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Crítica

Diseminaciones de Calvert Casey

Jamila Medina Ríos estudia la obra de Calvert Casey en un libro que obtuvo el Premio Carpentier de Ensayo.

La Habana

Van los jóvenes creadores cubanos —cineastas, escritores― a la investigación profunda, a la indagación de sus mayores, marginados de la historia oficial,  esos maestros prohibidos por largas décadas y rehabilitados luego por conveniencias de la llamada "política cultural".  También, de los que aún permanecen congelados en la lista negra de las autoridades. Como un Guillermo Cabrera Infante, a los que han dedicado dos libros los jóvenes Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco. Los mismos que han entregado Hablar de Guillermo Rosales (Miami, Editorial Silueta, 2013), sobre un desconocido total para la nueva generación de lectores.

Entre estos investigadores, escritores con agallas, se encuentra la poeta Jamila Medina Ríos, quien ha dedicado sus desvelos al estadounidense-cubano Calvert Casey Fernández (Baltimore, 1923-Roma, 1969) en Diseminaciones de Calvert Casey, ensayo merecedor en 2012 del Premio Alejo Carpentier de Ensayo.

Abordar la escritura del autor, en análisis global de sus textos —poesía y narrativa―, "desde una perspectiva laxa, de mapeo, como la propuesta por Gilles Deleuze y Félix Guattari en el Rizoma, método que facilita la percepción del caso Casey, quien se ha debatido entre ser percibido por la senda de la muerte ( y el dolor de Cuba) o por la senda del deseo (y el placer homoerótico)", es la lograda propuesta de Jamila Medina Ríos, "aunque quedan sin glosar sus críticas literarias y teatrales, tanto como su extensa correspondencia y su labor de traductor", lamenta. 

Así, el estudio "centrado en la productividad literaria de un corpus que anduvo asaltado por constantes ideotemáticas tan llamativas como las del cuerpo y la trascendencia, el voyeurismo y el exhibicionismo, el goce y la muerte, la realidad y la ilusión", nos presenta la experiencia Casey, verdad limitada aunque incuestionable desde una distancia crítica, acción que nos sitúa, como lectores ante la auténtica historia, su  aura trágica.

El libro va de la justicia histórica a la justicia poética, razón esta última postulada con inteligente sintonía, coherencia y reflexión por la ensayista, quien se adentra en el lado oscuro de la trayectoria del suicida como alguien que atraviesa un paisaje de resplandor invisible. Con elegancia e intensidad en la pesquisa, trabaja en torno a la memoria: entrevista a los que le conocieron, recorre archivos, bibliotecas, asalta el palimpsesto digital, despierta muertos de su larga noche "revolucionaria", cuestiona el pensamiento utópico del siglo XX.

La obra y figura de Calvert Casey  ha merecido numerosos análisis, tanto desde la óptica de los estudiosos que permanecen en el país, como los que desarrollan sus carreras en el exterior. Así, Concepción T. Alzola, Alberto Garrandés, Víctor Fowler, Roberto González Echevarría, Fernández Rodríguez, Gustavo Pérez Firmat, Rafael Rojas, María Zambrano, entre otros, son sometidos a escrutinio incisivo, debatidos sus presupuestos conceptuales, las afirmaciones rotundas.

La capacidad de comprender, más que de juzgar, guía Diseminaciones de Calvert Casey, ensayo que se inscribe, según la autora, "en las coordenadas estilísticas, estéticas e ideotemáticas del grupo Diáspora(s), de acuerdo con el manifiesto de 1992, expuesto en la revista homónima".

Siete capítulos conforman el ambicioso trabajo, a los que se añaden varios anexos, como la entrevista a un reticente, receloso Antón Arrufat, que poco aporta; la necesaria cronología y tres textos en inglés de Calvert Casey, entre ellos, el capítulo salvado de su novela desaparecida, "Piazza Margana".

Su esencial condición de poeta permite a Jamila Medina Ríos constatar la soledad como la tierra definitiva del artista. La tragedia de este ser, vaciado en dos mundos, con sentimientos de culpa y deber y otras sensaciones oscuras remiten a una trascendencia ética, estética, religiosa: simbólica. Situación imposible de quien tiene un pie dentro y otro fuera y ni siquiera está claro de qué o de dónde: dialéctica extraña que se trasluce en obra de intemporal trasfondo, en la contundente belleza de lo realizado, con la mirada inmersa en lo real próximo, palpándolo en su raíz.

La pluralidad de los puntos de vista expuestos, invalidan la retórica de la diferenciación y lo accidental: el "estar" y "pensar" del escritor Calvert Casey, amorosamente consignados tras las voces narradoras que surgen en cada situación o escenario examinado van tras el conocimiento  del lenguaje, sus relaciones inéditas con las palabras. ¿Escritura absurda, existencialista, neobarroca?

Mixtificador de los moldes genéricos, para Jamila Medina Ríos, la ficción de Casey se presenta "como pasadizo salvador, línea de fuga solo transitable con la fe puesta en una zona de lo 'real' (rito y mito), que es la menos verosímil y la más verdadera. Entonces, el nivel literal de los textos, que parecía claro, revela matices y mayor coherencia, y el nivel alegórico se vuelve imprescindible para entrever en esa escritura incluso un nivel anagógico. La asunción acontece del todo. Desbrozado ese recorrido privilegiado de lectura, abierto a nuestro ojo transgresor, el corpus confiesa el hábito de Casey de hurtar el cuerpo, y se (re)vela en una última violencia (se diría una iluminación). Se alcanza a vislumbrar la inscripción de una palabra que, aspirando a la bienaventuranza eterna, la quiso y la creyó posible para el escribiente y para sí".

Diseminaciones de Calvert Casey enriquece el nuevo imaginario nacional y es, sin lugar a dudas,  una de las raras joyas de la ensayística que se escribe ahora mismo en el país.

 


Jamila Medina Ríos, Diseminaciones de Calvert Casey (Letras Cubanas, La Habana, 2013).

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