Quiso la casualidad, la oportunidad y el filin que Maykel Linares (Caibarién, 1979) y Maikel Sotomayor (Manzanillo, 1989) coincidieran en un mismo espacio expositivo, bajo la curaduría de Guillermo C. Pérez Veranes.
Elogio de la sombra fue el título escogido por el trío para mostrar sus últimas obras en la habanera Casa de México. Como hilo conductor, el paisaje y las interpretaciones personales que uno y otro desarrollan a partir de un tema para muchos "agotado".
Con edades y experiencias vitales diferentes, ambos artistas han construido una amistad asentada en sus puntos en común y en el respeto a las diferencias. Linares nos cuenta: "Conocí a Maikel Sotomayor hace dos años, tras mi regreso a la Isla, después de vivir diez años fuera. Realicé una muestra personal en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales que titulé Jet Lag. Así me sentía entonces, medio desencajado. Desconocía el trabajo de mucho de los artistas que veía por aquellos días, de generaciones distintas a la mía. Uno de ellos era Sotomayor. A él le gustó la muestra, entablamos conversación y amistad. Y aquí estamos."
Con Elogio de la sombra, los artistas celebran el manifiesto estético del japonés Junichiro Tanizaki, escrito en 1933, y el poemario de igual título de Jorge Luis Borges, publicado en 1969. Como a ellos, a estos creadores visuales les conmueve la sombra como contraparte de la luz, zona confortable y guarida ante el sol y el calor abrasador del trópico. Ambos pintores disfrutan de la poesía y se sienten atraídos por la filosofía oriental. Prefieren alejarse conscientemente de las concepciones de la sombra como espacio pernicioso de oscuridad y mala vibra, opinión muy extendida en occidente.
En la concepción museográfica de la muestra confluyen dos espacios diferenciados. Es decir, las obras de los creadores no se alternan ni entremezclan. A pesar de las diferencias estéticas, la exhibición guarda coherencia y esto la hace atractiva. De una parte, la gestualidad y los accidentes desatados con acierto por Maikel Sotomayor; de la otra, las pinceladas metódicas e infalibles de Maykel Linares.
En sus telas, Sotomayor estructura un diálogo entre el azar y la intención. A pesar de lo que muchos puedan pensar, estudia el paisaje al recorrerlo. Los entornos naturales le son vitales. En ellos encuentra imágenes que luego construye en la ciudad. De su estudio brotan formas cargadas de lenguaje poético y de armonía. Las obras extraen del paisaje aquellos detalles que ignoramos por pequeños o poco llamativos y los hacen trascender por su carga espiritual. Son destacables las piezas Miércoles para Martín, Iluminada piedra, Últimamente las cosas del mar me persiguen y Caguayo y perro, entre otras.
Por su parte, Maykel Linares exhibe paisajes más reflexivos: "Me gustan los accidentes, pero estoy en una etapa distinta. De nuevo comencé a trabajar con óleo. En Madrid me era casi imposible, por los olores, el invierno y los espacios cerrados. Me vi obligado a pintar exclusivamente con acrílicos e incluso usaba barnices para destacar determinadas zonas de los cuadros que me interesaban. Ahora con el óleo no es necesario, los pigmentos son más brillantes, menos traslucidos y puedo crear volúmenes. Las pinceladas las siento como vibraciones cuánticas, más precisas, en su justo lugar", comenta.
Los paisajes de Linares son inquietantes por su naturaleza misma. Barrocos en su elaboración, adquieren equilibrio al reflejar sujetos sencillos. En Europa abogó por reflejar los entornos urbanos. En Cuba, va al encuentro de determinadas especies botánicas importadas por nuestros antecesores y que perduran en un radio de dos kilómetros de sus casas. En parques, jardines, macetas de balcones y pasillos, encuentra lo que busca. Nos dice: "Utilizo la fotografía, el esbozo y la memoria. Me atraen plantas que conviven juntas, pero proceden de partes distintas del planeta. Las vemos todos los días y pasamos de largo. En el tríptico El silencio, comparten espacio un sauce llorón, un árbol de Judas o del amor y, en medio, una ceiba. He tenido relación con estos árboles dentro y fuera de la Isla. De igual forma sucede con las piezas ADN o Solsticio. Ahora todas estas plantas forman parte de nuestra cultura, un ejemplo más de la mezcla cultural que nos caracteriza como nación".
En Elogio de la sombra, Maykel & Maikel exhiben dos maneras distintas de acercarse a una temática tan antigua como el mismo ser humano. Es bueno constatar que el paisaje, al menos en la pintura cubana, goza de buena salud. La apatía por este tema no es solo cosa del mundo del arte, por desgracia ha llegado al mundo real y de manera global. Hoy podemos encontrar de sobra a quienes talan árboles longevos con el insustancial pretexto de que "sueltan muchas hojas". Los ríos, las playas y solares yermos de los barrios se convierten en vertederos improvisados y así la inmundicia y la destrucción invaden nuestras vidas.
Estos artistas poseen la capacidad de abstraerse de una realidad que lo devora todo. Como cultivadores experimentados, plantan sus semillas en las pinturas que crean, con la esperanza de que broten en nuestras cabezas y podamos cobijarnos con buen arte, buena sombra o con Divine wood, tal y comoexpresa Maykel Linares en uno de sus cuadros.