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Artes plásticas

Sorolla en todo su esplendor

'Sentimos el calor, el viento, el sabor de la sal': una visita a los murales del pintor valenciano en la Hispanic Society of Americas de Nueva York, en ocasión del centenario de su muerte.

Nueva Jersey
'Visión de España' de Joaquín Sorolla, Hispanic Society of America, Nueva York.
'Visión de España' de Joaquín Sorolla, Hispanic Society of America, Nueva York. Wikipedia

El 10 de agosto de 1923, hace cien años, murió en Madrid Joaquín Sorolla. El pintor había estado enfermo durante casi tres años, después de un derrame cerebral. Su muerte fue noticia de primera plana en toda España y apareció también  en los principales periódicos de México, Buenos Aires, La Habana y Nueva York. El centenario de su fallecimiento se conmemora este año con importantes exposiciones en el Museo del Prado, el Palacio Real, la Casa Museo Sorolla, todas ellas instituciones en Madrid, y con la reinstalación de su ciclo mural restaurado Visión de España, que fuera comisionado por Archer M. Huntington para la Hispanic Society of América, en la calle 155 de la ciudad de Nueva York.

Huntington era un hijo de "La Edad Dorada" o más exactamente "La Era de los Barones Ladrones". Fue adoptado por su padrastro, Collis P. Huntington (fundador de las líneas de ferrocarriles Central Pacific y Southern Pacific), cuando se casó con su madre Arabella Duval Yarrington. Han circulado rumores de que Archer era el hijo nacido fuera de matrimonio de Arabella y Collis. El niño y su madre nunca fueron completamente aceptados por la sociedad de la ciudad de Nueva York y este sentido de ser "forasteros" o “marginados” posiblemente influyó en Arabella para proporcionar a su hijo una educación extraordinaria, donde el "Grand Tour” de Europa y el turismo cultural fueron un importante componente.

En este esfuerzo, Archer Huntington visitó España, aprendió el español con rigor y fluidez, visitó luego varios países de América Latina y se transformó en un apasionado hispanófilo. En 1908 conoció a Sorolla, cuyas pinturas se encontraban expuestas en Londres, y el estadounidense invitó al español a exponer al año siguiente en la Hispanic Society de Nueva York, que había abierto sus puertas en 1905. La exposición fue un gran éxito, tanto crítica como comercialmente.

Los dos hombres no podrían haber sido más diferentes. Joaquín Sorolla y su hermana menor habían quedado huérfanos en su Valencia natal cuando sus padres murieron de cólera. Él aprendió su oficio en parte visitando el Museo del Prado para estudiar las obras de Velázquez. Viajó a Roma, luego a París, donde las obras de Jules Bastien-Lepage, Adolph von Menzel y el muy radical Eduard Manet tuvieron un impacto en su pintura. Y, de vuelta en España, alcanzó el éxito artístico en la década de 1890 con cuadros que combinaban un dibujo riguroso, pinceladas abiertas, una forma de captar la luz que era exclusivamente suya y un naturalismo que se encuentra en las novelas de su contemporáneo y compatriota valenciano Vicente Blasco Ibáñez.

Con el tiempo, Sorolla llegó a pintar retratos de la aristocracia española con la fluidez de John Singer Sargent (con quien trabó amistad), sin abandonar nunca a los humildes pescadores y sus familias de su costa natal valenciana como sujetos.

Sorolla tuvo una fuerte presencia en las Américas. Durante su primera visita a EEUU logró la comisión del retrato del presidente Taft. Sus lienzos llenos de luz encontraron coleccionistas apasionados en Cuba, entre ellos las familias Lobo y Fanjul. Hubo hace años una controversia en Londres cuando el Gobierno cubano trató de subastar lienzos que eran propiedad de la familia Lobo. El Museo Nacional de la Habana sigue poseyendo y exhibiendo varios cuadros suyos. No cabe duda de que el pintor cubano Leopoldo Romañach, contemporáneo de Sorolla, refleja la influencia del valenciano en sus tardías telas de marinas de Cojímar. Sin embargo, Sorolla no tuvo herederos de su estilo ni en España ni en las Américas; su sincretización del impresionismo y el realismo era muy personal para ser imitada.

¿Fue Joaquín Sorolla un impresionista? Sí, sin duda absorbió las lecciones del estilo francés en su lenguaje pictórico. También fue un realista, basado en su sentido del lugar, donde nació, donde la luz, el agua y los colores de su Valencia natal jugaron un papel importante en la luminosidad de sus cuadros. Aunque pintó a la clase dominante de su tierra natal (el rey Alfonso y los miembros de la corte), sus retratos generalmente no satisfacen la vanidad de sus sujetos (como los de Sargent o Giovanni Boldini, en Italia), sino que captan la luz y la atmósfera con semejanzas muy precisas. Huntington encargó a Sorolla que pintara a las principales figuras de la cultura española en la ciencia, la literatura y las artes y estas telas incluyen maravillosos retratos de los novelistas Emilia Pardo Bazán, Pío Baroja y el poeta Juan Ramón Jiménez, por mencionar solamente tres.

