debe tener una cantidad elevada de dinero destinada solo a jugar. Son como los soldados de tus batallas. Existen poemas que se escriben como un simple ejercicio, y otros, para el triunfo. La diferencia que separa el cesto de la basura de la victoria final o de un trofeo solo es medible a través de la intuición. Un detector de mierda a toda prueba, como decía Hemingway. El dinero que se gana se disfruta. Se vive. Después de escribir un buen poema, emborráchate, drógate, haz el amor con un arquetipo masculino o femenino de belleza hasta desmayarte. Si lo juegas, si arriesgas tu éxito, lo volverás a perder porque no es tuyo. Es del azar y en el reino del azar nada es tuyo. No lo olvides nunca. Solo la ganancia es de tu propiedad y ella te visita cuando esperes el momento oportuno. Lee La ocasión de Maquiavelo. Lee los consejos de Faulkner. Solo la fama será tuya cuando la desprecies. Por eso debes huir de las presentaciones, de los aplausos, del público en general. Tu juego es en privado, en soledad, contra tus enemigos íntimos. Todo escritor auténtico es amante de su soledad. Entonces, como un pez, la fama, la ganancia, picará el anzuelo para engañarte, pero tú debes intuir si le obedeces o la dejas pasar. Si es tu momento, tu ocasión, que de manera general sucede después de las enormes pérdidas en un mismo juego, entonces debes halar fuerte el nailon de la caña de pescar, para que no escape.
Un beso largo y lejano de tu,
Jack
Quinto e-mail
Mi entrañable Nora,
El juego se comporta como un paisaje con montañas, lagos y abismos. El país de la poesía es igual. Existe un poema y un no-poema que se corresponden desde lo invisible. El pico o la altura es el silencio; y el descenso, la palabra. Actúa en equilibrio. Busca la armonía de la belleza en el agua del lago. Teje los hilos con la ley de la correspondencia. Aprende de memoria las siete leguas de Hermes. La música de tu médula interna. Que tu interior y el poema sean uno. Si el pico es muy elevado, después vendrá un abismo en proporción. Si caes en un abismo de pérdidas muy profundo, si resistes, después vendrá una montaña en equivalencia a la profundidad en la que caíste. La montaña será alta, sin duda. Solo debes tener dinero para resistir. Si caes en un agujero pequeño y después obtienes una ganancia desproporcionada entonces debes marcharte. Si tu caída es casi sin fondo, no te esfuerces en otra cosa que no sea en recuperar tu dinero. Enseguida vendrá. Escribe la música en la hoja como fluyen las aguas del río bajo el lago. El universo se mueve en un círculo de espirales que siempre dibujan el anillo del retorno. Debes tener fe en tu resurrección como la naturaleza en sus estaciones. Recita la ley del espejo ovalado que gira sin detenerse. Para un poeta el dinero consiste en la fe que lo mueve, de una manera ciega, hacia el reino de la poesía. El poema es el escudo que protege tu vida. Entonces debes levantarte una vez lo hayas conseguido. Recuperar el dinero en los días de grandes abismos es ganar también la batalla. Si sigues apostando perderás tus caballos de combate porque el abismo inmenso te señala que alguien antes que tú ya se ha llevado la ganancia de esa noche (siempre se juega con los ojos cerrados y de noche, eso tampoco lo olvides)...Y si no vas a ganar, entonces debes recuperar a tus soldados, a tus caballos, y regresar al campamento y prepararte mentalmente para una nueva guerra. En unos días el salón estará lleno de dinero porque los jugadores, en su mayoría, desconocen estas reglas. Si no quieres volver por un tiempo a ese salón es aconsejable que busques un nuevo casino en la ciudad donde se apueste mucho dinero. Un buen poema se escribe en cualquier sitio, incluso en el cementerio. Además, lo que importa es el viaje hacia la meta. Si no lo tienes claro o te sientes insegura, lee de nuevo el famoso poema de Cavafis que refleja el regreso de Ulises a su isla interior. Lee también un mal libro: cualquiera de Dale Carnegie o Pasión por la excelencia. Pero si aun así te deprimes y no quieres prostituir tu alma de gran jugadora, lee entonces el I Ching, el Panchatantra o el Eclesiastés (el Tao te King solo se debe leer si eres reina o multimillonaria, aunque vivas en la ruina).
No dejes de escribir tu libro,
Jack
Sexto e-mail
Nora mía,
Los grandes jugadores tampoco pierden el tiempo en los pequeños salones donde el fondo de premio es ínfimo. Debes diferenciar un villorrio, una provincia, e incluso una nación. Tú escribes en relación con el planeta. Tú eres una jugadora universal. No se debe jugar nunca contra quien es más pobre que tú porque ganarás una miseria y también porque si ganas no harás otra cosa que hacer más pobre a quien ya lo era. El maestro de juego es un caballero y se bate contra el azar, contra la luna, contra el sol, contra Dios, no contra los hombres que manejan poca cantidad de billetes en metálico. Si no vas a luchar contra los símbolos de la Torá o de la Biblia o contra los molinos de viento de El Quijote, mejor es que sigas en silencio o que desayunes un puñado de tierra baldía, una piedra del páramo de Rulfo, o el cadáver sin sexo de Wittgenstein.
Te abraza desde su tumba,
Jack
Séptimo e-mail
Nora querida,
Los maestros de juego tampoco juegan con tarjetas de crédito porque las tarjetas te endeudan y en realidad el que gana es el banco que te entregó la tarjeta. No le debas nada a nadie al escribir, solo a los muertos. Los jugadores natos siempre guardan una enorme cantidad de dinero en negro. Por eso debes leer a los clásicos como si estuvieras poseída por el demonio. Pero lee solo a los grandes escritores, a los que consideres de tu familia o de esa familia a la cual quieres pertenecer. Tu don es un secreto, incluso para tu sombra. Tu don es tu dinero. Un dinero que no conoce Hacienda ni nadie de tu entorno. Ese secreto también te garantiza un poder oculto. El dinero también funciona como tus espías. Al introducir un billete en una máquina o al apostar en la ruleta, el jugador profesional sabe enseguida si está cargada la máquina o si hay dinero de fondo. Ningún jugador actúa diferente a los gobiernos. Los espías o agentes de inteligencia se guardan con mucho recelo porque la información anticipada equivale a una victoria segura o a una retirada a tiempo.
Si vas a ganar como poeta entonces juega, de lo contrario, coge la llave en tus manos, rézale una plegaria a Lautreamont, y ve hacia la puerta de salida del casino. Otros la abrieron con una pistola, con una navaja, o con una soga. Tú no serás ni la primera ni la última.
Se despide desde la sombra,
Jack
Dolan Mor nació en Pinar del Río, en 1968. Es autor de la tetralogía Maladie bleue, una colección de libros híbridos y experimentales que se inspira en la obra esencial de Lewis Carroll y en la Fuente Q de los Evangelios. Los títulos que componen Maladie bleue —Poemas míos escritos por otros (volúmenes I y II), Después de Spicer (volumen III), Dolan y yo (volumen IV)— han sido publicados por la editorial española Aduana Vieja.