El pasado 3 de noviembre cerró en Nueva York la exposición Luis Cruz Azaceta 1984-1989, en la galería George Adams del barrio Chelsea. La muestra abrió el 13 de septiembre.
Cruz Azaceta, que cuenta con 76 años y es oriundo de Marianao, La Habana, vive desde los 90 en Nueva Orleans. Hoy en día es considerado como uno de los pintores más significantes dentro de los llamados "Cuban Americans" y artistas "Latinx", al igual que un precursor de la ola neoexpresionista de los 80.
Junto con los difuntos Juan González y Ana Mendieta, fue entre los primeros que entró al mercado estadounidense y recibió atención internacional a su obra más allá de las comunidades latinas y cubanas del exilio.
Dentro de sus fases, se destacan una primera que ha sido definida como un "pop apocalíptico" en los 70, seguida por el expresionismo desgarrador de los 80, y después la síntesis entre la geometría, el minimalismo y su constante uso de una figuración cargada de contenido existencial y social. Esta muestra en Adams consistió de un grupo de obras de su época más expresionista.
La exposición consistió de nueve pinturas en acrílico sobre lienzo y cinco obras en papel. Como casi siempre, encontramos el autorretrato de Cruz Azaceta transformado en el "hombre común" de nuestro tiempo: víctima y verdugo, cuyos cuerpos parecen bueyes desollados como los que pintó Rembrandt o Soutine.
El cuerpo humano es un pedazo de carne, apuñalado y desangrando; metáforas del siglo XX y del actual, plagados de holocaustos, exilios e inmigrantes. Al contrario de Francis Bacon o José Luis Cuevas, el autorretrato en manos de Cruz Azaceta nunca es la usual mueca narcisista del angloirlandés o el mexicano. Cruz Azaceta usa su rostro y cuerpo para destriparse, mostrándonos sin pena alguna sus llagas y heridas. Estas son siempre reflejo de una sociedad despiadada, donde los pobres y marginados de la Tierra viven un calvario cotidiano o parecen personajes atrapados en un drama de Beckett o Piñera, donde nada tiene sentido.
Telas extraordinarias como "AIDS Count III" (1988) poseen una superficie pictórica y un peso emocional que nos recuerda al Goya de las pinturas negras.
"The Artist" (1987) es un tema frecuente de este pintor, donde el artista, desnudo, solitario y pequeñito, es casi invisible dentro de un enorme paisaje vacío, cuyo cielo evoca un mundo posterior a una explosión atómica.
En sus mejores momentos, Cruz Azaceta pinta con rabia y su pincel se retuerce y crea superficies densas y de gestos violentos. Los dibujos en esta muestra son fuertes, especialmente un paisaje urbano titulado "City in Flames" (1984). Los rascacielos en llamas explotan y se derrumban, creando una visión apocalíptica de un futuro no muy lejano: 11 de septiembre de 2001.
Como unos pocos artistas cubanoamericanos (María Brito, Arturo Rodríguez, Juana Valdés, y un par más), Cruz Azaceta siempre se ha escapado del gueto del exilio, sin negar sus profundas raíces en el trauma de la historia cubana.
Como Beckmann en Alemania u Orozco en México, Luis Cruz Azaceta es un expresionista de contenido social, cuya labor es jodernos, molestarnos y recordarnos que vivimos en un mundo donde el poder abusa y el corazón humano ha dejado de ser compasivo. Sus pinturas de la década de los 80 son banderas en contra de nuestra indiferencia.