Próximo al Castillo de San Salvador de la Punta, a la entrada de la bahía, se conserva un fragmento de la antigua Cárcel de La Habana. Este es uno de los tantos pequeños tesoros que guarda la ciudad que suelen pasar desapercibidos a la vista del transeúnte, a pesar de que establece un vínculo muy interesante entre tres épocas distintas e ilustra las políticas urbanas de cada momento y el accionar ante el patrimonio construido.
Primero, habría que comentar que fue en un gran lote situado frente a La Punta y cerrado por las calles Prado, Cárcel (Capdevila) y Zulueta, que se construyó entre 1835 y 1838, el primer inmueble destinado a cárcel en la capital cubana. Usualmente conocida como Cárcel de Tacón, debe su nombre al capitán general Miguel Tacón y Rosique, quien encomendó la obra para liberar de estas funciones una sección de la primera planta del Palacio de los Capitanes Generales. Visto hoy resulta sorprendente que allí compartieran espacio durante 40 años las oficinas de gobierno del país, la residencia de su máximo representante y la cárcel de la ciudad. Lo cierto es que estas funciones siempre estuvieron cercanas, ya que antes de la construcción del palacio de la plaza de Armas, la casa del gobernador y la cárcel ocuparon dos casonas contiguas en Oficios esquina a Lamparilla, en la plaza de San Francisco.
Con Tacón, La Habana dispuso de una cárcel independiente con mayor capacidad y condiciones para los reclusos. Podía albergar 2.000 presos divididos por la gravedad de sus delitos, pero teniendo en cuenta sexo, raza y clase social. Tenía además un cuartel militar para 1.200 soldados y oficiales. Fue sin duda uno de los edificios más colosales del siglo XIX habanero, ubicado entonces en las afueras de la ciudad. Se dice que allí se beneficiaba de "la brisa por el este y los aires de mar en toda su pureza", lo cual resultaba positivo desde el punto de vista sanitario, y fue por ello celebrado en su época. En su organización interna copió el modelo norteamericano de distribución por plantas y el uso de salones en vez de celdas.
Un siglo después, La Habana había quintuplicado su población y urbanizado todo alrededor de la vieja cárcel. Entre 1926 y 1931 se construyó el Presidio Modelo de la Isla de la Juventud, con capacidad para 5.000 reos, por lo que absorbió las funciones de varias cárceles del país y llevó a que la de Prado fuera demolida en 1938. Por otra parte, el entorno de la misma había sido objeto de importantes remodelaciones urbanas desde finales del siglo anterior, cuando eliminadas las murallas se revalorizó el cinturón que bordeaba la vieja ciudad. Entre las décadas de 1920 y 1930 se proyectó además la renovación del frente marítimo con la Avenida del Puerto y su amplia zona de parques.
El lote de la cárcel, al inicio de Prado, tenía una situación muy privilegiada y posiblemente hubiera sido destinado a la construcción de lujosos inmuebles, de no ser por la defensa que ante el Gobierno de Batista hizo la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales para destinar todo el espacio a la construcción de un parque público que honrara a los mártires cubanos que allí habían vivido presidio. De esta forma, se logró conservar la capilla de la cárcel y cuatro celdas de castigo anexas al fondo de la misma.
En el Parque de los Mártires (más conocido como Parque de los Enamorados), se colocaron esculturas-fuentes de mármol realizadas por importantes artistas de la vanguardia cubana como Juan José Sicre, Ernesto Navarro y Rita Longa. En este proyecto, la capilla era el monumento principal. Renombrada Capilla de los Mártires o de la Cubanidad, se le encargó a Domingo Ravenet la concepción de varias pinturas al fresco para decorar 115 metros cuadrados de superficie al interior de la capilla y de las celdas.
La obra, realizada entre 1941 y 1942, conllevó un intenso estudio histórico por parte del artista, así como la aprobación de diez especialistas cubanos. En diferentes paneles, los murales estuvieron dedicados a los estudiantes de Medicina fusilados en 1871 y a los patriotas Eduardo Facciolo, Narciso López, Domingo de Goicuría, Ramón Pintó, Francisco D´Estrampes, Graciliano Montes de Oca, Francisco León y Agustín Medina. De esta forma, a su valor histórico este inmueble sumó el valor artístico en la obra de quien ha sido considerado el precursor de la pintura moderna al fresco en Cuba.
Domingo Ravenet fue también el autor del Prometeo encadenado y del Prometeo raptando el fuego que decoran la sala de lectura de la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana. Estos frescos estuvieron tapiados durante 40 años, hasta que en 2011 volvieron a la luz gracias a la restauración realizada por la Oficina del Historiador de La Habana que, entre otras cosas, eliminó el falso techo colocado en la sala. Lamentablemente, los murales de la Capilla de los Mártires apenas se conservaban cuando la obra inició su proceso de restauración por la misma época. Largas décadas de abandono y desidia estropearon los muros y hoy solo se preserva restaurado el ángel de la cúpula que representa "la Inmortalidad invitando a los jóvenes al sacrificio".
Este pequeño edificio y el parque, en conjunto, son una ventana al pasado urbano de una gran ciudad, tangibles gracias a la conciencia y al gran esfuerzo de algunos cubanos como Emilio Roig y Eusebio Leal por transmitir la herencia histórica. Desde el pequeño fragmento de fresco que la capilla conserva, es también testigo de la conexión existente entre la plástica vanguardista y el patrimonio construido, muy especialmente de la pintura mural, en la obra de uno de los más notables y polifacéticos artistas del siglo XX cubano.
A pesar de que en la última década la capilla ha estado abierta al público, es un sitio poco frecuentado y conocido. Para intentar acercarla al público ha sido incluida en varias visitas guiadas de la Oficina del Historiador, fundamentalmente en su programa "Rutas y andares", y desde finales de 2021 cuenta con un nuevo diseño museográfico que, en siete paneles, ofrece información escrita y fotográfica sobre la Real Cárcel, personalidades del siglo XIX que estuvieron o fueron ejecutados en ese sitio, la demolición del inmueble y el proyecto de la Capilla de la Cubanidad.
Yaneli y Eusebio están emparentados? Eso explicaría el tonillo de neolengua. Eusebio fue el clásico chicharrón de las dictaduras. Vamos, la Alicia Alonso de la arquitectura cubana. Al final Pamela y los militares le quitaron su feudo y lo mandaron a freír espárragos. Nunca soporté su hablar untuoso, estilo Éufrates Del Valle, el personaje de San Nicolás del Peladero.