Sorolla renovado en Nueva York

En 1911 Huntington encargó a Sorolla que pintara una serie de murales sobre la historia de España. El artista persuadió al mecenas para pintar en su lugar una serie de las provincias de España que se convirtió en Visión de España. Entre 1913 y 1919, cuando completó los murales, Sorolla había viajado a las 13 provincias que eligió representar. En muchas ocasiones trajo consigo de esos viajes los trajes del lugar y pidió a sus modelos que los usaran.

Todos menos uno de esos grandes lienzos fueron pintados al aire libre, con modelos posando a la luz del día. Los lienzos varían entre 12 y 14 pies de altura y tienen 227 pies de largo. En 1917, dos años antes de terminar el encargo, Sorolla confesó a su esposa Clotilde que estaba agotado. Aunque bien recibido después de su instalación inicial en el edificio de la calle 155, todo esto sucedía después de la Primera Guerra Mundial, después de que tuviera lugar el Armory Show de 1913, que introdujera a Cézanne y Van Gogh, Matisse y Picasso, el expresionismo y el cubismo en Nueva York. Joaquín Sorolla ya no era, por tanto, el "pintor moderno de España" que había sido en 1909.

Cuando vi por primera vez estos murales a mediados de la década de 1970, la Hispanic Society era un lugar casi olvidado con guardias aburridos y pocos visitantes. Aunque los murales me impresionaron, necesitaban limpieza y un mejor espacio de visualización: entonces eran parte del espacio de la biblioteca.

Ahora, restaurado e instalado en una galería abierta llena de luz filtrada de una claraboya monumental, Visión de España es nada menos que una experiencia visual extraordinaria. La renovada Hispanic Society ha estado avanzando durante la última década para ser relevante para la comunidad circundante, mientras está anclada, críticamente, en su magnífica colección. Hoy, una exposición prestada por el centenario del pintor y escultor óptico venezolano Jesús Rafael Soto (1923-2005) comparte la galería de entrada del edificio con una selección de retratos y escenas de playa de Sorolla. La joyería contemporánea de Luz Camino es una especie de obstáculo en el salón donde están los murales. La galería más pequeña contiene una exposición reflexiva sobre el retrato de Juan de Pareja  de Velázquez y sus diversas interpretaciones a través de la copia.
     
Los murales son consistentemente buenos, sin embargo, cinco de los paneles se destacan: Castilla. La fiesta del pan; Sevilla. Penitentes de Semana Santa; Ayamonte. La pesca del atún; Extremadura. El mercado; y Valencia. Las grupas.

El panel de Castilla, que es el más grande, captura bajo luces y sombras la aridez de la región en su gama de ocres grises y marrones en el paisaje contra un cielo azul claro. Las figuras (hombres, mujeres y niños de una variedad de edades) se paran como si estuvieran en un escenario frente al espectador, mientras traen panes horneados para ser bendecidos. Ni una sola cara o cuerpo es genérico; todos están pintados como personas específicas, sin tampoco perderse en detalles innecesarios. En el extremo inferior izquierdo de la pintura hay un niño con muletas mirando hacia adentro. Es la forma sutil del pintor de recordarnos a los pobres y marginales de la sociedad. El marrón oscuro y el negro de muchos de los trajes se intercalan con blancos brillantes y explosiones de rojos, azules y verdes. En los montones de sacos de harina y grano a lo largo del panel, el pintor plasma la luz y el reflejo multicolor de los colores circundantes en las superficies blanquecinas. Ha pintado el pueblo, la gente como una reunión de individuos que forman una comunidad.

Más sombrío es el panel de penitentes de Semana Santa en Sevilla.  Una composición de platas, grises y una rica variedad de negros en la ropa de las figuras encapuchadas evoca el misterio sacramental de la penitencia y la redención. Incluso aquí, Sorolla el colorista no puede contenerse: una explosión de rojos y naranjas representa el paso (carroza) donde se lleva la estatua de la Virgen.

Los paneles que representan un mercado en Extremadura y las grupas en Valencia son diseños compactos de menos figuras, donde los alimentos, castañuelas, naranjas, mantones y sombreros son excusas maravillosas para la bravura pictórica y los colores intensos.

El panel de Ayamonte es Sorolla en su mejor momento, pintando con gran libertad a los pescadores que traen el atún. La luz vibra a través de superficies plateadas y blancas que son cualquier cosa menos monocromáticas. Pasajes de pintura captan una figura, un rincón del cielo, el enorme pez. Frente a este lienzo, sentimos el calor, el viento, el sabor de la sal. Estar vivo es disfrutar sensorialmente. Si estos murales hubieran sido ejecutados por un pintor menor, digamos el contemporáneo de Sorolla, Ignacio Zuloaga, serían escenas etnográficas interesantes, y nada más.

La reinstalación de estos murales define la pintura moderna de una manera más expansiva. La angustia del expresionismo alemán y austríaco es innegablemente importante, pero también lo es el naturalismo lleno de luz y afirmación de la vida de Sorolla.

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1 comentario

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Con motivo del centenario del fallecimiento de Sorolla en la Comunidad Valenciana, especialmente en Valencia capital, "se ha tirado la casa por la ventana" con múltiples exposiciones de sus cuadros. Quien tenga oportunidad de asistir no debe de perdérselas. Ciertamente Sorolla es el pintor de la luz.