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Cine

Cuatro cortometrajes cubanos en competencia

Cuatro filmes que se interesan por el sujeto ordinario y los altibajos de unas vidas sin atractivos.

La Habana

Cerdo (2018), de Yunior García es un relato emotivo sobre las relaciones entre padres e hijos y la necesidad de restablecer sus lazos cuando la soledad, la pérdida y las vicisitudes económicas desestabilizan la espiritualidad y supervivencia del individuo ante el medio.

Pedro (Marco Antonio Torres), el protagonista, es un niño que no conoce a su padre. Durante su infancia ha escuchado siempre de la madre que su progenitor es un cerdo y que, mientras ella viva, nunca lo conocerá. Solo después, cuando Pedro cumple 20 años y su madre fallece, el joven decide trabajar en la granja porcina de su padre (Jorge Perugorría) con el propósito de reaproximarse a él.

La dura labor en los criaderos, dormir a la intemperie y el estigma de los obreros quienes lo ven como un chico amanerado, no impiden que Pedro desista de su empeño de lograr el reconocimiento y el amor de su progenitor. Rodada en blanco y negro, es este un trabajo interesante de Yunior García que sin embargo se resiente por su descuidada edición y montaje, así como la falta de un tratamiento más profundo, a nivel de guion, respecto a los matices en la relación padre e hijo. 

En esa línea temática, Frágil (2018) de Sheila Pool, consigue un registro más intimista y conmovedor en su historia sobre la hija sesentera (Teresa Sánchez) que cuida a su madre (Verónyca Lynn), aquejada de demencia senil.

La soledad y la dedicación que no espera recompensas del amor materno imprimen el ritmo pausado de este cortometraje, que cuenta con actuaciones muy bien logradas, una organicidad estética en la visualidad y la efectividad de un mensaje que nos invita a reflexionar en torno a los resentimientos en las relaciones familiares, las carencias afectivas y la vida al margen.

Como realizadora, Sheila Pool demuestra su aptitud para emprendimientos en solitario, luego de sus experiencias al lado de directores consagrados como Fernando Pérez.

Con Los amantes (2018), Alan González explora las tensiones de una experiencia de vida al límite, mientras desanda los códigos genéricos del thriller y el suspenso para revelar las fisuras de una psicología afectada por el testimonio de un crimen.

Yolanda (Lola Amores) ha borrado las huellas de un asesinato que puede inculparla, pero el riesgo contra su vida no ha desaparecido todavía. En diez minutos González consigue una narrativa dinámica y estremecedora que tiene como epicentro de su drama la ética y los dobleces de la condición humana. Si en este año González nos sorprendía por la vitalidad de un relato fílmico como El hormiguero, en esta ocasión su nuevo corto nos convence por la sobriedad de sus potencialidades creativas.

Y finalmente, I love Lotus (2018) de Patricia Ramos insiste en el abordaje del universo juvenil para contarnos historias de amor, de primeras experiencias sexuales, decepciones y fracasos, en personajes interesantes y pintorescos del contexto social cubano de ahora mismo.

Enmanuel Galbán interpreta al joven custodio de un almacén de preservativos, quien, en sus horas nocturnas conoce a una joven adicta a las llamadas por teléfono y con la cual tiene su primer encuentro sexual. En medio de los vaivenes de una trama que privilegia el humor como plato fuerte, resalta el primoroso trabajo de Ramos en la fotografía, edición y, sobre todo, la frescura de un discurso que consigue atrapar al espectador desde el primer instante.

¿Qué rasgos particularizan a estos cuatro cortos en competencia, a pesar de sus variedades temáticas y estilísticas?

Primero, la certidumbre de que hay en ellos una voluntad de emprender nuevos registros estéticos, aun cuando todavía los resultados logrados sean insuficientes.

Segundo, el interés por el calado psicológico en historias que hablan del sujeto ordinario, su cotidianeidad en los altibajos de una vida sin atractivos.

Y por último, la comprensión de que en la ruptura es posible también la continuidad. Nuestro cine busca insistente una salida en medio del atolladero, aun cuando, no puede negarse, 2018 sea un año cualitativamente superior al pasado.

Es probable que tarde un tiempo más para que se mitiguen los efectos del naufragio, pero las nuevas luces son visibles en el horizonte del panorama fílmico de la Isla.

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