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Artes Visuales

'La energía y poesía de la vanguardia cubana': conversando con Juan A. Martínez

El historiador de arte recibe un premio de la Fundación Cintas por la labor de toda una vida.

Nueva Jersey

El próximo 10 de octubre, la Fundación Oscar B. Cintas entregará su premio por la labor de toda una vida (Lifetime Achievement) al historiador de arte Juan A. Martínez, catedrático emérito de Florida International University. El evento tendrá lugar en el Lowe Museum de la Universidad de Miami.

El doctor Martínez es el autor de tres libros esenciales en la historia del arte cubano y cubanoamericano: Cuban Art and National Identity. The Vanguardia Painters 1927-1950 (Florida, 1994), María Brito (A Ver monograph series, UCLA, 2009) y Carlos Enríquez: The Painter of Cuban Ballads (Cernuda Arte, 2010), así como de un sinnúmero de ensayos, artículos y conferencias y exposiciones.

En la actualidad, trabaja en una monografía sobre Fidelio Ponce, de próxima aparición bajo el sello de Cernuda Arte.

Conozco a Juan desde 1994, cuando fuimos miembros —por corto tiempo— de la junta de consejeros del entonces Museo Cubano. Desde entonces hemos compartido en reuniones anuales de historiadores de arte, organizado paneles, conferencias, participado en publicaciones, visitado museos y galerías, talleres de artistas en Miami, bebido unas cuantas cervezas, y también nos hemos reído un poco del vanidoso mundillo del arte.

Juan es un colega respetado y un amigo querido. Esta es la primera vez que este premio por "la labor de toda una vida" de la beca Cintas va, no a un músico, arquitecto, escritor o artista visual, sino a un historiador de arte que ha investigado y promovido la historia de las artes visuales cubanas, sea en la Isla o en el exilio.

A manera de homenaje, le hice esta breve entrevista.

Háblame un poco de cómo llegaste al exilio y de tu llegada a Miami.        

Llegué a Miami en 1966, a través de Madrid. Estaba por cumplir la edad militar y mis padres me sacaron por España un mes antes de cumplir 15 años. Me salve en un tilín.

Como a todos, me tomó un tiempo acostumbrarme a la cultura cubana de Miami, más a la norteamericana, y comprender que no había retorno. Me tomó una década hacer la transición mental de refugiado, como nos llamábamos aquí en los 60, a inmigrante.

¿Cuándo fue que te diste cuenta que lo tuyo era la Historia del Arte y cómo te decidiste por esta vocación?

Descubrí la Historia de Arte como posible carrera en mi tercer año en la Universidad. Un amigo, Manolo Torres, me embulló a tomar un curso sobre el Renacimiento y quedé encantado. De ahí tomé más cursos hasta terminar un B.A. en esa disciplina. Después seguí poco a poco hasta el doctorado.

¿Dónde estudiaste y cuales fueron tus influencias dentro de la disciplina de la Historia del Arte?

Estudié Historia del Arte en la University of Florida y Florida State University. Recibí mi M. A. en arte medieval y escribí mi tesis sobre la escultura de la iglesia románica Santa María de Ripoll en Cataluña.

Por ese tiempo me concentraba en Iconografía y mis autores preferidos eran Erwin Panofsky, Meyer Schapiro y Ananda Coomaraswamy.

Después hice un doctorado en Arte Moderno Europeo, con concentración en el posimpresionismo y el expresionismo alemán del principio del siglo XX. Mis autores preferidos en ese tiempo eran Linda Nochlin, John Rewald, Albert Boime, Griselda Pollock, Herbert Read y John Berger, que yo me acuerde. En su mayoría analizan el arte en su contexto social.

Mis maestros todos eran formalistas. Creo que el formalismo tiene su lugar en el estudio del arte, pero es limitado. Es como el cuento del maestro que apunta hacia la luna y el estudiante mira el dedo.

Háblame de tu dedicación al arte de Cuba —sobre todo la vanguardia— y el arte de cubanoamericanos en Miami.

