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Opinión

Reconstruir la memoria de Cuba ahora

Los nombres prohibidos en Cuba circulan más allá de los susurros, en contra de lo que sostuviera Maldito Menéndez en una reciente entrevista.

La Habana

Sé que la memoria edita por naturaleza. Borra y deforma, edulcora y ajusta. En los individuos, el olvido es necesario para superar traumas y enfrentar nuevas batallas, nuevos sufrimientos. En las sociedades, la memoria colectiva puede ser (o parecer) ingrata. Los nuevos acontecimientos relegan a los viejos, y en la rotación de las generaciones, los actores de turno creen tener una verdad superior a las precedentes.

Es el juego natural del mundo: cada turno en su momento será abatido por el tiempo y los giros de la historia. Lo que sí no forma parte natural del juego es manipular esa historia desde el poder, de modo que varias generaciones sean privadas de componentes de su propia identidad vivencial, cultural, política.

Como viví el exilio de forma mental, por pertenecer a una familia desmembrada que soñaba con reintegrarse "allá", siempre sentí avidez por lo que nos "editaban" oficialmente. Me interesaba desde una protesta civil y la reacción de las autoridades (entonces imposibles de registrar y circular como se hace hoy día) hasta un movimiento contracultural censurado o lo que había sido de los artistas que emigraban, súbitamente extirpados del panorama mediático.

¿Cómo enterarse de eso en una isla sitiada por fuera y por dentro? El primer número que cayó en mis manos de la revista Encuentro de la Cultura Cubana me causó un violento shock. Leí sin parar, sin dormir, con embates de emociones contrapuestas: ¡conocer que había cubanos emigrados que no habían renunciado a esta isla, su patria! Artistas, intelectuales, activistas políticos, sociólogos, economistas… Sentir que había sido privada de esa realidad y de esa esperanza.

Descubrir que el tajo del Gobierno, por profundo, no había sido letal. Que ningún gobierno ni sistema puede controlar indefinidamente la información, y mucho menos puede extinguir la pluralidad natural del pensamiento, la memoria emocional, ni el arraigo por las raíces familiares, culturales, geográficas. Que la vida es siempre superior a la muerte.

Hoy, entre las fisuras al cerco, cuento con el boletín de DIARIO DE CUBA (por no poder acceder directamente al sitio). Y una entrevista reciente a Maldito Menéndez, miembro del movimiento plástico Arte Calle, surgido en la Habana a mediados de los 80, me inspira este artículo.

Quisiera agradecer la iniciativa del autor de la entrevista, porque es parte de los falsos vacíos que urge completar en nuestra vapuleada historia. Y decir que estoy de acuerdo en todo lo que dice el entrevistado, excepto un detalle de la última respuesta. Cito:

"Las influencias culturales en Cuba funcionan por tradición oral, como en las sociedades primitivas. Las instituciones culturales censuran las obras y a los autores que consideran ofensivos o peligrosos para la dictadura. Los nombres, fotos y cualquier otra información sobre las creaciones y vida de los artistas prohibidos son borrados de la historia nacional, para que no puedan influir en la población; que vive en la inopia desde 1959. Sin embargo, en el mundillo cultural de la Isla sí se conocen los nombres y obras de los artistas malditos y se comentan sus obras en susurros. La influencia del arte contestatario de los 80 puede ser grande en el círculo intelectual cubano, pero no es visible a causa del miedo de sus integrantes a perder sus privilegios. Hasta que no caiga el castrismo y se pueda documentar y publicar la verdadera historia del arte cubano, no podremos calcular toda su impronta".

He visto que esos nombres y obras evocadas "en susurros" han pugnado siempre por develarse, pero mucho más desde que empezó a filtrarse el avance tecnológico. Puesto que la prensa, la radio, la televisión y todas las instituciones son estatales, y por tanto responden a los intereses del Gobierno, fue necesario crear primero una Cuba libre virtual.

Actualmente, el Museo de Arte Políticamente Incómodo lidereado por el artista Luis Manuel Otero Alcántara y la historiadora de arte Yanelys Núñez Leyva, o proyectos como Perséfone Teatro de Adonis Milán, Teatro Keirós, de Lynn Cruz, el cine de Miguel Coyula; espacios como la galería El Círculo, de Lía VillaresLuis Trápaga o Espacio Aglutinador de Sandra Ceballos, son ejemplos de que la historia prohibida se está recuperando ahora, dentro del mismo gobierno que la prohibió o fue (o es) cómplice de la censura.

Pero además se podría crear un equipo con gente de adentro, de afuera, y una página web que vaya almacenando hechos, testimonios, fotos, videos, de la verdadera historia del arte cubano. Es un proyecto que no debe seguir esperando por la devastación del tiempo, el trasiego del exilio, los chismes, las inevitables muertes, y las continuas desacralizaciones.

Sería la reconstrucción virtual de una nación, el exorcismo de muchos demonios y el principio de una regeneración mucho más que simbólica. El futuro empieza por el respeto al pasado. Si se quiere llegar a cualquier parte, no se puede negar el trayecto recorrido.

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