Hace 139 años, el primero de enero de 1879, el músico Miguel Faílde y Pérez estrenó en el liceo de Matanzas Las Alturas de Simpson, una expresión rítmica y sonora que inauguró un nuevo tipo de baile, el danzón, genuinamente cubano.
Los habitantes de la mayor de las Antillas, sin una herencia musical aborigen pero ungidos con la gracia de la transculturación, desarrollaron una elevada capacidad musical expresada en aspectos melódicos, rítmicos, instrumentales y formales, que devenida criolla y después cubana, hizo de la música popular y el baile —conjuntamente con la pelota y las guerras de independencia— uno de los factores socio-culturales definidores de nuestra nacionalidad.
En el siglo XVI Cuba tuvo músicos altamente calificados, como el mestizo Miguel de Velázquez; en el XVIII, clásicos de primera línea como Esteban Salas; en el XIX Manuel Saumell, considerado padre del nacionalismo musical cubano, quien compuso una obra en la que cantaban indios y negros; e Ignacio Cervantes, un creador considerado el músico más importante del siglo XIX. El país contó, además, con una manifestación sonora como los sones orientales, tocados y cantados durante más de dos siglos por los conjuntos típicos de Santiago de Cuba. Son ejemplos destacados que explican la creatividad de nuestra música, de la cual brotaron los más importantes géneros populares de la época, entre ellos el danzón, nacido de las contradanzas criollas.
A mediados del siglo XIX existía en Cuba un proto-danzón, baile coreográfico formado por varias parejas provistas de arcos y ramos de flores que los negros de Matanzas ejecutaban a viva voz. A esa manifestación bailable Miguel Faílde le adjuntó una música para sustituir el canto vivo de los bailarines, que vio la luz en junio de 1877, cuando dio a conocer sus primeros cuatro danzones, uno de los cuales fue Las alturas de Simpson.
El vinculo del danzón con las contradanzas de Manuel Saumell se observa en su introducción de 16 compases; en la segunda parte, donde el clarinete trabaja casi siempre sobre el cinquillo; en la parte de violín que hace de adagio; y en el cierre. Mientras, su vínculo con las tradiciones africanas se manifiesta en el uso abundante y deliberado del cinquillo,salido de la mano de los negros franceses de Santiago de Cuba. La contradanza, que dominó la escena musical, fue superada por el danzón.
Al añadirle una asociación de ritmos de tango a los movimientos coreográficos de la danza, el danzón es considerado el padre del baile cubano. Desde su estreno hasta la segunda década del siglo XX ocupó la preferencia de los bailadores de la Isla y traspasó las fronteras para arraigarse en países como México, Venezuela y Perú, a la vez que se nutrió de todos los elementos musicales existentes, sin importar su origen.
El danzón es un baile romántico, de pareja, donde hombre y mujer, fundidos en una unidad diferenciada, se tocaban el cuerpo y movían las caderas de manera sinuosa. Al chocar y romper con los estereotipos de la época, fue considerado un baile escandaloso e indecente que, no obstante, se impuso. El danzón enunciado por Saumell —dice Alejo Carpentier— quedó consagrado como nuevo tipo de baile por Faílde. Predominó durante más de 40 años y coadyuvó al proceso de conformación de la nacionalidad y la nación, ya que cubanos de diferentes orígenes étnicos y clases sociales lo bailaron.
No hubo acontecimiento durante ese lapso de tiempo que no fuese festejado con el danzón: el advenimiento de la República en 1902, sobre la primera guerra mundial o con temas de ópera y de zarzuelas famosas.
Junto a la contradanza y la danza, el danzón constituyó la base del primer prototipo de agrupación instrumental popular: la orquesta típica o de viento. Esa orquesta típica fue sustituida por la charanga y, en el siglo XX, por la charanga francesa, que introdujo el piano.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, ante el auge del son y del foxtrot de los negros norteamericanos, el danzón perdió terreno. Sin embargo, como género musical, llegó para quedarse. En 1910 José Urfé le introdujo nuevos elementos rítmicos del son oriental en el Bombín de Barreto, que junto a la invención de la radio y la grabación eléctrica en el fonógrafo, condujeron a su recuperación, Con la orquesta de Arcaño y sus Maravillas surgió el llamado danzón de nuevo ritmo, donde la flauta se inspira a placer con gran virtuosismo, se cambia la rítmica en el timbal y el güiro, se introduce la tumbadora en la charanga, se amplían las cuerdas, la armonía y la melodía devienen más complejas y cesa el predominio del piano como instrumento solista único. Luego, con las interpretaciones de Barbarito Diez y la Orquesta típica de Antonio María Romeu, el danzón influyó en el origen de otros bailes cubanos como el chachachá, el mambo y la pachanga.
Por convertirse en nuestro baile nacional, por su aporte a la conformación de la cubanía, por su presencia en otros géneros musicales que le sucedieron, por su fuerza interior para renovarse permanentemente, el primero de enero es día de homenaje al danzón y a todas las glorias de nuestra música bailable, desde Saumell hasta los creadores contemporáneos que han mantenido viva esa musicalidad que nos distingue en el mundo.