Las salas Peña's Gallery del Centro Cultural Hispano de las Artes de Miami exponen obras de la artista cubana autodidacta Sandra Dooley durante todo el mes de febrero. Las ocho piezas que integran la muestra reflejan los sueños de una mujer, negada a perder la ternura de la infancia y el profundo afecto por la naturaleza y los animales.
"La que vende ángeles es el nombre de la exposición y es también el título de una de las obras. Lo eligió la curadora Grace Piney", dice Dooley en una entrevista con DIARIO DE CUBA desde su residencia en Santa Fe, La Habana.
"Es una muchacha que está en el Malecón vendiendo ángeles. Durante muchos años yo he tratado de hacer una obra intimista, personal, que refleje mis sueños, mis ambiciones. Es la manera en que sin perder la ternura también reflejo esa respuesta a las necesidades económicas crecientes que genera la vida. Vivir del trabajo, no robar, sobreponerse a las condiciones en que se vive en Cuba", declara.
"Esta muestra se compone solamente de las ocho piezas que tenía disponibles en Miami, guardadas por un amigo. Aquí tengo como 200, pero las circunstancias actuales harían imposible el traslado", añade Dooley, la primera artista residente en la Isla que presenta su obra en la institución de Miami.
En 21 años, desde que empezó a pintar, Dooley ha expuesto en otras ciudades de EEUU, así como en países como Francia, España y Cuba.
"Mi llegada a las artes plásticas fue casi por casualidad", cuenta Dooley.
"Llegué a tercer año de la carrera de Lengua Inglesa, pero cuando enfrenté por primera vez un aula casi me da un ataque y nunca más volví. Hace más de 20 años trabajaba en una gasolinera despachando gasolina, que es un trabajo horrible. No quería creer que era eso lo que la vida tenía destinado para mí", confiesa.
Entonces en el año 2000 un pintor le prestó un libro de Henri Matisse y "aquello fue amor a primera vista".
"Con lo que tenía, acuarelas, lo que apareciera, traté de reproducir toda aquella belleza. Cada vez me quedaba mejor y otros pintores que fui conociendo me empezaron a decir que podía haber un camino para mí, que perseverara. Eso fue lo que hice", continúa.
"Conseguí mejor referencia, mejor literatura, mejor material (…) y en 2004, de manera muy tímida llevé mis primeras cartulinas a las galerías particulares que florecieron en La Habana Vieja con un éxito total", afirma.
"Ese mismo año apareció mi primera galería en el extranjero, en Chicago. Habana Gallery ya no existe, pero fue la que me descubrió. No recuerdo ya cómo fue, pero fue algo muy afortunado. De pronto una pieza mía reportaba 800 o 900 dólares, yo no me lo podía creer", dice Dooley.
Después llegaron Nueva York y la Galería Cubana de Boston, a fines de 2009, con quien todavía la artista comercializa.
"Hago lo que quiero"
Sandra Dooler tiene muchos proyectos. Ser una artista autodidacta y no tener compromisos con nadie le ha dado la posibilidad de crear sin límites.
"Un día dije quiero hacer grabado, tuve las clases de un amigo y empecé a hacer grabados. Pude comprarme hasta la prensa", dice.
"El grabado es maravilloso, tiene una variedad de técnicas fascinantes. Yo trabajo fundamentalmente la colografía, la punta seca, el linóleo. Luego las ilumino a mano, las pongo al revés, es maravilloso. Eso de que es un arte menor es un disparate mayúsculo", considera.
"La escultura blanda ha hecho que la niña que no pudo hacer todos los disparates que le dio la gana, pueda salir ahora. Con papel, pedazos de trapo, pintura, con de todo, he llenado mi taller de unas niñas gigantescas y felices".
"Siempre tengo la cabeza llena de proyectos, de cosas que me hacen feliz. No me importa si se venden o no, si gustan o no, básicamente mi trabajo y carrera como artista me ha hecho feliz a mí", defiende.
Gracias a su arte, Sandra Dooley puede permitirse proteger animales en su casa. El amor a estos seres se desborda en sus piezas.
"En estos momentos tengo 14 perros. Menos uno, todos son adoptados de la calle. Tengo además como 25 gatos, que son una tradición que heredé de mi abuela", explica un poco triste porque quiere dar cobijo a todos los animales abandonados de la Isla.
"Llevo 15 años adoptando perros, son muchos los que han pasado por aquí, algunos los he salvado, otros han llegado muy tarde. Aunque adoptes muchos siempre habrá miles que no corran la misma suerte", lamenta.
La otra figura que proyecta una y otra vez en su obra es ella misma.
"Esa mujer soy yo, con la salvedad de que no tuve hijos. Reflejo lo que sería para mí la vida ideal de una mujer, rodeada de amigos. Temas que impresionan mi vida, la vida de la familia, el hogar unido, lo que yo supongo sería el mundo ideal", concluye.