Además de la labor poética, sobresale en el recién fallecido Roberto Fernández Retamar su trabajo ensayístico, y dentro de este último el texto Calibán, escrito en junio de 1971. No son pocos los que fuera de Cuba conocen al extinto presidente de la Casa de las Américas por ese ensayo, "hijo predilecto" de este intelectual orgánico del castrismo.
Resulta innegable la atracción que supuso, fundamentalmente entre las fuerzas de izquierda y aquellos que despotrican de occidente, la venida al mundo de Calibán. El impacto, al parecer, se debió a la transposición retamariana de los símbolos shakesperianos que había empleado el escritor uruguayo José Enrique Rodó. Porque si para este la representación de los latinoamericanos recaía en la figura de Ariel, exponente de lo mejor de la tradición cultural de origen latino, para Retamar esa representación correspondía a Calibán, el mestizo surgido en estas tierras, una simbiosis entre el blanco europeo, el indígena autóctono y el negro traído de África.
Sin embargo, el vástago retamariano nació con dos debilidades que signarían su vida. Una de ellas sería el odio con que fue escrito. Un sentimiento expresado contra todos aquellos que se hubiesen manifestado en contra de la revolución cubana. Claro, en esto debe de haber influido el contexto en que fue escrito Calibán. Apenas dos meses después del encarcelamiento del poeta Heberto Padilla, un suceso que provocó un gran revuelo internacional y la consiguiente protesta —en una carta abierta a Fidel Castro— de muchos escritores e intelectuales que hasta ese momento simpatizaban con el castrismo.
En esas páginas Retamar arremete contra el argentino Jorge Luis Borges, al que no le perdona que estimara que la tradición latinoamericana era de Europa, ni que hubiese apoyado el desembarco de fuerzas anticastristas por Bahía de Cochinos en 1961. Ataca al novelista mexicano Carlos Fuentes, al que denomina "miembro de la mafia mexicana". Años después, tal vez medio en broma o medio en serio, el escritor azteca señalaría que únicamente visitaría Cuba si le daban paredón de fusilamiento a Fernández Retamar. Y también el historiador cubano Emeterio Santovenia era blanco de la furia retamariana. El presidente de Casa de las Américas no aceptaba que Santovenia hiciese un paralelo entre Martí y Sarmiento, ni que hubiese sido ministro de Batista. ¿Acaso olvidaba Retamar que su estimado Carlos Rafael Rodríguez también lo había sido?
El otro componente patológico de Calibán, quizás el más grave, sobre todo con vistas a su desarrollo futuro, fue el afirmar que los intelectuales latinoamericanos debían mirar hacia lo que sucedía en Europa oriental, donde las sociedades que construían el "socialismo real" encarnaban el "porvenir luminoso de la humanidad".
Precisamente, ese desliz casi lleva a Retamar a abjurar de su descendiente hacia 1993. En efecto, en ese año escribe Adiós a Calibán, con el objetivo de que "el personaje, el autor y el libro, tomen un descanso y pasen a otras tareas". Por supuesto que el ensayista, tras la caída de la Unión Soviética y la desaparición del "socialismo real" intentaba tomar distancia de una realidad que había celebrado sin reservas 22 años atrás.
Mas, y comoquiera que un padre nunca abandona del todo a un hijo, Retamar decide retomar a Calibán hacia fines de los años 90. Pero, ¡sorpresa!, ya no se trata de Calibán (palabra aguda con tilde en la última a), sino de Caliban, vocablo llano con la fuerza de la pronunciación en la letra i).
El argumento del autor es que el vocablo agudo procede de la lengua francesa, y después, por contagio, se empleó así en español. Se trataba de una "inaceptable imposición primermundista" que el aguerrido defensor del tercer mundo no podía aceptar. Claro, ya por esa época el advenimiento del chavismo en Venezuela abría otras perspectivas para la región latinoamericana.
Así las cosas, y en medio del fervor por los varios gobiernos "progresistas" que habitaban la región en 2011, la cultura cubana y la izquierda latinoamericana celebraron en esa fecha el 40 cumpleaños de Calibán.
En 2021, no obstante la distinta correlación de fuerzas que se aprecia en la región, es muy probable que nuevamente haya festejos por el cincuentenario. Solo que en esa ocasión ya no estará presente el padre de la criatura.