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Artes visuales

Arte y chivatería en El Fanguito

Dentro de la Bienal de La Habana, Wilfredo Prieto ha querido convertir en un museo de arte contemporáneo un barrio insalubre y la Seguridad del Estado se hace presente.

La Habana
Wilfredo Prieto.
Wilfredo Prieto. Escambray

"Wilfredo Prieto será lo que será, pero la experiencia va resultando interesante",  me dije al cabo de una hora de recorrer el barrio insalubre conocido como El Fanguito, que, escondido entre El Vedado y Kohly, consume su miseria en una especie de hueco amurallado por la izquierda e impedido por el agua a la derecha.  

Su nombre lo debe a su condición orillera de "llega y pon" a la vera del río Almendares. Cuando hay tormenta y el agua reclama su lugar, sabe aflojar la tierra por unos buenos 50 o 100 metros y la gente que ha construido en el borde tiene que rehacer sus covachas o restregar las paredes y el piso de cemento cuando lo húmedo decide volver a su nivel.  

Sorprendentemente, la avenida principal del Fanguito, la Calle 32, no luce tan mal. Está poblada de casitas modestas pero pintadas y las aceras permanecen increíblemente limpias —que es más de lo que puede decirse del Vedado—. Sin embargo, si una tira para el río ya surge el laberinto de casuchas estilo favela y la gente precaria. 

Es precisamente allí, entre la zona norte más urbana y el húmedo sur más pobre, donde el artista Wilfedo Prieto ha emplazado más de 50 piezas que replican obras suyas en un gran gesto para la Bienal de La Habana.  Esta larga exposición se llama, precisamente, Fanguito (no el mejor de los títulos, pensé con error al principio) y durante 47 locaciones que incluyen casas, escuelas, consultorios médicos y negocios privados, el espectador puede comprobar las obras que — como el famoso Vaso de agua medio lleno– suelen ser objetos comunes que Wilfredo Prieto desde hace años juega a "resignificar" y también vende con relativo éxito de mercado. 

"El barrio sería un museo de arte contemporáneo", decían los productores, "otra vez resignificamos", "otra vez Duchamp", etc. etc.  "La exposición de Prieto promueve un diálogo entre el arte contemporáneo y la realidad del barrio El Fanguito", se lee en el tabloide de la exhibición. Los custodios de las obras, que son habitantes y trabajadores del lugar, han sido llamados "mediadores" y se supone que en la interacción del espectador con ellos, puedan ofrecer una interpretación de la pieza, además de permitir su disfrute. Desde el pasado 29 de noviembre hasta el 29 de enero cualquiera puede visitar ese museo abierto para saber lo que es diferencia y soltura artística… O eso dicen.

Llegué sin mapa porque la información en la red es increíblemente escasa para una exposición de tales proporciones. Sin embargo, con la rápida ayuda de un carpintero local que me acompañó unas cuadras (y a quien eximo de toda relación conmigo o con la prensa independiente), pude ir conociendo los primeros asentamientos de obras, que efectivamente, abundan a la orilla del río, en la parte "mala" del barrio.  

Marta, frente al parque, guarda tres piezas: una piedra pintada, una peluca roja y un "pelo y una pasa", que están supuestamente pegados con un pedazo de tape al piso de su sala delante de un ventilador encendido. Ni con espejuelos y agachándose mucho, podía Marta dar fe de estos últimos objetos. Para ella que habían salido volando con el aire del ventilador, obligatorio en la instalación. La piedra y la peluca pertenecían, propiamente hablando, al parquecito de enfrente, a la vera del río. Pero las productoras de la exposición decidieron resguardarlas en esta casa porque la dueña es una "persona de confianza". Durante 17 años ocupó algún cargo en la FMC y ahora apoya cuanta actividad oficialista se hace en el barrio. Su casa es una "casa de servicio", dice. 

Si una empieza a adentrarse por un pasaje estrecho y laberíntico frente al parque, llega a la casa de tablas de Juana. Lugar pequeño y obviamente pobre. Me atiende la hija de la dueña, que no es muy locuaz, como Marta, pero que sabe mostrarme la pieza colocada encima de una pequeña repisa que adorna un almanaque de 2021. Se trata de un pedacito de diamante. Ninguna obra tiene título en las viviendas, pero por el catálogo sabemos que es una réplica de Polvo amplificado por diamante.

"En otras casas se ha perdido el diamante", me dijo la joven acaso con imprecisión, porque la documentación habla de una sola piedra preciosa. "Pero nosotros somos gente honesta" y para que hiciera mis anotaciones en el mapa, me prestó una pluma que decía "Somos continuidad". 

Ya iba notando un patrón entre los custodios o "mediadores" de las obras: todos resultaban personas "políticamente confiables", destacados miembros de las organizaciones de masas de la zona, presidentes de CDR, señores de vigilancia.