Mi interés en el arte cubano moderno empezó mas o menos con una exposición que organicé para Miami-Dade College en 1982 y que se tituló Origins of Modern Cuban Painting. Más tarde convencí, con mucho trabajo, al Departamento de Historia del Arte de FSU. para que me permitiera escribir mi disertación sobre el mismo tema que la exposición de 1982.

En 1988 el arte cubano y latinoamericano, con la excepción del muralismo en México, no eran considerados material de tesis en el mundo académico de EEUU.

Me interesa el arte de la vanguardia cubana porque me gusta la interpretación y síntesis que hicieron de estilos europeos y temas nacionales, en muchas ocasiones sujetos de crítica social. También me gusta la energía y poesía de ese movimiento artístico.

En cuanto al arte de los cubanoamericanos, me interesa la generación de la década del 80 en Miami. En parte me gusta porque lo viví y conozco a  los artistas, que son de mi misma generación. Me atrae como han negociado el arte universal y sus experiencias de cubanoamericanos viviendo en Miami —por ejemplo pienso en la obra de María Brito y Arturo Rodríguez—. En algunos casos esa experiencia se reduce a la biografía del artista. Me parece que esta generación no ha recibido el reconocimiento que se merece.

En Miami, el interés en la última ola artística y la falta de memoria cultural tienen que ver con esa falta de reconocimiento.

Tú has sido un gran maestro y generoso colega. ¿Qué te ha dado la enseñanza en términos de tu "vida interior"?

Tuve la suerte de enseñar por 35 años, un regalo del destino. Por años no podía creer que me pagaban y me daban una audiencia para hablar de mi pasión. Esto se incrementó cuando pude ofrecer un curso sobre la historia del arte en Cuba, más bien la pintura, de 1890 a 1990. Lo ofrecí de 1995 hasta el 2013 y fue muy bien recibido por el estudiantado de Florida International University.

Como maestro traté de enseñar a los estudiantes que los objetos de arte son vehículos de placer y de información, que se disfrutan y entienden al ponerlos en su contexto histórico y social. En gran parte me concentré en enseñar a los estudiantes a ver, a poner el arte en contexto y a analizarlo, sobre todo por escrito. Pero desde luego que todo trabajo tiene sus retos y frustraciones, y el ser profesor no es diferente.

Has escrito tres libros claves, docenas de ensayos y conferencias. ¿Con cuál de ellos te sientes más satisfecho?

Me gusta más hacer la investigación que escribir. El escribir para mi es como esas comidas chinas que son dulces y amargas. En cuanto a mis libros, Cuban Art and National Identity.The Vanguardia Painters es el primero y el más ambicioso. Trata de recorrer la trayectoria de una generación entera por más de dos décadas. Me satisface que ese libro fue el primero en reconocer a esa generación y que se haya leído extensamente.

El libro sobre Carlos Enríquez me permitió adentrarme en la obra y la vida de uno de mis artistas preferidos de esa generación. Está muy bien encuadernado e ilustrado. Lo única negativo es que no ha recibido buena distribución.

Con el de María Brito pude estudiar el trabajo de una de mis artistas favoritos de hoy y de Miami. El libro se ganó un premio en 2010 entre monografías de artistas latinos en EEUU, pero más me satisface que creo haber hecho justicia a la carrera ejemplar de María Brito.

Y de mis ensayos para catálogos de exposición, revistas y capítulos de libros es difícil hacer un resumen que los abarque a todos. Por último, tengo un sitio web (miamigeneration.com), donde he puesto casi todos los ensayos que he escrito sobre los artistas cubanoamericanos.

Por último, ¿cuál es tu reacción al ser el primer historiador de Arte en recibir el premio Oscar B. Cintas Lifetime Achievement?

Cuando por tres décadas escribí docenas de cartas de recomendación para artistas compitiendo por el premio Cintas, nunca me imaginé que yo iba a recibir uno. Me parece que es una institución importante porque es la única que se ha dedicado por medio siglo a ayudar a artistas cubanos fuera de Cuba.

Estoy muy agradecido de que han reconocido mi trabajo. Y cuando veo los otros que han recibido el premio Oscar B. Cintas Lifetime Achievement, me alegro de estar en tan buena compañía.

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