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Artes plásticas

Tres décadas de labor artística de Juana Valdés en una exposición antológica

Es una de esos artistas que han construido sus carreras contra viento y marea, muchas veces a contrapelo de la indiferencia del exilio, la ignorancia del público estadounidense y el recelo de 'la última moda' llegada de la Habana.

Washington
'The World Stripped Bare and Flat' (2017) y, en la pared, 'Imperial China' (2017), de Juana Valdés.
'The World Stripped Bare and Flat' (2017) y, en la pared, 'Imperial China' (2017), de Juana Valdés. Artealdia

En el pasado octubre, el Museo de Arte de Sarasota, asociado con el Ringling College of Art and Design abrió la primera exposición antológica de 30 años de labor artística de Juana Valdés

Nacida en Pinar del Río en una familia afrocubana, Juana Valdés llegó al exilio en Miami siendo niña, en 1971. Comenzó sus estudios en Miami Dade County College, hizo su licenciatura en Escultura en Parsons School of Design, y su MFA en School of Visual Arts, ambos en Nueva York. Desde hace varios años es profesora de Grabado en la Universidad de Massachusetts, Amherst. Valdés ha recibido importantísimas becas para artistas visuales como la Pollock-Krasner, la beca de la Joan Mitchell Foundation y recientemente la prestigiosa Latinx Artist Award, creada con fondos de las fundaciones Mellon y Ford.

No cabe duda de que Valdés pertenece al grupo más significativo de los artistas plásticos cubanoamericanos, aquellos que son productos del exilio histórico y que se forjaron en EEUU sin ningún tipo de apoyo oficial del Gobierno cubano. Artistas como Luis Cruz Azaceta, María Brito, Arturo Rodríguez y Teresita Fernández, que han construido sus carreras contra viento y marea, muchas veces a contrapelo de la indiferencia del exilio, la ignorancia del público estadounidense y el recelo de "la última moda" llegada de la Habana. Es importante reconocer que estos artistas son también parte integral del arte contemporáneo producido en EEUU, es decir que son artistas de EEUU de origen cubano.

He tenido el placer de seguir la obra de Juana Valdés desde finales de la década de los 90. Por fin la conocí personalmente, gracias a Rocío Aranda-Alvarado en una presentación de su trabajo en la Universidad de Rutgers en el otoño del 2001. Desde entonces he continuado siguiendo su producción artística. La inteligencia y profundidad de su contenido, sumado al exquisito oficio de su trabajo, hacen inevitable el apasionamiento de un crítico e historiador.

Su exposición, Embodied Memories, Ancestral Histories (Memorias encarnadas, historias ancestrales), organizada por la doctora Francine Birbragher-Rozencwaig, reúne el trabajo de tres décadas en los medios en que Valdés trabaja: cerámica, grabado, instalación y video. En todas las piezas en exhibición la memoria esta encarnada en la representación del cuerpo, sea este literal, metafórica o simbólicamente, y las historias ancestrales son simultáneamente equipaje pesado, tradiciones vivas, maldiciones y liberaciones.

Temáticamente, la exposición esta divida en tres secciones: "La historia de migración", "Representación y subjetividad", "Materialidad". Dentro de estas secciones aparecen las constantes en la producción de Valdés a través de los años: el legado del colonialismo, el cuerpo femenino —en este caso de la mujer negra— y la raza.

Con inteligente ironía, Valdés nos presenta objetos que disciernen y reflejan todo esto sin jamás caer en un didacticismo pesado en el que habitan tantos artistas contemporáneos. Su estilo, desde sus primeros grabados y cerámicas hasta las instalaciones más recientes, posee una elegancia neoclásica, casi minimalista. Su temática es dura (esclavitud, racismo y machismo, pobreza, exilio), muchas veces dolorosa, mas su poética es una en que su visión del mundo es evocada de manera expresiva, nunca descrita con un literalismo vulgar.

Toda la exposición esta llena de piezas inolvidables, desde "Un saco para el viejo" (1993) hasta la instalación video "Rest Ashore" (2020). Esta última posee un juego lingüístico en su mismo título, empleando la palabra descanso (rest) y costa (ashore), creando un espacio e imaginería donde el tiempo se trastorna y estamos con los esclavos cruzando el Atlántico al igual que con los balseros en medio del Golfo.

Mi pieza favorita —"Red Bone Color China Rags" (2017)— consiste en 11 cerámicas idénticas de trapos colgados en la pared en una línea horizontal. De un extremo a otro vemos la variedad de color de piel en el Caribe o en el llamado Nuevo Mundo. Técnicamente, la ejecución de esta obra es complicada y delicada (muchas piezas se rompen en el proceso). Valdés no solo ejecuta el oficio con maestría; con delicadez agonizante representa la mescolanza racial de nuestra geografía y toda la problemática que esto implica.

Juana Valdés terminó recientemente un importante proyecto de arte público en la Florida. Es un enorme mural en cerámica con el título "Un solo mar". Aunque por razones obvias la obra no está en la exposición del Museo de Arte de Sarasota, en su belleza visual y fuerza emocional representa todo lo que el arte de Valdés ha estado haciendo por las últimas tres décadas: la inteligencia al servicio de la emoción; una visión del mundo desgarradora y cargada de redención.

Su exposición estará abierta al público hasta el 11 de febrero. El excelente ensayo de la curadora puede leerse en el sitio web del museo.


Juana Valdés, Embodied Memories, Ancestral Histories, Museo de Arte de Sarasota, Florida.

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