La suiza Enriqueta Favez revive en el paseo de la Alameda de Paula de La Habana, en una escultura del artista José Villa Soberón.
La pieza, de tamaño real, fue ubicada próxima al último lugar donde ejerció la medicina en la Isla tras ser juzgada por haber vivido como hombre, pues practicó su profesión, se casó con una mujer y enfrentó los desmanes de la esclavitud.
Según publicó la oficial Prensa Latina, el proyecto, financiado por la Embajada de Suiza en Cuba e impulsado por Olivier Praz, Lorenzo Suárez y el escritor Julio César González-Pagés, constituye una interpretación escultural de la suiza-cubana, desde la percepción del Premio Nacional de Artes Plásticas 2008.
Favez fue la primera doctora de Cuba, y de América Latina. Su historia ha sido recogida en libros como Por andar vestida de hombre, de González Pagés, y en la novela biográfica Mujer en traje de batalla, del cubano Antonio Benítez Rojo.
El director Fernando Pérez en Insumisas, su última película, recrea la historia de Enriqueta Favez.
Otra interpretación escultural de la mujer se instalará en el municipio de Baracoa, provincia de Guantánamo, donde vivió la médica.
La iniciativa reivindica el legado de esta mujer transgresora de quien prácticamente nada sobrevive, ni siquiera su cadáver, pues el cementerio donde estaba enterrada en Nueva Orleans, EEUU, fue dañado por el huracán Katrina, en 2005.
"No hay ni una tarja que la recuerde, ni frente a la puerta de su casa natal en la ciudad suiza de Lausana, ni en ninguno de los tantos lugares por los que pasó alguna vez", dijo González-Pagés.
Villa Soberón, autor de una veintena de esculturas, ha moldeado a figuras como Ernesto Che Guevara, el músico Benny Moré, el escritor Ernest Hemingway, la bailarina Alicia Alonso, José Martí, el músico John Lennon, entre otros.
Nacida en Suiza en 1791, estudió Medicina en Francia, y bajo el nombre de Enrique Favez, fue médica de guerra y luchó en el frente de campaña de Napoleón, hasta que fue capturada y hecha prisionera por las tropas vencedoras del duque de Wellington.
Liberada poco tiempo después, decidió cruzar el océano en busca de mejor fortuna. Así llegó a Santiago de Cuba, donde se estableció. Sin dejar de vestirse como un hombre consiguió practicar con éxito la cirugía y se casó por la iglesia con una lugareña, Juana de León.
Pero "el doctor Favez" fue llevado a los tribunales en 1824. Un grupo de médicos amenazaba con practicarle el examen físico ordenado por el juez. El verdadero motivo era una denuncia presentada por su propia esposa, que aseguraba que el respetado médico "no era, en realidad, lo que decía ser".
Enriqueta Favez no tuvo otro remedio que confesar su mayor secreto, pero fue inútil: los médicos y guardias la desnudaron y revisaron su cuerpo, parte por parte, con minuciosidad.