Back to top
Poesía

El techo

'Esta es mi casa:/ un jardín disecado/ por el sol en verano/ y por el viento en invierno/ (con sus malas yerbas/ y sus malas palabras)'

Miami

 

"y el techo es azul como cuando todo llega a su fin"
                                              Yves Bonnefoy

 

¿Y qué lugar para mis poemas?
¿Y qué lugar para mis tazas
cuando la lluvia baje
a destrozarlas?
Amarrar las ventanas
con una cinta roja
y con una cinta negra
no nos protegerá.
El huracán llegó
para quedarse
y clavetear las hormigas
apostadas entre ruinas
para que la sal no sude
la cerámica,
no será suficiente.

Esta es mi casa:
un jardín disecado
por el sol en verano
y por el viento en invierno
(con sus malas yerbas
y sus malas palabras)
tan acostumbradas a crecer
y dar la sombra que pueden.
La pájara amarilla que escapó
dejó un aviso con cal en la pared,
una advertencia
por si otro pájaro se animara
a vivir comiendo cáscaras de arroz
sin granos.

Recuerdo cómo tuvimos aves pasajeras
que aprovecharon la tormenta
también para escapar.
Años tapándolas en la noche con un paño blanco
y destapándolas con un paño prieto después,
al amanecer
contra el insomnio:
insomnio nacional.
¿Cuándo dejamos de dormir
y de creer?
El calendario que teníamos
era ese movimiento sutil
de cubrir cada día
hasta el siguiente
la miseria, su rutina.

¿Dónde pongo ahora el lugar para el lugar?
¿Dónde la inquietud de un lugar que no es posible situar
ni sostener?
¿Dónde los exiguos granos para que no se mojen más
o para que nadie se los robe?
¿Dónde las macetas
que no pudieron soportar tanta humedad
—recipientes hechos para las goteras
más que para la tierra,
las flores y las primaveras?

A estas alturas
regreso a mi casa
para quitar el techo
y destapar la caja de Pandora:
su crueldad
(los grillos que sobrevivieron
susurrando consignas obsoletas
en este lugar que desaparece).
¿Cuántas noches me ayudaron
a olvidar?
¿Saldrá un cielo nuevo que cubra
esta intemperie?
¿Qué haré con las tormentas
para que sean más débiles
y ocultar
la mezcla de negrura y aceite
que me envolvió
por todos estos años?

Los tanquecitos de agua
contaminada
no serán suficientes,
ni las moscas
—que todo lo pueden—
sobrevolando tendederas contra el viento,
burlándose de mi deseo de amparo
preguntarán:
"A estas alturas, vieja,
¿puedes sentirte indiferente
cuando otro techo encima del horizonte y más allá
se bambolea?"
La casita de enfrente
hacia la izquierda
que parece de palomas
cruje cuando los niños
regando sobre el zinc
las plumas que quedaron del almuerzo
llegan.

¿Dónde estará mi pichoncito gris?
Y los gatos:
Diotima, Dédalus, Donatello,
Dujna, Denisen ¿volverán?
¿Qué techo necesito para cubrir las pérdidas
y cortar otras maderas
que no sean vulnerables
ni indiferentes
como no fueron estas
y que resistan más que la pinotea
—tablillas de cajas de muertos
encima de mis ojos
como féretros—;
vigas robadas un domingo al carnaval
cargadas de deseos
para proteger un sentimiento, un techo
que se hunde más y más
sobre el suelo
rellenando y rellenando los poemas
con cisco de carbón
donde los comejenes enterraron también
sus alitas perversas?

¿Y la luz?
¿Podré tener un techo
impecable
con la misma luz que este colaba
por todas sus hendijas?
Rayitos de sol, de lujuria, de amigos,
de luciérnagas
que venían con una palabra selladora
—permanencia o consuelo—,
a cubrir las estrellas
bajándolas una por una
como en el cuento de Darío a la princesa?
¿Cómo hacer un techo normal ahora?
¿Para quién?
¿Para los que fuimos?
Esos fantasmas que recorren
habitaciones vacías
y recuerdan
un cielo carmelita
un cielo verde
y un cielo azul
"como cuando todo llega a su fin".
Un tornasol de cielos
un arcoíris
que ya no resistirá otra tormenta
ni la indiferencia.
¿Cómo estar preparada para esa mentira
que haga ver a los otros la verdad?

Pero, "hazlo, hazlo" —oigo a las hormigas,
a los grillos, a los gatos insistir
desde el "más allá".
No saben lo que cuesta quitar y poner un techo.
Un cielo.

 


Reina María Rodríguez nació en La Habana, en 1952. Autora de numerosos libros de poesía, algunos de los más recientes son: El libro de las clientas (Letras Cubanas, La Habana, 2005) y Variedades de Galiano (Letras Cubanas, La Habana, 2007) y O piano /El piano (Lumme Editor, São Paulo, 2014). Este poema pertenece al libro inédito Chapapote.

Otros poemas suyos: Cuerpo a cuerpo, Elegiste azulLa guerra y Música fantasma.

Archivado en

Sin comentarios

Necesita crear una cuenta de usuario o iniciar sesión para comentar.