La hoja de la caleta ya tiene su estreno nacional en las principales salas de cine habaneras y su repercusión de público es bien discreta. De crítica, auguro que será peor. El debut en la dirección de largometrajes de ficción de los directores televisivos Mirta González Perera y Jorge Campanería no es otra cosa que una errática entrada a un terreno artístico que uno y otro parecen desconocer por completo.
El filme narra la historia de un niño de nueve años, Berto (Carlos Denis Hernández) que ha quedado al cuidado de un padre pescador y alcohólico que no sabe encauzar su educación, luego que la madre Fidencia (Yoandra Suárez) partiera a EEUU de manera ilegal en una balsa.
Demorará un tiempo el retorno de la progenitora, para que los problemas en esta familia disfuncional alcancen un punto clímax y el pequeño se vea en la disyuntiva de escoger entre permanecer con el padre o partir con la madre que pretende llevarlo al exterior, donde le esperan mejores condiciones de vida.
Mientras tanto, en la escuelita de la comunidad rural de pescadores, la maestra de Berto (Lianet Pacheco) y la vecina pendenciera (Irela Bravo) harán lo posible por mediar en la relación paterno-filial e intentar que los problemas de la casa no perjudiquen el aprendizaje del niño en la escuela.
Producida por la casa productora de telenovelas del ICRT, con música original de Kelvis Ochoa, rodada en locaciones de Santa Cruz del Sur con parte de su elenco y equipo de realización de Camagüey, la película aborda un tema muy manido en cuanto a temáticas ya exploradas en la cinematografía nacional: los problemas de la niñez en el seno de familias disfuncionales de la sociedad cubana, ahora tocando de cerca el fenómeno de la emigración ilegal y sus secuelas en la psicología infantil.
En la cuerda de filmes como Pablo (Yosmani Acosta, 2011), Conducta (Ernesto Daranas, 2014) y Esteban (Jonal Cosculluela, 2016), La hoja de la caleta resulta un melodrama de escaso relieve artístico que no consigue un adecuado balance en cuanto al rigor dramático de su relato. Ni siquiera la presencia en su elenco de los consagrados Irela Bravo y Manuel Porto, este último en el rol del chofer que traslada a la maestra a la casa de Berto, aportan interés a un conflicto que abusa de golpes bajos y que respira manquedad conceptual y artística.
El trabajo de dirección actoral y de puesta en escena es pésimo, de los peores vistos en la cinematografía cubana en 2017. La trama sostiene un montaje pedestre, su fotografía no consigue rebasar los límites de un diseño que desconoce el lenguaje cinematográfico, y lo peor aún, se apoya en una banda sonora que a cada minuto apuntala el sesgo melodramático. A ratos da la sensación de aferrarse a la idea de que solo con lágrimas y el sufrimiento de un niño puede alcanzarse éxito y acabado artístico.
La hoja de la caleta no será más que un filme olvidable porque en él todo falla, hasta esa intencionalidad muy pedestre —como en la escena donde el niño entrega una hoja de caleta seca a la maestra— de vuelo poético con el que pretende justificar el título de la película.
Una vez más el camino del cine cubano fracasa y nos advierte todo lo lejos que estamos de alcanzar la excelencia fílmica de las películas cubanas de antaño, de todo lo que se debe lograr y atender para el despegue definitivo de la cinematografía insular y su ubicación a la vanguardia del panorama latinoamericano de esta hora.