Un personaje oscuro que guarda la reproducción de la obra Huevo y bola negra  (literalmente un huevo con una bola de billar #8) me dice que quiere ser famoso como Wilfredo Prieto. Al lado de su puerta tiene unas planchas de metal que abarcan un área aproximada de un metro y medio por tres y están abarrotadas de consignas oficialistas. Vivas a los CDR, a la Revolución y a Fidel Castro, se disputan el vacío en su portada barroca.

"Me vas a embarcar", protesta cuando le tiro una foto a ese horror vacui de fachada y comienzo a notar que el horror era otro: antes de irme, aquel vecino nervioso me pide que le muestre las fotos que hice. "¡Bórralas!", señala a la constancia de las pintadas que él mismo ha hecho en su propia fachada. Entonces tuvimos un intercambio absurdo donde yo trataba de poner en orden el hecho de que esos carteles los pintó el mismo para el público como una afirmación de sus creencias. En todo caso, yo no iba a revelar ningún secreto con las fotos. 

Del trabalenguas que él ensaya como respuesta recibo una idea muy fantástica de la simulación. En algún momento cometo el error de decirle que yo no soy periodista oficialista, sino independiente. Entonces el hombre oscuro finge empatía. Yo le prometo finalmente que no revelaré la fachada que él mismo expone a la vista de todos en una foto (y no las borro). Pero a estas alturas me convenzo de que este personaje no quedó tranquilo con mi certeza. 

En retrospectiva, se explica que los productores de la exposición hayan elegido personas adeptas del régimen para garantizar la guarda de las piezas por dos razones: primero, será más fácil reclamar a un presidente del CDR por una peluca roja perdida que a un hijo de vecino del Fanguito. Luego, la función de mediadores que deben cumplir dichos guardianes no solo sería entre el espectador y la pieza, sino entre la realidad y el espectador, responsabilidad que no se le otorga a cualquiera en Cuba. En un contexto tan complicado y primario como El Fanguito, las autoridades no querrían a cualquier crítico de arte, periodista o simple visitante, metiendo las narices y hablando cualquier cosa con la gente. 

En el "museo al aire libre" la visita debe ser guiada. La capa etérea que sustituye los cristales entre el espectador y la calle tiene que enturbiarse con la mediación si no se quiere un escándalo. El agua cristalina que revelaría un fondo agreste debe mezclarse con la tierra para impedir la vista. 

Sin embargo, sucede que cuando nos acercamos demasiado a la vida, es difícil controlar la experiencia y el azar tiene voluntad propia. Fácilmente se dicen palabras de más, se coge por el camino equivocado o un cambio de viento remueve de pronto el limo que enturbiaba el agua. 

Cuando vine a darme cuenta, ya estaba en el pasaje que no era. Una mala lectura del mapa me había hecho perderme a la orilla del río e ir a parar a la conversación de vecinos que no sabían nada de obras de arte, pero sí tenían mucho que decir sobre su calamidad húmeda y la mala gestión del Proyecto El Fanguito, con el cual las autoridades decían ayudarlos.

Después del 11 de julio, uno de los grandes cambios revolucionarios fue permitir que la televisión cubana reprodujera un documental sobre las giras por el barrio de Silvio Rodríguez que, entre otras, mostraba la miseria de este hueco en el medio del Vedado. Luego de eso, el gobernador de La Habana visitó el barrio. Finalmente recibieron también la visita de Miguel Díaz-Canel. Entonces las autoridades prometieron construir viviendas tierra adentro para mudar a aquellos que habitan a unos metros del río.

"Me he tirado de clavado de ese techo", me dice uno de ellos, para darme una idea de adonde llega el agua cuando quiere. "Cuando viene mal tiempo, hay que sacarlo todo y hay gente que pierde la casa, se lo dijimos a Díaz-Canel". 

En 2024 ya estuvieron listas algunas viviendas. También convirtieron una parte de la escuela secundaria básica en apartamentos.

"Si te digo que uno solo de la orilla se mudó para allá, es mucho", afirma un hombre molesto junto al fango. "El proyecto ha sido un fracaso", lo apoya otro. La selección de los habitantes merecedores de casas nuevas fue turbia. "A la delegada de Poder Popular, que no vivía ni cerca del río, le dieron un apartamento". Esa señora había sido una de las líderes de la desinteresada ayuda gubernamental al pueblo. Salía en muchísimas entrevistas. Los hombres adivinan móviles económicos o políticos en la distribución.

Una versión de este barrio (sin dudas auspiciada por el poder) asegura que a la gente de la orilla los han mudado varias veces  y demolido sus casas, pero siempre aparecen migrantes nuevos que construyen en ese sitio. Sin embargo, los bloques y el cemento que se ve en muchas de las construcciones a la vera del fango no es tarea de unos años, sino de mucho esfuerzo en este país. Tiempo que debe duplicarse en esa orilla. Fácilmente te dicen esos bloques que la misma gente vive ahí desde hace décadas. 

