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Cine

Una película en el Festival de Berlín retrata cómo en Cuba 'lo político afecta lo cotidiano'

El documental cuenta la relación de una madre fidelista y su hija que se quiere ir de la Isla.

Berlín

El realizador brasileño Aldemar Matias se sumerge como observador privilegiado y sin entrar en valoraciones en "lo cotidiano" de Cuba a través de la relación de una madre y una hija en su primer largometraje La arrancada, estrenado en la Berlinale.

En entrevista con EFE, el realizador explica que su objetivo en este filme era reflejar "cómo lo político afecta a lo cotidiano y cómo las posiciones distintas se encuentran por las relaciones de afecto".

El documental acerca al espectador la historia de Jenniffer, de unos 20 años, que vive con su madre, Marbelis, y su hermano Yeyo; el padre está en la cárcel.

Marbelis trabaja para el organismo encargado de llevar a cabo las campañas de fumigación para combatir el mosquito aedes aegypti, transmisor entre otros del virus del zika, y apoya de manera incondicional a sus dos hijos, en particular la carrera como deportista de su hija.

"Está la posición interesante de la mamá, que tiene su discurso patriótico nacionalista y, a la vez, no ve ningún problema en ayudar a los hijos a que se vayan del país", explica el realizador, que sentía que su misión era contar eso de manera "que no pareciera contradictorio" y que resultara comprensible.

Para Matias, lo bonito de la historia es que no hay "una mamá pro Fidel y una hija contra Fidel".

"Ellas ni siquiera están construyendo este discurso", aunque, naturalmente, tiene posiciones distintas, también porque representan dos generaciones distintas lo que implica que tienen cargas culturales distintas, agrega.

Así, Marbelis tiene "la carga cultural del discurso socialista más en la piel" que su hija, y Jenniffer, a su vez, tiene "la tentación de las nuevas tecnologías", que quizás a su madre no seducen tanto, aunque también utilice el celular.

La cámara capta momentos cotidianos, como la compra en el mercado, y también íntimos, como las conversación de Jenniffer y sus amigos sobre el futuro, a Yeyo haciendo la maleta para probar suerte en Chile, las conversaciones en los "parques wifi" o las ofrendas en el río a la diosa Oshún.

Matias vivió dos años en Cuba, donde estudió en al Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

Es un lugar que conoce y que le encanta, con el que tiene una conexión muy fuerte y "ese privilegio de no ser un turista", pero a la vez no ser un local, lo que le hace que las cosas del día a día no se conviertan en banales y logren aún sorprenderle.

Como extranjero que vivió en Cuba, siempre le preguntan "qué tal" allí, sobre todo porque es un país que "ya viene tan cargado de opiniones antagónicas" y la gente "nunca es neutral" cuando escucha.

"Siento que cumplí mi misión", dice sobre su cinta, y si ahora alguien le pregunta sobre Cuba, le dará el documental, filmado a lo largo de tres semanas.

Matias, que vive en Barcelona, dice que tiene ganas ahora de volver a Brasil, "porque ese país está pidiendo historias ahora mismo".

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