Diversas y imaginativas son las exposiciones que varios artistas independientes muestran por estos días con motivo de la XIII Bienal de La Habana, donde tal vez a diferencia del programa oficial es posible apreciar un mensaje cuestionador de la realidad actual de la Isla de una manera como solo el arte visual contemporáneo es capaz de realizar.
Una de ellas es la propuesta del poeta performático Amaury Pacheco, quien no pensaba realizar obra alguna durante el evento, pero el mensaje ofensivo que encontró en la pared de su vivienda realizado por algún agente de la Seguridad del Estado hizo que cambiara de idea.
"Haré una exposición de varias obras que tendrá como título El sentido de atesorar horrores, donde habrá grafitis, instalaciones, performances y poesía. Es una muestra mixta que ya tiene su primera obra en exhibición: 'Escarnio público', pues he convertido este acto de vandalismo en una obra de arte donde haremos un análisis grafológico del escrito y psicológico de la persona que lo escribió", comenta Pacheco.
El resto de la exposición buscará mostrar la visión del artista sobre acontecimientos represivos en diversos momentos de la historia del castrismo que no por habituales dejan de constituir "horrores" en la visión de un poeta comprometido básicamente con la libertad.
Su casa en Alamar será el escenario de esta exposición que comenzará a finales de este mes.
De igual modo ya está en exhibición en Nuevo Vedado una exposición colectiva titulada De un fanático de Rockefeller a un discípulo de Kruschov, que bajo la curaduría de Abel González reúne a 14 artistas cubanos de diversas estéticas y estilos como Hamlet Lavastida, Leandro Feal, Lester Alvarez, José Manuel Mesías, entre otros.
El subtítulo de la exposición no deja lugar a dudas: Historias contadas por artistas y es precisamente lo que cada creador hace, desde Camila Ramírez Lobón, quien recrea anécdotas y momentos de los años 60 en adelante a través de objetos personales, hasta Julio Llópiz Casal, quien muestra la revolución visual y editorial que produjo la revolución en las primeras décadas a través de diversas publicaciones periódicas como Pensamiento Crítico o la revista Muchacha.
La educación superior en sus distintas fases históricas, el arte abstracto soviético y la huella que dejó en Cuba, la noche, la censura al corto PM y el rechazado Decreto 349 conforman esta gran exposición concebida fuera de las instituciones y donde el arte desnuda al totalitarismo de una manera a ratos simbólica o a veces de manera más explícita.
También el artista visual Reynier Leyva Novo, con una amplia trayectoria internacional, ha querido recrear a través de la exposición Patria, Muerte y Azúcar el principal dilema del siglo XIX cubano: la explotación de mano de obra esclava.
Esta magnífica muestra situada en la barriada de Párraga exhibe diversas piezas que sirvieron para someter a los negros esclavos en las plantaciones azucareras del occidente del país como grilletes, candados, esposas entre otras, pero por razones obvias el artista no posee las piezas originales, sino réplicas exactas obtenidas a partir de una silicona extralíquida y fundidas en chocolate originario del Ecuador.
¿Por qué el chocolate? Y el artista responde: "La industria del cacao es ahora una de las que más mano de obra en condiciones de semiesclavitud tiene precisamente en África, de donde provenían los que trabajaron las plantaciones azucareras cubanas de la época".
Los espectadores que asistan podrán degustar alguna de estas piezas, o sea, metafóricamente hablando: digerir una parte de la historia de la Isla.
Leyva Novo obtuvo además varios de los horcones de madera de la primera línea de ferrocarril que existió en Cuba, la de Habana- Bejucal para su obra "El peso de la explotación". Sobre estas extrapesadas piezas se ponen más de 2.000 monedas de un peso, las cuales representan el valor total de las exportaciones de azúcar durante la Guerra de los Diez Años.
Aunque estas no son todas las exposiciones que fuera del programa oficial serán exhibidas en estos 30 días de Bienal, sí muestran el crecimiento sostenido del arte independiente en la Isla y la imposibilidad para la burocracia cultural de controlar el valor intrínseco del arte: su libertad.