En esta conversación me habré demorado 20 minutos o media hora. Cuando encontré mi camino fuera del pasaje sinuoso de la pequeña favela, tuve la impresión de que me estaban esperando. La siguiente persona que encontré se llama Guillermina y es otra presidenta del CDR que se toma muy en serio su tarea de vigilancia (después supe que también aspira a una casa, aunque no vive pegada a la orilla).

"Aquí no hay ninguna obra de arte", me dijo mientras hablaba por teléfono, como queriendo atender a todo el mundo a la vez. "¿Quién es usted y para quién trabaja?", cuando colgó, me increpó con brusquedad. Su reacción me pareció muy extraña porque hasta ahora todo el mundo me había tratado bastante bien. Ella había sido la encargada de ubicar algunas obras, pero no tenía ninguna en su casa —repite hosca—, a pesar de que mi mapa dice lo contrario. Resignada me dirijo a la casa de al lado, pero no puedo evitar que Guillermina siga mis pasos. 

En los dos siguientes emplazamientos, solo pude intercambiar un par de sonrisas nerviosas con los mediadores y tirar alguna foto porque la señora seguía a mi lado. "¿Cómo usted se llama?", me espetó cuando le pregunté por la dirección de la próxima casa, tratando de mantenerme amable.  Ensayé algún nombre que Guillermina anotó presurosa en un papel que llevaba consigo. Parecía dispuesta a escoltarme hasta la otra esquina, cuando un grito le avisó que de nuevo la llamaban por teléfono. Entonces, con toda la rapidez que pudo, enfiló su corpulencia rumbo a su casa, dejándome por fin tranquila (o eso creí). 

Yo caminé en efecto hasta la esquina del bloque de nuevas viviendas que los habitantes llaman Proyecto El Fanguito: media docena de casas de dos cuartos que, por lo pronto, parecen relucientes. 

La señora de turno amablemente me enseñó una semilla de fruta bomba que descansaba en el marco de la ventana. Era la réplica de Amor. Ella también (¡cómo no adivinarlo!) había sido presidenta del CDR, esta vez el comité de la orilla del río, precisamente antes de mudarse para este nuevo hogar que le regalaron.

"La semilla es pequeña, pero como es la semilla del amor, no importa el tamaño porque puede crecer", me explicó cumpliendo su papel de mediadora. "Y ahora te dejo, porque el joven te espera para hablar contigo".

Cuando me volví, allí estaba en la acera un muchacho flaco acompañado por otro más robusto que no se bajó de la moto.

"¿Ya terminó de trabajar?", me preguntó entonces el flaco, identificándose con el seudónimo de agente Lucas, miembro de la Seguridad del Estado, mientras me enseñaba el carnet de plástico con las conocidas siglas "DSE".

También le adiviné fruición, por sentirse poderoso. Quería que me identificara yo misma, saber mis pormenores. "Se supone que esto es un museo al aire libre", alcancé a terciar con ellos, realmente molesta por la interrupción. 

Me incomodaba especialmente el hecho de que, a pesar de los acontecimiento extraños de suspicacia, estaba empezando a disfrutar la exposición, incluso estéticamente. El logro no estaba en cada pieza, sino en la interacción que conseguía entre mediadores, realidad y público. La última señora, por ejemplo, se había salvado por un momento de su miseria para concentrarse en el símbolo en su ventana. Aunque fuera durante un mes, aquel diamante iluminaba la casucha de la chica que decía ser honesta. Incluso el hombre oscuro se había puesto en conflicto con su duplicidad. "No la estamos deteniendo", ripostó el segurosito ante mi protesta mientras el otro llamaba por teléfono, quizás pidiendo refuerzos.

Entonces di media vuelta y salí a caminar. Quizás me gritaron. Enseguida aproveché lo retorcido del terreno para perderme hacia cotos de mayor realeza. ¿Quién me habría chivateado? Conservo mi teoría. Del intento de Wilfredo Prieto, conocido artista oficialista, sé decir que no se puede jugar a la vida en un cementerio ni a la libertad en una cárcel.

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4 comentarios

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Profile picture for user Plutarco Cuero

Kafka era un niño de teta .... La maldición Castro es peor que el demonio Nosferatu ....

Ja,ja,ja, allí todos son chivatos. En palabra aplicable a lo que hacen, son oportunista.

Profile picture for user Archivaldo Pais

A Wilfredo Prieto, el 15 de enero de 2020 se le fue otorgada la Distinción de la Cultura Nacional , así aparece en La Gaceta Oficial de esa misma fecha. Distinción que, por supuesto fue entregada por el inefable Ministro de Cultura, Alpidio Alonso, https://www.escambray.cu/20…
Se conoce de sobra, de su delaciones a otros artistas ante oficiales encubiertos del MININT y de la Seguridad del Estado. Tambien se conoce su explicita corrupción financiera y moral, corrupción que enmascara al estar protegido por el regimen cubano. Es igualmente bien notorio, el acoso sexual continuado a toda muchacha que anda cerca de el.